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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La industria del huevo: maltrato, explotación y muerte con falsas 'alternativas'

Carga de gallinas en el camión que las transporta al matadero. 2018
8 de noviembre de 2023 12:50 h

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En España hay 56 millones de gallinas explotadas por el sector del huevo, según los datos oficiales. La presión para producir huevos, el hacinamiento y a las condiciones ambientales provocan enfermedades y patologías que son inherentes a la explotación y cría de animales a gran escala y son conocidas por la industria y por las administraciones públicas.

Esta cruda realidad, que poco tiene que ver con la publicidad de la industria, ha sido documentada en una investigación de Aitor Garmendia Tras los Muros para Animal Save Movement. “Contra todo pronóstico, y tras solicitar acceso a varias granjas, una de las mayores productoras de huevos de España me autorizó la entrada. Entre los años 2018 y 2022 he visitado sus granjas en seis ocasiones”, explica. Y como se puede comprobar en el estudio, los métodos “alternativos” a las jaulas no evitan que las gallinas sean criadas, explotadas, transportadas y matadas, como las procedentes de jaulas, sin tener en cuenta su bienestar más elemental, por mucho que la palabra “bienestar”, se haya convertido en el mantra publicitario de la industria.

Según el Eurobarómetro sobre las Actitudes de los europeos hacia el bienestar de los animales, el 64% de la ciudadanía declara que desearía disponer de más información sobre las condiciones en las que se encuentran los animales explotados en granjas. Sin embargo, el oscurantismo que envuelve a las operaciones de la industria ganadera y su falta de transparencia interfiere en el derecho del consumidor a tomar decisiones libres e informadas.

El sector del huevo español, en cifras

En el Estado español, detalla este estudio, existen 1.473 explotaciones dedicadas a la producción de huevos, con una población de 47 millones de aves —cifra que apenas ha variado en los últimos años, y 236 dedicadas a la reproducción, con una población de 9 millones aves.

El 1 de enero del año 2012 entró en vigor la normativa comunitaria que obligaba, entre otros requerimientos, a ampliar el espacio de las jaulas (de 550 cm2 a 750 cm2 por gallina). Los Estados disponían de más de diez años para cambiar las jaulas, pero Bruselas abrió un expediente al Estado español por no cumplir la normativa a tiempo. Con ese aumento de espacio, el disponible para cada animal es el equivalente a poco más de un folio, y el 68,6% de las gallinas en la industria española sigue en jaulas. Más de quince millones de gallinas malviven explotadas en sistemas “alternativos” (campero, en suelo y ecológico).

Desde la incubadora

A diferencia del comportamiento en condiciones libres de explotación, en los sistemas industriales los pollos nacen artificialmente en máquinas incubadoras y son criados sin vínculo maternal. Los huevos fértiles que llegan a las incubadoras son el resultado de un proceso de selección genética que involucra a tres generaciones de aves. Las granjas de selección, donde comienza el proceso, están altamente tecnificadas para desarrollar las aves con las mejores aptitudes genéticas (líneas puras) a fin de servir a los distintos negocios avícolas. Después las aves se cruzan para obtener una segunda y tercera generación, explotadas en las granjas de multiplicación para acabar abasteciendo de huevos fértiles a las máquinas incubadoras, de donde se obtienen las gallinas destinadas a la puesta.

Este flujo de producción abastece a todos los sistemas de explotación y cría: ecológico, campero en suelo, o en jaula. “Todas las gallinas provienen de incubadoras industriales y la mitad de los pollos que nacen son triturados vivos o asfixiados por inhalación de gas”.

Trituración y muerte por asfixia

La aves destinadas a la puesta de huevos carecen de la velocidad de crecimiento y de engorde que poseen las aves destinadas a la producción de carne. “Por ello, la industria del huevo desecha a los pollos macho. No tienen valor comercial. Ni ponen huevos, ni resultan eficientes para la obtención de carne”. A las pocas horas de nacer, los machos se separan de las hembras mediante un procedimiento denominado sexado y se matan. En el año 2021, las incubadoras industriales en España produjeron más de 90 millones de huevos y surtieron a las granjas de puesta con más de 38 millones de gallinas. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) no conoce el número de pollos macho que fueron exterminados, pero estima que será una cifra similar a la de hembras nacidas.

