Las terrazas de Málaga piden orden: “La gente tiene que aprender a tomarse una cerveza”
Es viernes a mediodía, y por los 28 grados que marca el termómetro parece que a Málaga haya llegado el verano sin pasar antes la primavera. Sin embargo, con las playas por abrir el paseo marítimo de Pedregalejo presenta una imagen pobre. Hay terrazas abiertas, pero también muchas mesas por ocupar y apenas circula nadie, porque sigue vigente la prohibición de pasear en este tramo horario. Es un arranque a medio gas, a la espera de que el ambiente mejore con la sobremesa y, sobre todo, a las ocho de la tarde. A esa hora, cuando baja el calor, las mesas se llenan y los vecinos salen a pasear.
El paseo marítimo de Pedregalejo ha arrastrado durante toda la semana las imágenes del lunes y el martes, muy distintas a las de este mediodía. Fueron los primeros días con terrazas abiertas: todo hasta arriba y más gente esperando mesa de las que se podía atender. También circuló un vídeo que llegó hasta las televisiones nacionales: se oye un cajón flamenco, y se ve gente tocando palmas, bailes y muchos oles. Una fiesta.
Se grabó en la terraza del Kali. Su dueño, José Luis García, cerró al día siguiente y el miércoles, niega que haya recibido sanción alguna, y lamenta el daño de aquellas imágenes: “Ves el video y dices: ”¡Qué irresponsables!“. Y la verdad no es esa. Vino con el cajón, lo eché y se puso en el poyete. Y fui y le dije que me iba a buscar la ruina…”. García dice que él no es quien para dispersar a nadie. “Llega uno con un cajón, otro se pone a cantar, otro a bailar, y los que pasean se paran a mirar, y te dicen ¿es que no puedo cantar?”. Otros se paran a saludar al compadre que hace dos meses que no ven o se sientan en el muro a esperar una mesa.
García asegura que ha sacado del ERTE a tres de sus seis empleados. “Me vine con mi mujer desde una semana antes a limpiarlo todo. Después de lo que sufres para salir adelante, en unos minutos vienen tres y te lo echan abajo”, lamenta.
También en el Molabassa se quejan. El martes, un periódico local publicó una imagen de su terraza llena hasta los topes. Era antigua, así que llamaron al periódico y lograron que se retirara. “Nosotros nos lavamos las manos cada 15 minutos. Cada vez que se levanta un cliente desinfectamos. Y nos ha afectado lo que sale en las noticias: gente compartiendo cachimbas y copas”, protesta Justino Martín.
Lo cierto es que el lunes y el martes muchos tomaron al asalto estas terrazas. Pedregalejo, un antiguo barrio de pescadores, hace tiempo que reconvirtió su paseo marítimo en una larga ristra de bares, chiringuitos y pubs donde pasar la tarde entera: aperitivo, espetos y copa. Muchos esperaban el momento. A ello se añadió que no todos los locales abrieron: según MAHOS, hasta el miércoles abrieron menos del 20% en la provincia.
Vómitos y orines
Pasada la avalancha, se esfuerzan por demostrar que cumplen, pero todos resumen lo que ocurrió con la palabra “caos”. Hubo aglomeraciones, en parte porque aquí las terrazas ocupan una parte sustancial de una estrecha acera. Apenas queda espacio para el viandante, y el paso se estrecha más si hay quienes esperan turno sentados sobre el poyete.
Además, el ayuntamiento permitió a los bares y restaurantes de Málaga duplicar su terraza aumentando la ocupación de la vía pública, siempre que mantengan dos metros para el paso de los peatones, que en esta zona no siempre se cumplen. Algunos hosteleros admiten que a veces no es suficiente para que los paseantes circulen. La otra solución municipal ha sido prohibir la circulación de patinetes y bicicletas en ese tramo.
A las aglomeraciones se sumaron las quejas vecinales por la insalubridad. Los bares no abrían sus baños por orden directa de la Policía. De repente, los vecinos se encontraron con orines y vómitos en las calles. Una pelea el martes por la noche hizo sonar la alerta definitiva, y la situación mejoró a partir del miércoles.
Ese día, la Policía Local empezó a patrullar para evitar que se formen embudos. El jueves informó de que había denunciado a 25 personas en los paseos marítimos, nueve de ellas en Pedregalejo, por “incumplir las medidas preventivas”. También empezó a permitir el acceso a los baños. Siempre de uno en uno, solicitándolo previamente, y si el establecimiento lo limpia a fondo al menos seis veces al día.
“Si no colaboramos todos, tendremos que cerrar”
Con todo, los hosteleros siguen quejándose de la actitud de algunos clientes. “La gente no tiene conciencia de lo que está pasando: no llevan mascarilla, no se desinfectan, quieren entrar al baño de dos en dos… ¡no respetan nada!”, se queja Raúl Ardila, encargado de la pizzería Ciao: “¿De qué sirve cumplir tan bien el confinamiento, si ahora lo hacemos todo mal? Si nosotros lo hacemos bien, ¿por qué el cliente no? Tienen que aprender a tomarse una cerveza”.
También advierten de que ellos no tienen autoridad para evitar que el viandante se siente en el poyete, y piden que sea la Policía quien lo evite. “Solo podemos decir que o se sientan, o circulan, y que no se pueden parar al lado de una mesa a charlar”, apunta Fabiana Villaruel, en el bar Vox. Si sus clientes no consumen en media hora deben abandonar la mesa y para hacer uso del servicio deben pedir turno. En redes sociales han pedido a sus clientes que respeten las normas: “Si no colaboramos todos, tendremos que cerrar”.
Justo al lado, Juan Luis Álvarez se asoma a su ventana y dice que, al fin y al cabo, tampoco ha ocurrido nada diferente a lo que pasó cuando pudieron salir los niños, y cuando se permitió hacer deporte: una salida en estampida, que con los días ha ido perdiendo empuje. El 13 de marzo, recuerda, el paseo seguía siendo un “hervidero”, y no le extraña demasiado que después de dos meses encerrados, haya quien tenga urgencia por pasear frente al mar. “La gente, cuando le han dado suelta, ha salido. Pero ya ha comprendido que hay que ser disciplinado. No hay que sacar las cosas de madre”, dice, antes de advertir dónde está el problema: “La gente joven, que se cree inmortal”.
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