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“Liencres va a ir desapareciendo. La velocidad dependerá de los temporales y del ascenso del nivel del mar”

El último temporal se ha llevado dos metros de altura de playa y erosionado la duna.

Javier Fernández Rubio

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Este verano, cuando los bañistas y paseantes pisen la playa de Liencres estarán pisando una paleoplaya sin saberlo. La erosión de las dunas y del arenal de este Parque Natural de Cantabria está haciendo que la playa prácticamente desaparezca en pleamar y que vayan aflorando cada vez más evidentemente los sustratos de arena depositados hace varios cientos de años. Es la paleoplaya, que contiene incluso restos fosilizados de arena de hace miles de años con los que los niños intentarán llenar sus cubos sin conseguirlo porque sus palas se toparán con un vestigo tan duro como una roca.

A sus espaldas, las dunas cada vez parecerán más altas, pero es un efecto visual engañoso. Las dunas de Liencres están a la altura que han estado siempre, lo que ocurre es que la playa está cada vez más baja por la desaparición de arena y la aparición de los sustratos más antiguos. Una pasarela construida hace apenas unos años cuelga rota y marca la altura por dónde se comunica una senda artificial que conecta la dunas y la playa. Ahora parece una burla de la naturaleza por los intentos de los humanos de domesticarla.

“No es que crezca la duna, sino que se ha rebajado el nivel de playa. Realmente lo que estamos pisando ahora es la paleoplaya”. Quien con estas palabras explica la situación es el geógrafo, especializado en geomorfología, Carlos Arteaga, uno de los mejores conocedores de este espacio natural, ya que de él hizo su tesis después de que en 1996 el mar se comiera literalmente 150 metros de la punta de este espacio.

Si se avanza hacia el oeste, hacia la punta de flecha de esta gran lengua de arena, a unos 500 metros puede observarse el último mordisco de la erosión, dos o tres metros de altura de un frente dunar que ha desaparecido a lo largo de varios cientos de metros, revelando sus tripas como si se la hubiera abierto con un gran cuchillo. El escalón dunar hace tres semanas no estaba y no se sabe lo que quedará del resto cuando llegue el verano. Lo que ahora la erosión muestra son las tripas configuradas por restos antiquísimos de arena, ramas y troncos de árbol. Las plantas que aún aguantan en su superficie muestran también la intimidad de sus raíces, largas y profunda.

Ante ello, surge la pregunta inevitable de qué hacer. Para Arteaga el diagnóstico de futuro es claro: las dunas, como se conocen ahora, están llamadas a desaparecer. De aquel primer aviso de 1996, Liencres se ha ido recuperando paulatinamente, pero “Liencres va a ir desapareciendo”, afirma. “La velocidad [con la que ocurra] dependerá de los temporales y del ascenso del nivel del mar, aunque siempre quedará un sustrato rocoso junto a los actuales accesos al arenal”.

El Parque Natural de las Dunas de Liencres es una zona de notable valor geomorfológico y paisajístico que fue declarado espacio protegido en el año 1986, declaración que se ha visto ratificada por ley estos días por decisión del Parlamento de Cantabria. Con una extensión de 195 hectáreas, la parte más sensible es la relativa a las dunas, dado que debajo de ellas, en su mayor parte, no hay sustrato rocoso y, cuando desaparezca la arena, el Parque Natural quedará como desmochado.

El paisaje dunar se formó en un proceso de deforestación aguas arriba del río Pas, que desemboca en sus inmediaciones. Dicho proceso liberó ingentes cantidades de tierra que convertida en sedimento acabó acumulándose en la desembocadura de la ría. La deforestación se remonta a la incipiente industria tardomedieval y el sostenimiento de la demanda de madera para la construcción de barcos de guerra en Solía y la fundición de cañones en La Cavada, lo que propició un proceso de formación dunar similar al seguido en otras latitudes españolas, como fue el caso del parque de Doñana, producto de la deforestación del Valle del Guadalquivir. Los sedimentos y su fijación mediante el aporte de árboles y restos de vegetación 'construyeron' Liencres hace cuatro siglos. De hecho, existen cartularios que reflejan como lo que hoy es el puntal arenoso estaba constituido por cuatro bancadas de arena aisladas a modo de islotes en el siglo XVI.

A eso se vuelve, pero aún es pronto. Para entender lo que ocurre es necesario saber que para la formación de una duna hacen falta tres elementos: arena suficiente, viento y un obstáculo que fije los sedimentos. Los tres elementos se han visto alterados en Liencres por la acción del hombre o una dinámica natural. Acción del hombre fue el encauzamiento del Pas a la altura de Ontaneda, lo que ha cortado el suministro de sedimento aguas abajo y el aporte natural de arena; y la elevación paulatina del nivel del mar y un cambio en la dinámica de corrientes ha propiciado la erosión dunar, que está poniendo al descubierto los antiguos vestigios arbóreos. El viento, como gran restaurador de arena en la duna, poco puede hacer ya cuando apenas queda playa de la que arrastrar nada.