Los dos métodos más extendidos para la matanza de pollos macho son la asfixia por inhalación de gas y la trituración. Ambos constan como procedimientos legales la normativa vigente, a pesar de que, más allá de la ética, incluso la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), reconoce que compromete el bienestar de los animales.

La muerte como consecuencia de la exposición a distintos gases va precedida de dolor, miedo y dificultad respiratoria. La muerte por trituración implica arrojarlos a unas “protuberancias de poliestireno” que destruyen los cuerpos de los pollitos cuando aún están vivos.

Debido a la presión ejercida por organizaciones de defensa animal, sumada al creciente interés social por las condiciones en las que son tratados los animales que se consumen, se han desarrollado tecnologías que permiten determinar el sexo de los embriones en etapas muy tempranas de su desarrollo, para, una vez que se detectan los sexos, retirar del proceso de incubación los huevos con embriones macho y sustituirlos por otros, para evitar su nacimiento y posterior matanza.

Tras el proceso de selección y clasificación, las hembras son introducidas en cajas a gran velocidad, apiladas unas sobre otras, y trasladadas en camiones rumbo a la granja. “Hasta ese momento, todas las aves, indistintamente del sistema de explotación para el que han sido criadas —ecológico, campero, suelo o jaula—, han sido sometidas a los mismos procesos”. En ese primer traslado a las granjas, cuando apenas tienen unas pocas horas de vida, muchas mueren por el camino.

Sistema de jaulas

Las explotaciones modernas de gallinas están compuestas por naves de gran tamaño altamente tecnificadas. Cada nave puede encerrar decenas de miles de aves en jaulas dispuestas a lo largo de hileras de varias alturas, y una granja puede llegar al millón de aves en varias naves.

Las gallinas jóvenes llegan a la granja con uno, dos o tres días de vida y son alojadas en las naves de recría donde permanecen, aproximadamente, hasta las diecisiete semanas de edad. Durante esta etapa “se procura maximizar su potencial genético bajo estrictos programas de luz, temperatura, alimentación y vacunación”. De allí son trasladadas a las naves de puesta, donde son explotadas durante un periodo que oscila entre las 55 y las 95 semanas —dependiendo si se extiende el ciclo de producción— hasta que dejan de ser productivas. Después se envían al matadero.

En condiciones libres de explotación, la esperanza de vida de las gallinas se sitúa entre los 5 y 8 años, pudiendo alcanzar hasta los 20 años de edad, incluso los 30. En la granja, por el contrario, su vida acaba cuando dejan de ser rentables, hacia las 72 semanas de edad, aunque se puede extender hasta 40 semanas más. Esto sucede bajo cualquiera de los sistemas de cría, industriales o “alternativos”.

Sistemas “alternativos”

La normativa comunitaria establece tres sistemas “alternativos” a la explotación en jaulas: [0] ecológico, [1] campero y [2] en suelo. El número corresponde al primer dígito del código que aparece sellado en los huevos. Al sistema de producción en jaulas, de donde provienen el 89% de los huevos consumidos en el Estado español según datos de 2020, le corresponde el número [3].

En el caso de la cría “ecológica”, las gallinas comen pienso de producción ecológica. “Tienen acceso a exteriores al menos un tercio de su vida, excepto cuando se hayan impuesto restricciones temporales con arreglo a la legislación de la UE. Los espacios al aire libre deben estar cubiertos de vegetación en su mayor parte. Se garantizan ocho horas sin luz. El número máximo de aves por metro cuadrado de superficie utilizable en zona cubierta es de 6; en zona al aire libre es de 4 metros cuadrados”.

En el caso de las “camperas”, las gallinas deben poder acceder de forma ininterrumpida y durante todo el día a un espacio al aire libre. “Este requisito no impide a los explotadores restringir dicho acceso durante un período limitado por las mañanas. Los espacios al aire libre deben estar cubiertos de vegetación en su mayor parte. El número máximo de aves por m2 de superficie utilizable en zona cubierta es de 9; en zona al aire libre es de 4m2 por ave. La densidad máxima de población en los espacios al aire libre no superará las 2.500 gallinas por hectárea de terreno disponible o una gallina por cada 4m2”.

