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El coño insumiso: soez, provocativo, ofensivo, legal
Tres mujeres tendrán que sentarse en el banquillo de los acusados por llevar en procesión por las calles de Sevilla una figura de plástico con la forma de una vagina bautizada como el “coño insumiso”. Repito: tres mujeres se exponen a ser condenadas penalmente, a pagar una multa, a que para siempre conste en sus antecedentes, a que para siempre les afecte en el acceso a un empleo público, un proceso de adopción, un trabajo en según qué sector -piense usted lector, lectora, en otras implicaciones- por pasear por las calles en 2014, durante la tradicional manifestación del Primero de Mayo, una vulva de plástico para denunciar el machismo.
Acaba de anunciarlo la titular del juzgado de Instrucción número 10 de la ciudad, que ve motivos suficientes para procesarlas por un delito contra los sentimientos religiosos. El caso fue archivado en un principio, pero hace unos meses la Audiencia Provincial lo reabrió tras la petición de la Fiscalía y la Asociación de Abogados Cristianos. La procesión, ha dicho la magistrada, “constituye un escarnio al dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María”.
A esta columnista le entran ganas de repetir el primer párrafo una y otra vez, una y otra vez, como único argumento. Tres mujeres procesadas. Tres mujeres expuestas a una condena penal. Por denunciar el machismo. La discriminación femenina. La precariedad laboral. Por exponer la violencia contra las mujeres. 35 asesinadas en los primeros seis meses de este año. Con una muñeca de plástico. Este artículo debería acabar aquí. No debería hacer falta decir más.
Pero no. Por lo visto hay que volver a defender que la libertad de expresión es un derecho fundamental, incluso para provocar, para indignar, para remover, para generar náusea, para arruinar cenas de Nochebuena, para removernos hasta el tuétano, siempre que no implique una incitación al odio o a la violencia.
Que el mal gusto, y a lo mejor estas amigas no andan seguramente sobradas de él, es discutible, censurable, puede llenar legítimamente cientos de páginas de opinión, minutos y minutos de tertulia, pero nunca puede ser delito. Que la libertad de expresarnos, de opinar, de cuestionar determinados valores, de desafiar lo establecido, es un tesoro. Un tesoro que protege también a quienes pueden sentirse ofendidos.