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Crear el mito y olvidar el mensaje: cómo Blas Infante se convirtió en un “desconocido”

Dibujo de Blas Infante

Sara Rojas / José Ascanio

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Como la bandera, el himno o el escudo, con el paso de los años Blas Infante se ha convertido en una de “las insignias de Andalucía” que él mismo ideó y defendió en la Asamblea de Ronda de 1918. Tanto es así, que se trata del personaje histórico más representativo de los andaluces, de acuerdo con una de las Encuestas de la Realidad Social de Andalucía del Centro de Estudios Andaluces (CENTRA). Los académicos atribuyen este dato a que su figura - hoy mitificada como el Hércules andaluz - se enarbola en fechas señaladas como el 28 de febrero o el 10 de agosto, cuando se conmemora el 86 aniversario de su fusilamiento a manos de los golpistas en los albores de la Guerra Civil. Pero, más allá del mito, ¿qué saben los andaluces de la vida y obra del “padre de la Patria Andaluza”?

En opinión de Eva Cataño, el mayor referente del andalucismo es todavía hoy un “completo desconocido”. Para esta profesora de la UNED, miembro del CENTRA y autora de la primera tesis publicada en España sobre Blas Infante, “su figura se celebra a través de los símbolos de la bandera y el día de Andalucía, pero no se estudia nada más”. Así lo percibe también el portavoz de 'la generación del mollete', Jesús Jurado, cuando dice que “es un icono más, como el mollete con aceite o el himno que tocamos con la flauta... pues la cara de Blas Infante que coloreamos el 28F”. Y explica que se ha cimentado “una imagen idealizada y completamente desconflictivizada del personaje”, sin que “se profundice demasiado en su obra más allá de su papel como constructor de los símbolos andaluces”.

Al margen de la conmemoración, “muy pocas personas se acercan a su obra, a su pensamiento y a su legado”, añade en sentido similar Antonio Manuel, profesor de Derecho, escritor y Patrono de la Fundación Blas Infante. “Es un personaje paradójico”, reflexiona. Sumamente conocido entre los andaluces porque su nombre bautiza calles, plazas y bibliotecas a lo largo de todo el territorio andaluz. Y, al mismo tiempo, “un enorme desconocido en las aulas de primaria, secundaria y de la universidad”, como indica este estudioso de la cultura andaluza.

Fuera de las aulas, ¿y de la política?

En este sentido, varios docentes coinciden en señalar que su ideario escasea en el currículo educativo, “más allá de los conceptos básicos”. Isabel Serrano, joven socióloga y politóloga onubense, confirma este parecer: “Probablemente descubriese a Blas Infante por mí misma porque en el instituto no me hablaron de él, ni del Estatuto de Autonomía”, cuenta al repasar mentalmente su etapa de estudiante. Una realidad constatada por el estudio de Manuel Hijano, también patrono de la Fundación y profesor en el Grado de Pedagogía de la Universidad de Málaga, en el que analiza más de un centenar de libros de texto para concluir que el tratamiento de su ideario y trayectoria vital se aborda “de forma superficial” y queda reducido “a una sucesión de fechas” en dichos libros.

De ahí que Hijano reproche a la Consejería de Educación la escasez de recursos didácticos a disposición de los docentes para poder “acercar su figura a los estudiantes en función de su edad”. Frente a ello, defiende que hay que “reforzar los planes de estudio” en aras de impartir el pensamiento de Infante como “elemento fundamental de la cultura andaluza”. Y apela, en esta línea, a los presupuestos del Estatuto de Autonomía que recoge que “los contenidos de la enseñanza e investigación en Andalucía” han de guardar “una esencial conexión con las realidades, tradiciones, problemas y necesidades del pueblo andaluz”. A juicio de los docentes consultados, el pensamiento de Infante encaja en ese cometido, “​no solo como defensor de la autonomía andaluza, sino también ”del papel de la mujer a principios del siglo XX, del ecologismo, del andaluz como forma de expresión“, en definitiva, como ”precursor de la defensa política de la identidad andaluza“, en palabras del autor del citado trabajo de investigación.

Si el tratamiento del andalucismo en las aulas es limitado y “estereotipado”, en la esfera política su figura se utiliza fundamentalmente “como símbolo y no como referente ideológico”. Es el análisis que hace Jesús Jurado en el marco de la conmemoración del aniversario de su muerte. Contexto en el que el nombre de Infante vuelve a estar en boca de (casi) todas las fuerzas políticas. A ojos de este politólogo andaluz, en el panorama actual de la política regional no hay un grupo ni un movimiento propiamente infantista, aunque sí “existen partidos que se identifican más con esa tradición republicana andaluza concreta” que encarna Infante. Por este motivo, el prócer del andalucismo aparece a menudo en el discurso político como elemento transversal y “símbolo de consenso”. De manera que la mayoría de grupos políticos, apunta, se quedan en el estadio “inocuo” de la apología de un símbolo: “Si avanzan más en su ideario, se pueden generar contradicciones con su proyecto político”, explica el autor de 'La generación del mollete'.