En el caso de “suelo”, no se dispone de acceso al exterior ni de luz natural. El número máximo de aves por m2 de superficie utilizable es de 9.

La Comisión Técnica de Salud y Bienestar de los Animales (AHAW) de la EFSA concluyó en un informe publicado en 2004 que los sistemas alternativos a las jaulas también influyen de manera negativa en la salud de las gallinas. Están más expuestas a bacterias, parásitos y enfermedades infecciosas; el picoteo es mayor en los grupos de aves numerosos y puede provocar daños en los tejidos, canibalismo y mortalidad; los niveles de polvo, microorganismos y amoníaco en el aire son mayores y pueden tener consecuencias perjudiciales para el sistema respiratorio y los ojos, y la tasa de mortalidad es normalmente mayor que en los sistemas de jaulas.

Un estudio realizado en Suecia entre los años 2001 y 2004 —que incluyó a 914 gallinas procedentes de 172 gallineros distintos— demostró que, en los sistemas de campo abierto o interiores con yacija, existía una incidencia significativamente mayor de enfermedades bacterianas y parasitarias además de canibalismo.

Otro estudio analizó a 1.479.036 gallinas alojadas en sistemas sin jaulas en Bélgica, entre los años 2012 y 2013. A las 60 semanas de edad la mortalidad acumulada promedio fue de 4,1%. Las principales causas fueron el picoteo de plumas y canibalismo, salpingitis, infecciones por Escherichia coli y asfixia. De las 47 manadas, 46 tenían los picos recortados. Se encontraron ácaros rojos en el 63% de los gallineros.

Un porcentaje de las gallinas sometidas a explotación, en el caso de la UE se calcula entre 10 y 30 millones al año, muere antes de ser enviadas al matadero. Los procedimientos a los que son sometidas, —como la mutilación del pico o el vaciado de aves en la granja—, las condiciones de hacinamiento y de explotación o la presión genética, entre otros factores, son causantes de distintos problemas de salud que inciden en su bienestar y en su calidad de vida.

Canibalismo, mutilación

Uno de esos problemas más comunes en el picoteo de plumas y el canibalismo, que suceden bajo todos los sistemas de cría y se dan en distintas especies de aves (pollos, patos, pavos, codornices o faisanes).

En 1998 se llevó a cabo un estudio transversal financiado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAFF) del Reino Unido para analizar los factores de riesgo de picoteo de plumas en gallinas explotadas en sistemas “alternativos” a las jaulas. El 46,6% de los granjeros informaron de que el picoteo era algo normal en su explotación. “El 70% constató la existencia de calvas en las aves; el 12% sangre; el 64% plumas dañadas; el 10% gallinas arrancándose sus propias plumas; el 49% gallinas arrancando las plumas a otras gallinas; el 58% picoteando las plumas de otras gallinas y el 17% comiendo plumas. Asimismo, el 68% de los granjeros observó daños en la espalda; el 57% en el cuello; el 55% en la cola; el 27% en la cloaca; el 23% en la cabeza y el 10% en las alas. La proporción de aves afectadas fue del 30%”.

La mutilación del pico es una práctica generalizada en toda la industria destinada a prevenir la mortalidad causada por canibalismo —además de ser un grave problema de bienestar también supone una amenaza económica para la granja— y a minimizar el picoteo agresivo en la cabeza, el picoteo en las cloacas y todas las formas de picoteo en las plumas, aunque la práctica no reduce completamente el daño. La legislación europea permite el recorte de pico en todos los sistemas de explotación y cría, también en los “alternativos”. Un amplio metaanálisis que analizaba datos sobre 176 millones de gallinas de 16 países —diez de ellos pertenecientes a la UE—entre 2000 y 2019, encontró que el 84% de aves tenían el pico mutilado.

El pico es un órgano funcional y complejo dotado de termorreceptores, nociceptores y mecanorreceptores que las aves usan para realizar muchas de sus actividades. Los dos procedimientos de mutilación de pico más utilizados son el corte mediante cuchilla caliente y el corte mediante energía infrarroja, que se realiza en la incubadora al poco de nacer. El corte mediante cuchilla es más agresivo pero ambos métodos pueden causar dolor (agudo o crónico), dañar tejidos y nervios, provocar neuromas y comprometer algunas funciones necesarias para la salud y el bienestar de las gallinas, como el comportamiento alimentario, la ingesta de agua, el acicalamiento del plumaje con el que se eliminan los ácaros y los piojos o la exploración del medio. Es evidente, por tanto, que el recorte merma su bienestar.

