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Pepe Morales, padre de Maloma: “Intenté adelantar el vuelo porque vi cosas muy raras”

Pepe Morales. Foto: Alejandro Ávila

Alejandro Ávila

Aquel 12 de diciembre, el día que secuestraron a su hija, fue el peor de su vida. Ese diciembre era la primera vez que Pepe Morales y su hija Maloma, a la que adoptó en abril de 2014, visitaban juntos el Sáhara, el país de origen de su hija. Con todos los documentos en orden y su flamante pasaporte español, Maloma podía, por fin, visitar a su madre biológica y a sus dos hermanos.

Cuenta Pepe, sentado en el bar que regenta en Mairena del Aljarafe (Sevilla), que aquel viaje estaba siendo diferente a los demás. “Veía cosas muy raras y no estaba tranquilo. Incluso intenté adelantar el vuelo, pero no pude porque había que cambiar el visado”.

Quienes han estado en los campamentos de refugiados de Tinduf, un rincón inhóspito del desierto del Sáhara donde Argelia le hizo un hueco al pueblo saharaui hace 40 años, cuentan que el ambiente ha cambiado allí en pocos años. La crispación hacia los ciudadanos españoles parece latir en alguna que otra mirada. Son impresiones, pero algo de aquello y de lo que se avecinaba debió intuir Morales días antes de que su propia familia biológica secuestrara, asegura, a Maloma, una mujer de 22 años de edad.

Pepe relata así los hechos de aquel 12 de diciembre. “Estábamos en casa de la familia biológica de Maloma. No salimos para nada aquel día, preparamos la maleta y un par de horas antes de irnos, nos dijeron que fuéramos a despedir a la tía. Tras visitarla, me pidieron que les acompañara a preparar la cena en casa de Maloma, pero ella se quedó en la tienda de su tía. A los tres o cuatro minutos la escuché llamándome ”papá, papá“: resulta que la habían agarrado entre dos primos y un hermano y había conseguido escapar. Cuando consiguió zafarse y gritar, le pegaron para amedrentarla. La metieron en un coche, que estaba arrancado desde hacía dos minutos. Era un coche que no había estado nunca por allí y que llevaba allí desde por la mañana. Era algo que llevaban mucho tiempo preparando”.

Cuando la metieron en el coche, le dijeron que iba a casa de unos tíos, pero él vio que aquello era un secuestro. “Cogí nuestras maletas, pensando que me la iban a devolver. Cuando lo denuncié ante el jefe de protocolo y este fue a denunciar el secuestro a la policía, la policía ya lo sabía, porque alguien había puesto un parte”, explica Morales.

“Fue el peor día de mi vida. Llegué a Argel a las cuatro de la mañana y no salimos a Madrid hasta las tres de la tarde. Estuvimos allí tirados 12 horas. Maloma me llamó a las nueve de la mañana y le dije que comiera para seguir teniendo fuerzas y que no discutiera. Me dijo que ella ya sabía lo que tenía que hacer. A la vuelta, yo quería que se hundiera el avión. Hablé con mi mujer y no fui capaz de decírselo. Cuando Maloma me llamó, le pedí que colgara y llamara a Mari Carmen (su madre adoptiva). ”Como yo le diga que no vienes y encima no oiga tu voz, mi mujer se me muere. Desde entonces sólo hemos hablado cuatro veces con ella“.

La última vez que habló con su familia adoptiva fue el día de Navidad. “La dejaron hablar con nosotros al final del día. ”Sacadme de aquí, que me muero“, nos dijo, y se puso a llorar”.

Mientras Lala, la perra de Maloma, corretea por el bar entre las piernas de Pepe, este mantiene la entereza en todo momento. Su mujer, Carmen de Matos, aparece por el bar a mitad de la entrevista. Visiblemente cansada y triste. Está consumida y recibiendo tratamiento psicológico, al igual que tantas otras familias que sufren este, hasta ahora, poco conocido problema: el de las mujeres saharauis que, tras estancias de una década en España como niñas de acogidas, son secuestradas por sus familias biológicas durante las visitas al Sáhara.

“Se quedó en España porque su familia lo quiso”

Maloma visitó a Pepe y Carmen por primera vez cuando tenía siete años. Pepe la recuerda como una niña “que se relacionaba con todo el mundo, se expresaba muy bien y aprendió español muy pronto”.

Aquello fue en el verano de 2001 y se repitió durante tres años más, hasta que en 2005 “la familia (biológica) quería que se quedara (durante todo el curso) sí o sí, para que tuviera una vida mejor que ellos”. Antes de la entrevista, Pepe e Ismael Arregui, la pareja de hecho de Maloma desde hace tres años, muestran el certificado de Delegación Saharaui de Andalucía, avalado por la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla, que autorizaba en el año 2005, cuando Maloma contaba con 12 años, su acogida por parte de José Morales y Carmen de Matos.

“Se quedó en España porque su familia quiso. Si la familia la hubiera reclamado en cualquier momento, yo le habría pagado el viaje y se habría ido de vuelta”. Sostiene Morales que la relación con la familia biológica siempre ha sido “estupenda. Yo he estado allí dos veces sin Maloma, que no podía viajar. Mi mujer y yo hemos ido para allá y hemos estado viviendo con ellos una semana. Viajábamos para que la familia supiera que Maloma estaba bien”.

Pepe ha sido acusado por miembros del movimiento prosaharui español de haber realizado una adopción encubierta. “No es lo habitual, pero fue decisión de ella cuando cumplió la mayoría de edad. La condición para adoptarla era que fuera mayor de edad en Argelia, la niña tenía que tener 19 años y teníamos hasta los 21 para adoptarla. Estamos en un país libre, ella decidió que la adoptáramos y nosotros dijimos que sí”, concluye.

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