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Albacete celebra a Antonio Martínez Sarrión

EFE/J.M. ARAGÓN/Archivo

César Muñoz Guerrero

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El nombre de Antonio Martínez Sarrión vuelve a circular por Albacete. Un año y medio después del fallecimiento del poeta, la Universidad de Castilla-La Mancha celebra en la capital manchega el primer congreso en homenaje a su figura, que se clausurará este viernes 24. Los actos del programa se han celebrado entre la Casa de la Cultura José Saramago y la Facultad de Educación y en ellos han intervenido amigos del escritor y especialistas en su obra. Entre ellos, Guillermo Carnero y Vicente Molina Foix, miembros como él del grupo de los novísimos, movimiento vanguardista que revolucionó la poesía española de de su tiempo.

Antonio Martínez Sarrión cultivó varios géneros a lo largo de su carrera. Conocido sobre todo por su vertiente lírica, reunida en una decena de poemarios, escribió asimismo ensayos, diarios y hasta un libro de viaje. Sus tres tomos de memorias son una referencia del género en nuestra literatura, hasta el punto de que el primero fue finalista del Premio Nacional de Narrativa en 1994. Los participantes desgranarán todas estas facetas y las unirán con sus evocaciones particulares en la primera edición de un tributo cuyos promotores —la universidad, el Ayuntamiento, la Diputación y la empresa provincial de Aguas— quieren convocar cada dos años. Albacete aprovechará también para distinguir a un autor orgulloso de sus orígenes que falleció de forma inesperada y lejana, cuando la capital manchega se encontraba en plena feria de septiembre.

Poeta y novísimo

El ideólogo y rostro visible de la iniciativa es Valentín Carcelén, profesor asociado de la Facultad de Educación que descubrió la poesía de Sarrión a principios de los ochenta. A él llegaría a conocerlo doce años después en Albacete, con motivo de la presentación de la primera entrega de sus memorias, Infancia y corrupciones. Lo juzga no solo su favorito de todos los suyos, sino además “el mejor libro sobre la ciudad y el mejor escrito por alguien nacido en ella”. Carcelén piensa que el Sarrión memorialista es el “más interesante y entretenido”, observación que une a muchos de sus lectores.

Sin embargo, la condición que más se conoce y celebra del albacetense es la de poeta y novísimo, también la más relevante para la crítica, que le ha dedicado elogios y antologías. La última y más importante, Última fe, apareció justo hace veinte años en la canónica colección de Letras Hispánicas de la editorial Cátedra. El responsable de aquella edición, Ángel Luis Prieto de Paula, sostiene que la esencia de Sarrión “pasa sin solución de continuidad entre géneros, porque en sus poemas se percibe su poso ideológico de la misma manera que en sus memorias hay componentes líricos”. El crítico y catedrático de literatura, que disertará el jueves sobre las influencias del homenajeado, destaca títulos como el primero, Teatro de operaciones, de 1967; Horizonte desde la rada y Ejercicio sobre Rilke, ambos de la década de los ochenta; y el críptico Cantil, de 1995, “escrito con voluntad enigmática, casi un tour de force, pero con un lenguaje hermoso”. Más allá de la poesía, Prieto de Paula pondera Infancia y corrupciones “por la enjundia de su prosa y la visión de la España de esa época desde su perspectiva de niño”, y remarca su carácter de “memorialista excepcional”.

Obra descatalogada

Que Antonio Martínez Sarrión acertó con la escritura de Infancia y corrupciones ya quedó patente en el momento de su publicación. Llevaba un prólogo de la novelista y lectora sibarita Carmen Martín Gaite, alcanzó la categoría de semifinalista en la edición correspondiente del Premio Nacional de Narrativa y sus valedores reafirman ese encanto treinta años después. Sobre este libro hablará el jueves el catedrático y traductor Juan Bravo Castillo, que no se explica por qué no tuvo más éxito a escala nacional. “En España supone un texto fundacional de la tradición autobiográfica, donde el sujeto fundamental es el yo”, afirma Bravo Castillo. A su juicio, Sarrión siguió dos estelas: “la de Stendhal, que en Vida de Henry Brulard se hacía preguntas e intentaba justificarse, y la de Jean Paul Sartre, que en Las palabras no quiso tergiversar su niñez desde un punto de vista adulto”. El argumento avanza en esa línea y se condensa en los capítulos que exponen los ciclos de la vida en Albacete, “la de todos los pueblos de entonces”, con descripciones quevedianas dignas de leer y analizar con detenimiento.

Quien contrató a Sarrión sus series de memorias y diarios fue Juan Cruz Ruiz, que asegura que fue el escritor “más honesto y más decisivo” de su generación. El entonces editor de Alfaguara lo califica como “no solo un gran poeta y narrador, sino un estilista exigente, alguien que nunca dejó ninguna frase por terminar”. En lo personal lo recuerda como una persona con “enorme sentido del humor y una capacidad extraordinaria de conversación, de lectura, y de lectura de la conversación”, cualidades que el poeta ponía en común con el grupo de amigos de Juan Benet, al que pertenecía, y cuyos mayores lo consideraban a su vez “el más inteligente”.

Cercanía con Albacete

La cercanía con su ciudad de nacimiento es uno de los puntos con los que buscan acercar al poeta al público joven y a la población en general, en parte desconocedora de su generosidad y talla intelectual. Tanto Valentín Carcelén como Bravo Castillo coinciden en trazar un perfil de persona amable y accesible, que se prestaba a brindar prólogos o presentaciones de libros sin escatimar tiempo ni viajes a Albacete. Carcelén reseña que este fenómeno no es fruto del olvido, sino que sucedía cuando el autor aún vivía y viajaba con regularidad, por lo que considera urgentes propuestas como las que lleva a cabo este congreso.

La gran desventaja con que la obra de Sarrión juega el partido de la literatura es su práctica desaparición de las librerías. Carcelén especifica que, entre todos los objetivos que se había marcado el congreso, se tenía como prioridad la búsqueda de alianzas entre administraciones y editoriales con el fin de reeditar sus libros, “que no son tan numerosos para que sea una tarea inasumible”. La eventual ausencia de sus títulos va pareja al purgatorio que sucede a la muerte de todo artista; mientras, sus conocidos y su ciudad mantienen viva su llama. “Todavía falta la perspectiva que solo da el transcurso del tiempo”, señala Prieto de Paula, “pero sospecho que, cuando decaigan otros de su época, él quedará. Además de representar a su generación, su voz posee rasgos propios, suyos, inconfundibles”.

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