Tanto las jaulas convencionales como las acondicionadas son de alambre, las gallinas siguen hacinadas y su altura no les permite ponerse de pie. Su estructura y sus dimensiones limitan o impiden expresar comportamientos naturales necesarios para la salud de estas aves, reconocidos por las propias autoridades, como los baños de polvo, el descanso sobre percha, la búsqueda y construcción de nido, por el que tienen que competir cuando están hacinadas, o su natural comportamiento exploratorio.

Presión productiva

“Los presuntos ancestros de las gallinas —el gallo bankiva— ponen entre 10 y 15 huevos al año, en contraste con los 115 huevos que ponía una gallina doméstica en 1930 y los más de 300 huevos que pueden llegar a poner hoy en día las estirpes creadas por la industria”, explica el estudio. 

Esta presión productiva las predispone a sufrir varios problemas de salud. El prolapso es una de las afecciones más comunes. Consiste en el desplazamiento del oviducto y los órganos rectales fuera de la cloaca, tras la puesta. El prolapso causa daño permanente a la gallina y puede ser letal. Además, las membranas expuestas pueden atraer a otras gallinas a picotear la cloaca y desembocar en canibalismo.

Para la formación de la cáscara, la creación de un huevo exige una alta demanda de calcio que proviene, en gran parte, del esqueleto de la gallina. Su necesidad de calcio para la producción de huevos excede las reservas de su cuerpo unas 30 veces, y la debilidad ósea y las fracturas pueden llegar a morir por incapacidad para llegar a la comida o el agua, con permanente dolor y angustia. Una investigación llevada a cabo en Dinamarca observó una prevalencia de fracturas óseas en un rango de 53% a 100% en sistemas “alternativos” a la jaula y en un rango de 50% a 98% en sistemas de “jaulas acondicionadas”. Otro estudio realizado en el Reino Unido encontró una prevalencia del 36% en “jaulas acondicionadas” y del 45% al 86% en los sistemas de explotación “alternativos”.

También son comunes las afecciones en las patas tanto por los alambres de las jaulas, que provocan hiperqueratosis así como crecimiento excesivo de las garras con las consiguientes fracturas, heridas e infecciones, como por la humedad y el alto contenido de amoniaco en las superficies de los sistemas “alternativos”.

La visión es un sentido importante para el bienestar de las aves. Su agudeza visual es superior en relación a otros grupos de vertebrados y son capaces de percibir, no solo el rango de luz visible para los humanos, sino también dentro del rango UV, además de detectar la luz polarizada y campos magnéticos. La búsqueda de comida y agua, el desplazamiento o el reconocimiento de sus congéneres son comportamientos mediados visualmente que pueden verse afectados por las condiciones lumínicas de la nave. La luz afecta también a muchas funciones esenciales, incluida la temperatura corporal y el metabolismo implicado en la digestión.

La normativa europea indica que la iluminación en las naves debe permitir a las gallinas verse claramente unas a otras, pero estos sistemas no atienden al desarrollo funcional de las habilidades visuales de las aves y son implementados para estimular y prolongar su actividad reproductiva y maximizar su rendimiento, y la gestión de la luz puede predisponer a las gallinas al picoteo severo de plumas, al canibalismo cloacal y a la mortalidad temprana.

Cuando decae la producción de huevos y se estima que las aves han cumplido su función productiva, generalmente hacia las 60-70 semanas de edad, es decir, poco más de un año de vida, son gallinas “de desvieje”, según la industria. “Sus cuerpos pueden ser transformados en carne para consumo humano, en aceites o harinas proteicas para otros animales, usados como fertilizantes, como ingredientes alimentarios funcionales, otros usos o simplemente ser desechados”. En 2021, solo en el Estado español, más de 34 millones de gallinas fueron transportadas a mataderos y transformadas en carne para consumo humano.