Los ciclos dunares se desarrollan en invierno y en verano y tienden siempre al equilibro. Al menos hasta ahora. En invierno, con los temporales, el oleaje genera pendiente en la playa y la duna cede arena para compensarlo; por contra, en verano, el viento devuelve la arena 'prestada' de la playa a la duna. Este ciclo, según Carlos Arteaga, se ha roto en Liencres, de tal modo que ahora la dinámica es meramente erosiva dado que la duna cede arena y no la va a recuperar, algo que se va a mantener en el futuro, a su juicio.

Paralelamente, ha habido un cambio en la dinámica de las corrientes. Históricamente la arena que salía a mar abierto desde la ría acababa depositada en el frente de playa por acción del viento del noroeste. Ello hacía que la playa no perdiera arena y que esta no escapara al mar. Sin embargo, Carlos Arteaga ha observado que desde hace años, concretamente desde 2008, la arena escapa al mar o, como mucho, se deposita en la punta de flecha de la península dunar, por lo que la duna cede arena en todo el frente a la playa y esta la pierde definitivamente sin posibilidad de devolverla..

En 1996 se produjo un primer aviso de la naturaleza, cuando 150 metros de duna se desplomaron literalmente abriendo un canal transversal de agua que comunicaba directamente la desembocadura del Pas con el mar abierto. Carlos Arteaga conoce muy bien lo que ocurrió porque lo estudió en su momento y posteriormente elaboró, hace 25 años, una tesis al respecto. Desde entonces, afirma, los procesos de erosión continúan y, algo que es más inquietante, se ha alterado la dinámica de corrientes, lo que está provocando que la playa desaparezca en pleamar y el agua llegue ya a las dunas erosionándolas.

Una pasarela ya inservible revela a qué altura se encontraba la duna y el nivel de playa hasta hace no mucho. Según observaciones hechas por satélite, el frente dunar de Liencres, en una longitud aproximada de 700 metros, retrocede entre dos metros y dos metros y medio cada año desde hace una década. También se está erosionado verticalmente otros dos metros cada año. La suma de ambos procesos hace que todos los años el sistema dunar pierda cuatro metros cúbicos de arena por cada metro lineal y que la línea haya retrocedido 20 metros con respecto de donde se encontraba hace una década. Ello está haciendo aflorar la paleoplaya, es decir, la playa existente hace cientos de años, en algunos tramos fosilizada, y que hasta ahora había estado sepultada bajo la playa desaparecida. En todo caso, en bajamar la playa simplemente desaparece y el agua muerde con descaro la base de las dunas.

También Liencres es un buen ejemplo del cumplimiento de la regla de Bruun, que viene a decir que por cada milímetro que suba el nivel del mar, los arenales retroceden un metro. Con 500 metros de anchura, la lengua dunar de Liencres no desaparecerá inmediatamente. Habrá playa al menos otros 100 años, pero no como hasta ahora, en un proceso paulatino en el que la naturaleza se meterá en una máquina del tiempo y llevará a Liencres cuatro siglos atrás con lenguas de agua que la atraviesen y la conversión del frontal en islotes permeables que permitan la conexión directa del agua entre el río Pas y el mar.

Desaparecerá como es ahora tarde o temprano, aunque me preocupan más otras playas porque Liencres va a seguir teniendo arena. Oyambre, por ejemplo, como todas las playas frontales al mar, acabará siendo playa solo en bajamar

Si el Pas reclama volver a tener una apertura directa al mar, la pregunta tal vez fuera qué necesidad hay de mantener el ecosistema dunar de Liencres, más allá del aprovechamiento turístico en verano. Carlos Arteaga da varias razones para lamentar su pérdida, pero sobre todo dos: el ecosistema dunar contiene flora y fauna específica y también supone una barrera que afecta a los acuíferos cercanos y a la ganadería de la zona. Su desaparición implicará una mayor salinización de las aguas.

“Desaparecerá como es ahora tarde o temprano”, añade. No tocar el esqueleto de la duna, es decir, el entramado de árboles y restos vegetales que asientan la arena y hacen de la duna lo que es y efectuar una limpieza de la playa sin intervención de maquinaria son dos recomendaciones para no contribuir a dar más fuerza a la erosión. Aunque Liencres, no obstante, no es el caso más preocupante en Cantabria: “Me preocupan más otras playas porque Liencres va a seguir teniendo arena. Oyambre, por ejemplo, como todas las playas frontales al mar, va a ser playa solo en bajamar”.

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