Ley de la Segunda Oportunidad, el último refugio antes del abismo: “Hubo un día en que se acabó todo, no había ni un euro en la cartera”
Ángel cruzó los dedos y rezó un padrenuestro. No llegó a la segunda estrofa porque ya no recordaba la letra. “Fue lo único que se me ocurrió hacer el día que fui consciente de que lo había perdido todo”, confiesa. Un negocio de hostelería que empieza a ir mal, un crédito que había pedido para reformar el local y una hipoteca sobre la casa acabaron por precipitar la ruina. Dice que lo más difícil fue darse cuenta de que necesitaba ayuda hasta para comprar los alimentos básicos. También explicárselo a su mujer, a quien había mantenido al margen de su ruina para evitarle preocupaciones. “Fue una de las conversaciones más duras de mi vida”, musita.
“Hubo un día que se acabó todo: no había ni un euro, ni en la cartera ni en el banco”. La luz no se apagó y el agua siguió saliendo del grifo, pero Ángel se preguntaba cuánto tiempo sería así, al ver que las facturas impagadas iban abultando la carpeta azul donde las guardaba.
Consiguió un empleo precario de comercial pero “una de las cosas que más me obsesionaban era que no iba a ser capaz nunca de acabar de pagar mis deudas que iban creciendo con los intereses”. Entonces, alguien le habló de la Ley de la Segunda Oportunidad. Fue esperando un autobús, en un dialogo con un desconocido aparentemente banal, de pura cortesía. “Yo ya no tenía wifi en casa, así que fui a casa de mis padres para buscar información en internet”, recuerda. Ahí empezó todo.
Gracias a esa casualidad ahora puede vivir relativamente tranquilo cumpliendo un plan de pagos que estableció el juez, después de haberle perdonado una parte importante de la deuda: “Ahora miro cada euro en el supermercado, no hay caprichos ni vacaciones, pero estoy contento porque ya no tengo la angustia y la ansiedad de antes”.
El año pasado 373 cántabros solicitaron cancelar sus deudas en los dos juzgados de lo Mercantil de la comunidad autónoma que actualmente lleva de forma conjunta la juez María Peña Lobeto. Fueron 69 casos más que en 2023.
Detrás de estas cifras hay historias como la de un matrimonio cántabro que dijo adiós a sus deudas de 46.175 euros. Ambos trabajaban para una ETT y decidieron embarcarse en la compra de un coche que necesitaban para ir a su centro de trabajo. Pidieron un préstamo y al principio pagaban las cuotas sin problemas. Pero en esa inestabilidad laboral llegó una época en la que compartieron y encadenaron varios meses de desempleo. La economía familiar precisó de más créditos y lejos de remontar todo empeoró cuando el marido empezó a tener severos problemas de salud que derivaron en una incapacidad total por enfermedad. Para opder pagar los alimentos y la luz dejaron de abonar las mensualidades de los préstamos. Todo colapsó. Afortunadamente recurrieron a la segunda oportunidad que borró sus deudas y les permitió empezar de cero.
La Ley de Segunda Oportunidad nació en 2015 con una filosofía más humanista frente a lo rígida e impersonal que puede parecer la justicia en este tipo de situaciones. El propio nombre apela al derecho de las personas a no vivir toda la vida encadenadas a una deuda que quizá no consigan satisfacer.
Para ello surgió esta iniciativa que, dependiendo de los casos, puede otorgar una amnistía total de las cantidades que se deben siempre que se cumplan unas condiciones, o permitir amortizar la deuda conservando parte de sus ingresos para las necesidades vitales.
En estos años ha permitido a muchas personas hacer borrón y cuenta nueva. Precisamente, en enero de este año, el Juzgado Mercantil número 1 de Santander perdonó una deuda de 1,5 millones de euros a un vecino de Laredo que se encontraba en situación de insolvencia. La empresa del sector textil de la que era copropietario empezó a ir mal tras la pandemia y aunque solo tenía el 5% de las participaciones había firmado, sin saberlo, un aval solidario que le hizo responsable de toda la deuda. Un conocido le habló de la ley de la Segunda Oportunidad e inició un proceso judicial que se dilató durante cuatro años y que ha tenido un final feliz.
Requisitos
La segunda oportunidad parte de un principio que es la buena fé de las personas que lo solicitan. Particulares o autónomos y empresas sujetas a un concurso de acreedores, siempre que no hayan sido declarados culpables. Quienes hayan sido previamente condenados por delitos económicos o falsedad documental no pueden acogerse a esta ley. Se valora el nivel social y profesional del deudor, las circunstancias personales del endeudamiento y, en el caso de empresarios, si se utilizaron las herramientas de alerta temprana de la administración.