El hombre detrás del mito

El título que le reconoció el Parlamento Andaluz en 1983 ha eclipsado las otras caras de este personaje poliédrico. Notario, abogado, investigador, autodidacta, políglota, defensor de los derechos de la mujer y de los animales. “Todo el mundo habla de Blas Infante como el padre de la patria andaluza, pero no se paran a pensar en la importancia política que tenían, tienen y tendrán en un futuro sus ideales”, reivindica Serrano, que defiende activamente los valores andalucistas en redes sociales.

En este orden de ideas, la joven cree que “se ha manoseado tanto la figura de Blas Infante que al final nadie la conoce ni la investiga en profundidad”. Y reconoce que, como suele suceder con las personalidades alzadas a la categoría de mito y referente, “tiene muchas lecturas diferentes” y cada cual lo lee “desde su perspectiva y queriendo que nos dé la razón”. Siguiendo esta línea, Antonio Manuel asevera que es sencillo “manipular su discurso” por cuanto es “una figura compleja y caleidoscópica”. Y aludiendo a los prejuicios que sobrevuelan en torno al prócer de la patria andaluza, Antonio Manuel rescata una de las citas de Infante: “sin ser leído, seré despreciado''.

Uno de los “falsos mitos” que han calado en la sociedad, según informa la estudiosa de Blas Infante, es que era defensor de un nacionalismo excluyente. Nada más lejos de la realidad, pues él apostaba por “una Andalucía dentro de España con identidad propia”, según interpreta Isabel Serrano. La socióloga y politóloga niega que el referente andalucista fuese independentista. “Todo lo contrario, era soberanista y federalista; lo que entiende es que Andalucía tiene que tener voz propia”, abunda.

Además de su contribución en lo relativo al autonomismo andaluz, el abogado y notario fue un “adelantado a su tiempo” con un argumentario que goza de plena vigencia todavía hoy. Lo demuestra su visión de la mujer dentro del andalucismo como “motor de cambio de la sociedad”, su análisis de la desigualdad interna y los problemas estructurales de la comunidad andaluza que perduran a día de hoy, y también el hecho de que tratara el derecho al divorcio en su programa político o reprobara las batallas de gallos y las corridas de toros, como esgrime la autora de la tesis apuntando a “temas que están en la agenda política actual”.

Con todo, Cataño matiza que el padre de la patria andaluza despreciaba a los políticos “por su actitud acomodada” y por eso, participaba en los procesos electorales sin vocación de salir elegido, sino con el afán de “despertar la conciencia de los andaluces” y dar visibilidad a su discurso andalucista en un contexto de gran potencial como el de las elecciones.

Todo ello convierte a Blas Infante en “una persona fascinante y a la que le debemos mucho”, como estima Isabel Serrano. “Porque si no, no tendríamos la autonomía que tenemos ni seríamos conscientes de su valor, ni el campo tendría los derechos que tiene ahora mismo”, añade por poner solo un ejemplo.

Andalucismo desde ahora y desde siempre

Frente a la ignorancia, Antonio Manuel defiende que “la mejor respuesta tiene que ser la educación”. Y eso implica cultivar un “conocimiento real de la historia de la península” para poder extirpar los “estereotipos” que empañan el legado de Infante y la historia de Andalucía como “pueblo cultural”. En esa senda, Cataño agrega que “hace falta trabajar y esforzarse más en comunicar sobre las personas que lucharon por los derechos de los andaluces”. Y también sobre los “hitos importantes” de la historia andaluza, como se encarga de divulgar Isabel Serrano en sus redes, hablando, entre otros asuntos, del 4 de diciembre.

En lo relativo a la política, la teórica de Blas Infante recuerda cómo el prócer se esforzó por reunir en un único bloque de izquierdas a los partidos, con Andalucía como denominador común y con un “discurso conciliador y sin enfrentamientos”. No obstante, Isabel Serrano sugiere mirar “el andalucismo que viene” desde una “perspectiva progresista y de transformación y emancipación del pueblo andaluz”, y no en clave de derecha o izquierda. Antonio Manuel reconoce que el andalucismo “está de moda” como movimiento “moderno en la vanguardia”, pero apostilla que “nunca se ha ido, siempre ha estado aquí”. “El error es que se atribuya a una política concreta”, manifiesta, “es como el feminismo o el ecologismo: una ideología transversal”.

Por eso, aunque sea convertido en mito, el autor de 'La generación del mollete' celebra “que al menos exista esa mitificación del personaje” en tanto que “abre la puerta a una profundización posterior”. De ahí que no desdeñe el valor que tiene como “símbolo común a todas las fuerzas políticas” y desestime despreciar “la utilización política de Infante porque es necesaria para la construcción de cualquier comunidad política”. En su lugar, propone que su obra sirva de referencia a la hora de juzgar la acción de los actores políticos, en función de si se ajusta o no a esa reivindicación histórica que recogió Infante en un “discurso contemporáneo, necesario y desconocido”, en palabras de Antonio Manuel. Pero para que los andaluces se levanten, tomen conciencia de su realidad y partido por mejorarla, el primer paso es conocer el camino que ya recorrieron los próceres de su tierra.

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