Vaciado de granja y transporte

Sea por finalización del ciclo de producción o por traslado de las aves, la normativa exige que el vaciado de la granja se ejecute mediante el sistema ‘todo dentro-todo fuera’. Después la instalación se desinfecta y se introduce una nueva manada de aves. La normativa pone una serie de requisitos a este proceso, pero la realidad es que un solo operario puede llegar a retirar 10.000 aves en una sola jornada, entre 10 y 20 por minuto. Además del estrés y el miedo, las aves sufren golpes y fracturas. En unas baldas aún más reducidas que las jaulas son trasladadas al camión, y para poder cerrar los compartimentos son aplastadas unas contra otras. El resultado es contrario a la normativa, pero esa propia normativa no exige la presencia de ningún inspector veterinario cuando se ejecuta el procedimiento.

El transporte al matadero, para aquellas aves que han sobrevivido hasta ese momento y sea cual sea el método de explotación del que procedan, es “extremadamente estresante”. Apenas disponen de espacio y la ley permite que sean privadas de agua y comida hasta doce horas de trayecto. A pesar de la vulnerabilidad de las aves en el transporte, “la salud de los animales queda en manos de los transportistas y no de inspectores veterinarios oficiales o de especialistas ajenos a las empresas cárnicas”.

Además, hay que tener en cuenta que el número de inspecciones detallados por las propias autoridades es insuficiente y la realidad es que decenas o cientos de miles de camiones realizan la carga, el transporte y la descarga ajenos a controles veterinarios oficiales. “Los animales pueden sufrir un trato lesivo a manos de transportistas u operarios —como muestran las imágenes que se presentan en este informe— por encima del que permite la ley, con total impunidad”.

Matadero

La industria ganadera sostiene que los métodos de aturdimiento que se aplican a los animales de forma previa a su matanza evitan su sufrimiento. Además, asegura que la normativa de bienestar se cumple de forma estricta, pero nada de esto es cierto, afirma Aitor Garmendia después de haber visitado en los últimos años decenas de mataderos de conejos, aves, caballos, corderos, cerdos y vacas y publicado dos trabajos que profundizan sobre estos asuntos: uno realizado en 58 mataderos ubicados en México y otro realizado en 16 mataderos ubicados en el Estado español. “En ellos, he podido constatar que la ley no se cumple y que los animales sufren distintas formas de violencia inherentes a los procesos industriales de matanza”, afirma.

La propia normativa europea reconoce que “la matanza puede provocar dolor, angustia, miedo u otras formas de sufrimiento a los animales, incluso en las mejores condiciones técnicas disponibles”, y las investigaciones realizadas en mataderos de todo el mundo mediante el uso de la cámara oculta corroboran estos hechos. Basta con acudir a un buscador de internet y comprobarlo uno mismo. Existen cientos de vídeos que muestran el incumplimiento sistemático de la ley y los innumerables daños que padecen los animales.

Los métodos permitidos en la UE para el aturdimiento de las aves son los siguientes: pistola de perno cautivo penetrante y no penetrante (daño cerebral grave); arma de proyectil libre (daño cerebral grave e irreversible); dislocación cervical (isquemia cerebral); golpe contundente en la cabeza (daño cerebral grave); aturdimiento eléctrico limitado a la cabeza (epilepsia generalizada en el electroencefalograma); aturdimiento por electrocución de cabeza-tronco (epilepsia generalizada en el electroencefalograma y fibrilación o parada cardíaca); baño de agua eléctrico (epilepsia generalizada en el electroencefalograma y posiblemente una fibrilación o parada cardíaca) y exposición a distintos gases (inconsciencia seguida de muerte por anoxia).

Según un estudio publicado en 2012 por la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea, la gran mayoría de gallinas destinadas a la puesta de huevos fueron aturdidas mediante baño de agua eléctrico (83%). En el Estado español, la totalidad de las gallinas, 44 millones, fueron aturdidas mediante ese sistema. El estudio explica con detenimiento el método y los daños y problemas asociados a él.

Lo que no queremos ver

Un elemento común de los mataderos es la existencia del transportador aéreo, un sistema de carril que traslada a los animales suspendidos de sus patas a todas las áreas del matadero.