Las soluciones difieren dependiendo de los casos. En principio, permite reestructurar toda la deuda con un plan de pagos para que la persona afectada no tenga que estar ahogada y pueda ir solucionando el bache económico. En otras ocasiones, si el deudor no tiene bienes ni patrimonio se le pueden llegar a cancelar todas las deudas.
El director jurídico de Repara tu deuda, Toni Galve, explica que la segunda oportunidad se aplica en dos supuestos. A concursos sin masa, es decir, a personas sin bienes o que tienen deudas mayores que el propio valor de los bienes y a personas que sí tienen un bien liquidable. En este caso se puede hacer una liquidación directa para cancelar la deuda, “si no es suficiente para quitar toda la carga se puede establecer un plan de pagos, un fraccionamiento acorde con la situación económica de la persona”, subraya. Un plan de pagos que también se puede aplicar para salvar un bien, la vivienda habitual, por ejemplo.
La vida de Raúl se complicó a raiz del divorcio porque sus gastos aumentaron significativamente. En ese momento pidió el primer crédito al que siguieron más, para pagar la pensión de alimentos y los gastos de estudio de su hija. La situación se volvió insostenible. Cuando recurrió al juzgado acumulaba una deuda de 75.323 euros que finalmente no ha tenido que pagar.
En algunas ocasiones las deudas provienen de circunstancias ajenas a los propios afectados. La ruina de un pequeño empresario sobrevino cuando algunos de sus clientes dejaron de pagar. Entonces tuvo que pedir pequeños créditos para cumplir con sus obligaciones de pago confiando en remontar la situación. No sucedió así y tuvo que cerrar su negocio. Cuando se acogió a la Ley de la Segunda Oportunidad sus ingresos apenas cubrían los gatos básicos. El juzgado acabó por perdonarle los 156.568 euros que debía a los prestamistas, cantidad que además iba creciendo porque se iban sumando intereses de demora en una espiral dramática de la que no podía salir.
En caso de insolvencia
Lo primero que se requiere para que la segunda oportunidad borre una deuda es ser insolvente. Es decir, hay que demostrar que no se tiene la capacidad para pagar las deudas que no pueden superar los cinco millones de euros. Puede ocurrir que ya se hayan producido impagos o que esa persona se anticipe y asuma que no podrá hacer frente a esos pagos en un corto periodo de tiempo.
Con estos mimbres se exige también tener más de un acreedor, es decir: tener al menos dos deudas con diferentes entidades. Si, por ejemplo, se ha tenido que dejar de pagar la hipoteca, hará falta también que haya una deuda de la luz, el agua o de los impuestos.
La segunda oportunidad jurídica puede ofrecer algunos beneficios como el perdón de parte de la deuda, aunque Hacienda y la Seguridad Social solo se exoneran de forma muy limitada (hasta 10.000 euros por deudor) y en el mejor de los casos. “Todas las deudas son exonerables excepto excepciones”, aclara Toni Galve, director jurídico de Repara tu deuda. Por ejemplo, nunca se van a condonar las deudas por responsabilidad civil, por indemnizaciones derivadas por accidentes de trabajo, ni multas penales ni sanciones administrativas.
En este sentido, el juzgado de lo Mercantil número 1 de Santander exoneró a un hombre de pagar 75.109 euros que debía a siete entidades financieras, entre ellos 730 euros a la Agencia Estatal de Administración Tributaria de Cantabria, por “carecer de masa activa suficiente para atender los gastos del concurso”. Esta persona se había declarado en concurso voluntario cinco meses antes, en enero de 2023.
Otra sentencia, del mismo juzgado, de mayo de 2023 exoneró a un autonómo insolvente de pagar 62.325 euros, entre ellos 40.000 euros al BBVA y 1.200 euros a Telefónica Móviles. Solo le quedó la deuda con el Ayuntamiento de Santander por importe de 1.098 euros.
Las hipotecas permanecen
La segunda oportunidad tampoco borra las hipotecas. Aunque se pueden suspender los embargos, paralizar el crecimiento de los intereses de la deuda y mantener los bienes, la vivienda, por ejemplo. Siempre que no se elija liquidar todo el patrimonio para pagar todo lo posible. En ocasiones, la entrega de la vivienda puede exonerar del pago restante de la hipoteca.
La Ley facilita, además, otras cuestión importante. Si una persona se arruina y el banco se queda con su casa, aunque encuentre un trabajo, tenga una nómina y esté pagando una quita mensual a la Seguridad Social, posiblemente no pueda acceder a una hipoteca para comprarse un piso, ni tendrá fácil obtener un crédito para adquirir un coche. También tendrá muy pocas posibilidades de alquilar un piso, ahora que los propietarios son tan escrupulosos y exhaustivos con las condiciones del contrato para evitar impagos. La segunda oportunidad permite empezar a vivir de cero, desaparecer de los listados de morosos, volver a tener financiación o una tarjeta de crédito.
1