Los violentos de género
Parece el título de una película pero no, no es ficción, los violentos de género existen y no solo los que ejercen violencia física o moral contra las mujeres, también lo son los que la consienten, justifican, hacen apología o pactan gobernar con partidos que han hecho de su existir combatir la libertad de las mujeres y sus razones. Es el caso del PP de Alberto Nuñez Feijóo y Borja Sémper.
Ha habido que esperar poco, muy poco, para que los descubramos y no les quedan escondites. Digamos que los pactos de Valencia han sido los desencadenantes del despertar de algunos, pero los antecedentes son tozudos y rotundos. El primer aldabonazo fue el acuerdo de Moreno Bonilla, siguieron los acuerdos de gobierno de Castilla y León, antes, la práctica cotidiana de Madrid, pero más, mucho más. Un fantasma recorre la piel del Estado, el de los violentos de género.
El escondite que han elegido Feijóo y los suyos, papelón incluido del moderado Sémper, ha sido la neolengua. ¿Rubia, qué rubia? Gritaba el adúltero sorprendido en el lecho conyugal por su esposa. Es otra película. Pero así es la rosa, el PP y sus voceros mediáticos repiten hasta la saciedad, no que no estén entre los violentos de género, sino, con más desfachatez, que no han llegado a acuerdos lesivos para la democracia con la extrema derecha que un día llevaron en su propio seno fundacional.
Lo repentino y la velocidad del acuerdo, junto con la simpleza por escrito de lo acordado, se explica porque ya estaba todo previsto, eso sí, oculto
Machismo, criminal, y neolengua, dos síntomas inequívocos del ADN del fascismo eterno, diagnosticado por Umberto Eco, dos características igualmente inequívocas de la vuelta al franquismo.
En realidad eso es lo que anda permitiendo con sus pasos atrás ideológicos y sus pactos el PP. No es porque haya elevado a vicepresidente de Valencia, en paradoja belmontina, a un torero, allá la tauromaquia y sus espejos, sino porque, con sus pactos, el Partido Popular, en contra de sus propios principios, propagados por Sémper, incluidas sus líneas rojas, ha metido en gobiernos y ayuntamientos un caballo de Troya relleno de franquismo.
Lo repentino y la velocidad del acuerdo, junto con la simpleza por escrito de lo acordado, algo sorprendente, se explica porque ya estaba todo previsto, eso sí, oculto; primero por vergüenza y temor electoral y, posteriormente, escondido con la neolengua. Esa que denunció George Orwell como herramienta de los totalitarismos y Viktor Klemperer, el gran lingüista víctima de la barbarie nazi, como el principal artefacto para el advenimiento del nazismo en Alemania.
Convendría reflexionar sobre si ha llegado el momento, de una vez por todas, de derogar el franquismo
Un vez que ya sabemos que sí, que hay lecho compartido y voluntad de persistir en el adulterio contra la democracia y las libertades, queda la exigencia de contar la verdad y no temerla en engaño a la ciudadanía. Y no por razones demoscópicas, eso que tanto temen los políticos de bajura, sino por principios democráticos.
El PP está entre los violentos de género y de ello habrá que tomar nota. Pueden seguir diciendo y rabiando por derogar el sanchismo, por abatir todo rastro de políticas de igualdad y sus protagonistas, con la complicidad de sus socios extremistas de la derecha franquista de fuera y de dentro, pero queda alguna esperanza en la gente.
No será que no estamos advertidos y no solo por Umberto Eco, los catorce síntomas del Ur-Fascismo ya se expresan en las instituciones democráticas, colonizadas en una estrategia igualmente Ur. Convendría reflexionar sobre si ha llegado el momento, de una vez por todas, de derogar el franquismo; no será otra película sino la asignatura que aún arrastramos pendiente de primero de democracia.
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