La primera botánica de España o una maestra de las mujeres del cambio: las escritoras 'ocultas' de Teruel
“Ocultas, que cuesta encontrarlas y todavía es más difícil ver su obra y lo que escribieron porque no aparecen en los manuales de literatura”. Esta es la situación en la que se encuentran las escritoras turolenses de la historia, según explicó el literato Juan Villalba. Lo hizo durante la conferencia, con motivo de los 75 años del Instituto de Estudios Turolenses (IET), que trataba de hacer un repaso por las figuras femeninas de las letras en la provincia bajo aragonesa hasta el siglo XX.
Este tema, como Villalba detalló en los primeros minutos de la exposición, surge hace dos años cuando en una clase de la Universidad de Verano recorrió las comarcas turolenses a la vez que destacaba una decena de autores de cada una de ellas. Al llegar al final, en el turno de preguntas, una de las asistentes comentó que “apenas había hecho mención de mujeres”. En ese momento Villalba respondió que no tenía “más referencias” de mujeres escritoras que el par que había mencionado entre un centenar de literatos y pensó “tiene que haberlas, voy a investigar”.
Así lo hizo y lo demostró cuando enumeró una amplia lista, que comenzó con la figura de Juana Sobrarias. Una mujer perteneciente al siglo XVI y que formó parte del círculo de humanistas alcañizano. Incluso, consiguió algo “insólito para la época” porque cuando su padre, Juan Sobrarias -de Alcañiz, catedrático de humanidades en Zaragoza, licenciado en medicina y reconocido por el rey católico del momento-, se tenía que ausentar por diversos motivos, era Juana quien lo sustituía en la cátedra. “Hay un artículo de un autor inglés que señalaba que Juan Sobrarias educó a Juana en la cultura y es por esto que dio conferencias como su sustituta además de escribir por ella misma”, indicó Villalba.
Poesía desde las iglesias
Ya en los siguientes siglos, tanto el XVII como XVIII entraron a formar parte de la literatura turolense una serie de mujeres ligadas a la religión. Ejemplo de ello es Delfina Pedro o como se le conoce en el mundo de las letras que es Sor Delfina de Jesús. Según describió el ponente, durante la investigación, para poner en el mapa a escritoras turolenses, descubrió que Delfina había ingresado en “edad muy temprana al convento de Montesanto de Villarluengo”, donde permaneció hasta que en la década de 1660 fundó el convento de Cuevas de Cañart. Esa relación con dios es lo que marca sus obras, pues son meramente “religiosas” y con manuscritos dedicados a los ejercicios de adviento, entre otros temas eclesiásticos.
“La tradición habla de que el edificio del convento en el que estaba Sor Delfina no tenía puerta y las noticias les llegaban por un agujero que se abría entre los muros. Cuando la nueva conseguía pasar el hueco se cerraba de inmediato por lo que estaban aisladas totalmente”, relató Juan Villalba.
Con una situación similar se encontraba Luisa Herrero, quien escribía desde el convento de Valdealgorfa en el que entró “muy joven” con solo ocho años. Era poeta y escribía una poesía con ritmo enfocada a lo sagrado y la historia eclesiástica. Según mencionó Villalba, el escritor calandino, Vicente Allanegui, estudió a Herrero y concluyó que la joven poseía un don para la escritura. Algo que demuestran su “treintena de obras” a las que se suman letrillas y dances, que confeccionaba con el objetivo de representarlas en el convento.
Más tarde y con un estilo marcado por la corriente romanticista se encuentra Sor María Francisca de San Antonio. Ella nace en Alcañiz y muere con apenas veinte años tras evocar en sus textos un deseo de soledad, que mostraba con líneas como: “Dejadme estar sola, que sola quiero estar…”. Lo que para Juan Villalba desprende un sentimiento de romanticismo y a lo que Francisca sumó una decena de poemas devotos.
Los textos científicos de las Ocón
En el siglo XIX se cambia de tercio y la provincia de Teruel se impregna de textos científicos. Muchos de ellos fueron escritos por Blanca Catalán de Ocón y su hermana Clotilde Catalán de Ocón, cuyo padre pertenecía a Monreal del Campo. “La madre había recibido una educación especial en Suiza y trató de inculcarlo a sus hijas”, indicó Villalba, quien añadió que uno de los lugares en los que mayor tiempo pasaba la familia Ocón era la Sierra de Albarracín y es por esto que este es el espacio en el que desarrollaron la mayor parte de sus investigaciones.
En el caso de Blanca, el campo de trabajo escogido fue la botánica, que inicialmente era una de sus aficiones. “Se encargaba de recoger flores y plantas y crear artículos en los que incluía descripciones con dibujos que ella misma hacía de las especies naturales. Consiguió descubrir nuevas especies y autóctonas de la zona de Albarracín”, indicó el profesional literario, Juan Villalba. El primer trabajo de Blanca ve la luz en el periódico La Provincia en 1880 y constaba de un catálogo de las plantas que había recolectado en el valle del Cabriel. Todo este trabajo, según señaló en la exposición, llevó a que la reconocieran como “la primera botánica de España”.
Por su parte, Clotilde Catalán se dedicaba a la entomología a la par que escribió poesía romántica en la que demostraba su amor a la naturaleza y a la sierra turolense en la que tanto había vivido. Como mencionó Villalba, algunos de los textos de las hermanas venían firmados por el naturalista Bernardo Zapater, aunque dentro siempre indicaba que pertenecían a Blanca y Clotilde. Aunque otras mujeres no tenían esa suerte a no ser que utilizaran un pseudónimo.
El feminismo a través de palabras
Tras ellas, entrado el siglo XIX, llega una corriente de “mujeres feministas” con nombres como Concepción Gimeno de Flaquer o Melchora Herrero Ayora. La primera de ellas apostaba por “un feminismo posibilista” y a través de sus obras -por ejemplo, ‘La Mujer juzgada por una mujer, o ‘La mujer ante el hombre’- reivindicaba una educación en igualdad o la independencia económica y más adelante instó por el voto femenino. En uno de sus textos narraba: “Decidme porque hay individuos que censuran a la mujer”.
Melchora Herrero inaugura el siglo XX y fue docente, pedagoga y periodista, nacida próxima a Villarluego, localidad a la que cuando se fue dedicó un libro sobre sus recuerdos allí. Ella es considerada como otra de las “maestras de las mujeres del cambio” y ejerció como directora de la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer. Su actividad la compaginó con la escritura de “muchas obras” con los niños y mujeres como destinatarios tales como ‘Para las mujeres reflexiones y consejos’ o ‘El triunfo de Amalia’.
Sin embargo, de otras muchas no se han llegado a conocer sus nombres. El reconocido Domingo Gascón escribió cerca de 2.000 cartas a grandes personajes de la historia y consiguió aproximadamente medio millar de “coplas”, que dieron como resultado el Cancionero de los Amantes. Como Villalba anotó, en esta agrupación de textos con los Amantes de Teruel como centro participaron cerca de 350 hombres por una veintena de mujeres. En la actualidad, Villalba destacó que “hay muchas escritoras turolenses y muy buenas”.
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