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La obra que partió un edificio de Málaga: 40 familias piden al Ayuntamiento que reconozca la culpa

Edificio en Alférez Huelin Vallejo, 8 | N.C.

Néstor Cenizo

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Hace ahora cuatro años, el viejo edificio de Alférez Huelin Vallejo 8 se partió. Asustados al ver la enorme grieta, los vecinos llamaron de urgencia a los bomberos, que aconsejaron poner remedio a lo que estuviera pasando o salir de allí a toda prisa. Desde entonces, una enorme cicatriz surca la cara del edificio de arriba abajo, ensanchándose conforme asciende, hasta una anchura tal que cabe la mano. Otras han ido apareciendo y los vecinos no terminan de acostumbrarse al ruido que hacen sus paredes, ahora sostenidas por micropilotes a 17 metros de profundidad. El edificio no terminará de asentarse hasta el verano, les han dicho los técnicos, pero ahora, al menos, ya es seguro.

Los vecinos aseguran que la responsabilidad de que estuvieran a punto de perder su casa es municipal. A finales de 2016 EMASA, la empresa municipal de aguas, había abierto en canal las calles adyacentes, en una obra que expuso las entrañas del edificio a la lluvia durante dos años. Esto habría provocado un corrimiento de las zapatas que sostienen el edificio, según el informe técnico que han entregado al Ayuntamiento, al que los propietarios reclaman que asuma lo que les ha costado sostener su vivienda.

El documento, que este medio ha podido ver, al que acompaña un informe geotécnico, documenta cómo la “falta de previsión y mala ejecución” de las obras de acceso a las calles y de la canalización y renovación de las redes de saneamiento y abastecimiento facilitaron que las abundantes lluvias del invierno de 2018 (496,53 litros por metro cuadrado, según AEMET) encharcaran las tripas de la calle.

Según este informe, EMASA no colocó sumideros para evacuar las aguas pluviales ni protegió la obra de la lluvia, y esto provocó una doble “patología” estructural en al menos cinco bloques de la zona, con 40 viviendas: la “disminución de la resistencia” y el “incremento de la deformabilidad”. El resultado, según el arquitecto que firma el informe, es un “movimiento estructural que arrastra a toda la cimentación”, provocando daños en los muros de carga, las cubiertas o las escaleras.

Para evitar un derrumbe, los vecinos acometieron obras de emergencia por valor de 200.000 euros. A 5.000 euros cada uno, que ahora quieren recuperar. A preguntas de este medio, el Consistorio replica que los servicios jurídicos están estudiando el caso. El Ayuntamiento hasta ahora no había respondido a los vecinos, que registraron su escrito de reclamación de responsabilidad patrimonial en febrero de 2021, pero a finales de la semana pasada, la concejala responsable citó a los vecinos a una reunión.

Unas horas antes, el PSOE había registrado una moción para debatir el asunto en el próximo Pleno municipal. “La responsabilidad del Ayuntamiento es evidente, pero la respuesta automática es ”Eso no es culpa nuestra“. No pueden mirar para otro lado”, denuncia Pablo Orellana, concejal socialista.

Escaleras que se mueven y descansillos reforzados

Sobre el papel, los daños parecen serios, pero la impresión solo se produce si se ven desde dentro. Tanto que, no hace demasiado, un repartidor de Mercadona soltó un respingo cuando vio la raja y notó que el descansillo, con el peso, parecía cobrar vida propia. La raja principal del edificio más dañado empieza en el bajo y culmina tres pisos más arriba, considerablemente más ancha. “Se quedó paralizado. Las escaleras vibraban y a cada piso, vibraban más”, recuerda Susana Benedicto. Sus padres residen en este inmueble: él es dependiente, así que le tiene dicho a su madre que se mueva rápidamente a la habitación presuntamente más segura. “Sé que si pasa algo, ella no va a salir para no dejarlo solo”.