Está en marcha en todo momento y algunas líneas pueden llegar a matar más de 8.000 aves por hora. Las aves son extraídas de las jaulas de transporte, atrapadas manualmente de sus patas a los ganchos del transportador y llevadas hasta un tanque de agua electrificada. El nivel del agua debe ser suficiente para que sus cabezas queden sumergidas. Una vez entran en el tanque, el transportador las arrastra a través del agua por la que circula corriente eléctrica. La ley exige que el sistema de aturdimiento garantice el estado de inconsciencia de forma inmediata y que este se prolongue hasta la muerte del animal. Sin embargo, no siempre sucede así. Algunas gallinas se resisten a sumergir su cabeza en el agua y logran cruzar el tanque sin haber recibido la corriente eléctrica. En otras ocasiones la aplicación de la electricidad no es suficiente o el aturdidor se bloquea debido a una avería —la ley asume estas circunstancias como posibles— En consecuencia, millones de gallinas llegan conscientes al degüello.

Una vez la gallina ha cruzado el tanque de agua electrificada llega al área de matanza, donde se procede al corte del cuello. El reglamento europeo exige que el corte se realice en ambas carótidas. Para ello se puede emplear un degollador automático o un cuchillo afilado. En 2011, la EFSA reconoció que al menos el 4% de las aves, es decir, millones de gallinas, pollos, pavos u otros, llegaban consciente al desangrado. Asimismo indicaba que los explotadores de mataderos tienden a reducir la corriente eléctrica —y con ello su eficiencia— por cuestiones relacionadas con la calidad de la carne. En el matadero de pollos donde se registraron las imágenes que acompañan a esta sección del estudio, algunas aves seguían mostrando signos de consciencia tras el degüello —se puede observar en este reportaje a partir del minuto 14:40—.

 La industria del huevo a apela al “tratamiento humanitario” de las gallinas o etiquetas como “libres de jaula” para trata de confundir al consumidor haciéndole creer que en sus granjas y mataderos las gallinas son bien tratadas y que la producción actual de huevos es resultado de una cualidad natural de éstas. En sus campañas de publicidad hacen uso de imágenes que no corresponden a sus instalaciones y que distan enormemente de los espacios reales donde se explota a las gallinas.

De forma independiente al sistema de cría —jaulas acondicionadas, suelo, campero o ecológico—todas las gallinas ‘comerciales’ sufren la explotación inherente a los procesos ganaderos. Desde que nacen en las bandejas de la incubadora hasta que son transportadas al matadero y matadas brutalmente, padecen daños que comprometen su salud física y psicológica.

“Los abusos que sufren las gallinas, así como los demás animales destinados a la producción de comida —cerdos, vacas, pollos, peces, etc.—, no se aceptarían si fueran cometidos contra perros o gatos, por ejemplo. De hecho, bajo las leyes actuales de muchos países, estos abusos serían considerados delitos con pena de prisión”. “Si aceptamos el consumo de huevos como parte de nuestra dieta, tenemos que asumir nuestra complicidad con los abusos aquí descritos. No existe lo uno sin lo otro. El maltrato, la explotación y la muerte sistemática son consustanciales a su consumo”, concluye el estudio.

“Aitor Garmendia obtuvo acceso a uno de los mayores productores de huevos de España y presenta de una manera visualmente impactante la repetida banalidad de la 'producción' industrial en masa donde pollos inteligentes con ojos, pulmones y latidos son tratados como meras mercancías desde el día en que nacen. Nacen sin sus madres, viven en enormes almacenes estériles y pasan su último día cuando los agarran sin contemplaciones como si fueran artilugios y los arrojan a contenedores para transportarlos a los mataderos. El público tiene el derecho y el deber de conocer lo que realmente sucede detrás de puertas cerradas y poder elegir ser vegano para así votar con su dinero como consumidores”, dice Anita, directora ejecutiva de Animal Save Movement.

“Esta película es absolutamente imprescindible para el público. La mayoría de las personas no tienen idea de lo que pagan cuando compran huevos. La vida monótona y tediosa de miseria abyecta que soportan las gallinas explotadas para obtener huevos se expone de una manera poderosa pero no gráfica. Mire esto y luego haga la pregunta: ¿es esto algo que desea apoyar?”, afirma James O'Toole, comunicaciones en Animal Save Movement.

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Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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