“Con los refugiados nos hemos vuelto insensibles y nos puede pasar a nosotros un día”
Gregorio Martín-Blas es informático en la Administración pública y acaba de jubilarse. Es de Villafranca de los Caballeros (Toledo) y lleva muchos años trabajando con inmigrantes, colaborando con la Coordinadora de ONG’s de Castilla-La Mancha. Acaba de volver de Grecia de una experiencia gratificante en lo personal pero agridulce en su contexto. Durante unas semanas ha colaborado como voluntario en un campo de refugiados al norte del país, en la ciudad de Veria, que cuenta con unos 40.000 habitantes.
“A primeros de año estaba indignado con la situación de los refugiados y la actitud del Gobierno español y de Europa”, explica. De ahí surgió la idea de colaborar con algún proyecto. Encontró la posibilidad en internet, a través de la ONG Bridge2 que ofrece plazas de voluntariado. Le espoleó el hecho de “lo mal que estamos tratando a gente que al fin y al cabo está huyendo de una guerra, como nos pasó en España hace algún tiempo” y, por eso, sintió la “necesidad” de aportar su grano de arena.
El campo de refugiados de Veria “es un poco especial porque acoge personas vulnerables”, explica Gregorio Martín-Blas. “El Gobierno griego envía allí a familias con niños pequeños, madres embarazadas, discapacitados, algún anciano…” y el emplazamiento era un antiguo campamento militar abandonado que ha habilitado para acoger a los refugiados.
Llegó al campamento en marzo. Ya había terminado el invierno. “Me comentaron que llegaron a alcanzar los 20 grados bajo cero” pero allí no hay tiendas de campaña como ocurre en otros lugares. “Las familias viven en habitaciones de seis metros cuadrados”. Todo un “privilegio” si se compara con las condiciones en las que viven otros refugiados.
Gregorio, (Goyo) como le conocen los amigos, ya había viajado a Senegal o a Bolivia pero es su primer contacto con refugiados que llegan a Grecia fundamentalmente desde Siria o Irak. “Llegué pensando que me iba a encontrar graves dramas y, aunque las historias lo son porque casi todos vienen de Alepo, en Siria, la experiencia ha sido muy positiva por el gran movimiento internacional de solidaridad con los refugiados”. Un movimiento que, recalca, parte de la ciudadanía y no de los gobiernos y afea la postura de España que frente a su compromiso para acoger a 17.000 refugiados tan solo se haya dado techo a unos 1.300. “Es vergonzoso”.
Cree que la labor de Bridge es “increíble”. Fundada en 2005 por una madre y su hijo ofrece ropa, comida, actividades… a los refugiados mientras esperan un posible destino de acogida. Allí ha convivido con voluntarios norteamericanos, peruanos, alemanes, daneses y otros españoles. “Van quince o veinte días a echar una mano a los campos de refugiados que funcionan con aportaciones voluntarias, prácticamente sin apoyo de los gobiernos, buscando que los refugiados puedan vivir de forma digna dentro de su dramática situación con sus casas destruidas y sus familiares y amigos muertos, en muchos casos”.
Las historias que cuentan los refugiados se repiten una y otra vez. Llegan a Europa como pueden, a veces caminando en condiciones penosas, en otros casos en pateras “que controlan las mafias y por el mismo trayecto en el que a mí me cobrarían 18 euros por viajar desde la isla de Quíos a Turquía a ellos les llegan a cobrar 3.000. Muchos mueren y los que llegan se muestran agradecidos y dispuestos a hacer una nueva vida. La mayoría no quieren volver a Siria aunque haya paz”.
En sus conversaciones con los refugiados, Gregorio Martín-Blas explica que muchos se muestras sorprendidos por la actitud de Europa. “Cuentan que ellos creían que era un lugar de acogimiento, de democracia, de libertades y se ven tratados a patadas, con vallas por todos lados…Terrible. La pasada semana murieron más de 200 personas que iban en un barco mientras Malta e Italia decidían quién les acogía. Están muy desilusionados con nosotros. Es inhumano lo que estamos haciendo”.
Este toledano volverá a los campos de refugiados y pide a la sociedad civil que “aunque los gobiernos sean tan insolidarios, ante un problema de esta magnitud se puede hacer mucho a título particular. Les pido que lo hagan porque nos hemos acostumbrado demasiado a ver a los muertos. Nos hemos vuelto insensibles y nos puede pasar a nosotros algún día”.