Varios testigos registran la anchura de las rajas: parecen haberse estabilizado en un centímetro de abertura. Los descansillos están reforzados con una estructura de hierro y el tejado se cala en cuanto caen cuatro gotas. “En ese piso de ahí [señala uno de los bajos, ahora desocupado], pones una botella y llega al baño”, dice Pilar González, otra de las vecinas. Regino Zafra muestra una grieta en la viga de carga que pasa por su casa, y cómo la ventana del lavadero no se puede abrir por el peso que soporta. Y todos recuerdan cuando la grieta de la fachada se hizo tan ancha que la farola que de allí pendía cayó al suelo en plena noche.

En la parte trasera, otra grieta empezó a asomar desde la base, con una anchura de unos 20 centímetros apenas disimulada hoy con hormigón reforzado. “Si no hacemos la obra, el edificio acaba en la carretera”, dice Zafra. Este fue el primer edificio en dar la voz de alarma, pero los daños se reproducen (aunque con menor intensidad) en otros cuatro inmuebles.

EMASA lo achacó a una fuga de agua

Para los vecinos, el responsable fue siempre evidente: EMASA. La empresa municipal de aguas abrió la calle Monseñor Carrillo Rubio, a la que desembocan los edificios afectados, para acometer obras de saneamiento. Una vez terminada, volvió a abrir, esta vez para los colectores. Durante meses la obra permaneció a la intemperie, en un invierno especialmente lluvioso. Finalmente, abrió de nuevo para acerar las calles interiores. Para facilitar el acceso de los coches, rebajó los badenes a ras de suelo, de modo que cada vez que llovía se generaban unas enormes balsas que acumulaban sobre la obra el agua caída en cotas superiores.

Estos edificios fueron construidos en los años 40 y la nomenclatura del callejero todavía homenajea a militares franquistas: tenientes, capitanes y hasta 13 alféreces, por lo que algunos lo conocen como “el barrio de los alféreces”. La antigüedad también afecta a su estructura, cimentada sobre piedras de mampostería, y es probable que una obra similar no hubiese causado daños en cualquier otro edificio. Aquí fue fatal. “Algunas de esas piedras fueron retiradas por los operarios durante la obra, y rellenaron de tierra”, explica Manuel Díaz, el administrador de fincas que representa a los vecinos. “Los vecinos vimos sacar piedras enormes”, dice Pilar González.

Aseguran que, pese a su antigüedad, los inmuebles nunca habían sufrido percance alguno hasta que EMASA abrió en canal sus calles, y los informes concluyen que el origen de sus males está en la obra municipal. Sin embargo, cuando el Ayuntamiento envió a sus propios técnicos, en 2019, lo puso en duda. “Vinieron tres peritos y nos dijeron que era culpa nuestra”, recuerda Regino Zafra: “Se rieron en mi cara: pusieron la mano en la pared y dijeron que esto era una fuga de agua. ¿Qué fuga de agua? Que miren los consumos…”.

Sin respuesta desde hace año y medio

Desde hace año y medio esperan una respuesta a su reclamación patrimonial. Denuncian que el Consistorio fue tan expeditivo para exigirles una obra urgente (bajo advertencia de multa y desalojo del edificio), como lento está siendo para contestar a su reclamación. “En vez de una solución, presionaban con la rapidez. Pero cuando le explicábamos el origen, ahí ya no había prisa”, lamenta Susana Benedicto. Fruto de aquello, contrataron a Rivervial que, en una operación de dudosa legalidad, cobró por anticipado del banco toda la obra, y después se fue a pique. Los vecinos apenas han recuperado 1.800 euros en el concurso de acreedores y tuvieron que pedir un nuevo crédito. “475 euros al mes”, subraya Regino Zafra. Gran parte de ellos son pensionistas.

De no recibir una respuesta afirmativa a la reclamación (el coste por las obras de urgencia y una segunda fase de arreglo de la cubierta y los desperfectos), el administrador anticipa que irán a los tribunales. Los expertos dicen que cuando pase una nueva estación seca, podrán empezar a reparar los daños. Las casas ya no se mueven: solucionado lo que les angustia, los vecinos piden cuentas a quien creen que les causó el destrozo. 

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