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REPORTAJE

El escritor y pintor republicano que el franquismo encarceló tras proteger un cuadro del “Da Vinci español”

La pintura de Fernando Yáñez "La Santa Generación"

Alicia Avilés Pozo

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El saqueo franquista de bienes culturales tuvo amplias ramificaciones en el medio rural. Uno de los casos más fascinantes y tristes extendió sus hilos desde las localidades de Almedina y Villanueva de los Infantes, en la provincia de Ciudad Real, hasta Barcelona y después Madrid. Fue el caso del retablo pintado por Fernando Yáñez para la iglesia de Santa María de Almedina, primera obra de uno de los introductores del Renacimiento pictórico, documentada en España y la base para que Francisco de Quevedo diese a conocer el nombre de este alumno de Leonardo da Vinci.

Un escritor y pintor republicano, Domingo Cipriano Salvador Gijón, la custodió durante la guerra civil española, pero fue encarcelado después por una acusación falsa de robo. La pintura terminó en el Museo del Prado tras un complejo proceso de “corruptelas” en la dictadura franquista. Lo ha sacado a la luz el profesor e investigador José A. López Camarillas, lo que ha servido para hacer justicia póstuma con la figura de Cipriano, el salvador y mártir de esta joya pictórica, homenajeado recientemente en Almedina por esta labor. 

El profesor destaca en su investigación, compartida con elDiarioclm.es, que la tabla de Yáñez, considerada perdida durante la guerra, está en el Museo del Prado: es “Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño”, también conocida como “La Santa Generación”. Fue pintada para la iglesia de Almedina pero el sacerdote de Villanueva de los Infantes aprovechó una confusión en las medidas de la pintura para venderla en 1941 sin ser el propietario. 

López Camarillas inició esta investigación por sus vínculos paternos con el municipio de Almedina y cuenta que desde su compra por el Museo del Prado en 1941, se ha situado el origen del cuadro en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Esto fue así porque el sacerdote de la parroquia de San Andrés de esta localidad la vendió por 15.000 pesetas pese a que la tabla del siglo XVI no consta en ninguno de los inventarios de esta iglesia.  

“La Santa Generación” de Fernando Yáñez, según el estudio de Ibáñez Martínez, debió de ser pintada en una de las etapas del artista en su población natal, Almedina, probablemente en la segunda década del siglo XVI, pues la “tenebrosidad de la atmósfera es típica de su estilo avanzado” y remite a las pinturas que realizó en la catedral de Cuenca.  

En el óleo se representa el encuentro entre los niños San Juan Bautista y Jesucristo ante la vigilancia de María, Santa Ana y Santa Isabel. La composición se articula desde el ángulo superior derecho hacia el ángulo inferior izquierdo, primero a través de las miradas de la Virgen y las santas, y a continuación de la del niño Jesús. Aparecen motivos moriscos, como, según apunta la investigación, es habitual en Yáñez.  

La historia de esta investigación comienza cuando el Museo del Prado inicia una negociación con el Priorato de Ciudad Real, propietario legal de la pintura, muy avanzada a finales de 1930, pero el acuerdo no llega a cerrarse. Pese a ello, la investigación sí tiene constancia documental de que a finales de 1930, el Prado tasó el cuadro en la iglesia de Almedina.  

Llega el momento de Cipriano

Tras el fracaso de la venta, la pintura permaneció en uno de los altares de la parroquia de Almedina hasta el estallido de la guerra civil en 1936. El profesor que ha investigado los hechos relata que es en ese momento cuando entra en escena Domingo Cipriano Salvador Gijón. Se traslada desde Madrid a su antigua residencia de Villanueva de los Infantes. Nacido en 1894 en Pedro Muñoz (Ciudad Real), además de haber ejercido como maestro era un escritor y pintor con cierto reconocimiento, bien relacionado con otros intelectuales. Alcanzó la fama en 1921 con el libro 'Es don Quijote el que guía', donde recreó los espacios reales en los que Cervantes sitúa las peripecias del ingenioso hidalgo.

Con la intención de revitalizar la Mancha a través del turismo cultural, Cipriano diseñó una serie de rutas de inspiración quijotesca, por lo que se dedicó a realizar anotaciones y fotografiar el patrimonio artístico de varios municipios manchegos durante los años 20 del siglo pasado. Asimismo, su compromiso político con la República y los valores progresistas del Frente Popular estaba avalado por sus columnas reivindicativas durante dos décadas en la prensa manchega, madrileña y andaluza. 

“Este bagaje lo convirtió en el candidato idóneo para dirigir la cooperativa de agricultores de Infantes y para la operación de rescate artístico que impulsó Braulio Martín Valero, alcalde socialista de la villa. El pintor, con la finalidad de protegerlas, se dedicó durante los primeros meses del conflicto a identificar y recoger obras de arte de la comarca del Campo de Montiel (Ciudad Real) y depositarlas en la parroquia de Infantes”, cuenta el investigador. 

Y lo que allí encontró le cambió la vida: la tabla de Yáñez en la parroquia de Almedina, como hará constar en los interrogatorios que le hicieron las autoridades franquistas. Consciente de su importancia y por miedo a que corriera la misma suerte que otros objetos religiosos -destruidos por algunos exaltados en represalia por el posicionamiento de gran parte de la Iglesia Católica con el golpe de Estado- Cipriano custodió la pintura en el número 22 de la calle García Hernández (actualmente llamada Rey Juan Carlos) de Villanueva de los Infantes, su propia casa. Lo hizo con el beneplácito del alcalde y alertó a las instituciones republicanas para que tomasen las medidas necesarias.

Una brigada de investigación de la Caja de Reparaciones -entidad que, a la vez que la Junta del Tesoro Artístico, se encargó de recuperar obras de arte durante la guerra para protegerlas-, encabezada por el militante del PCE Enrique Garcilópez Doménech, acudió en enero de 1938. La brigada recogió la tabla de Yáñez y levantó, ante dos testigos del municipio, acta del encuentro describiendo el contenido de la pintura y especificando sus medidas. Fue llevada directamente a Barcelona junto a otras obras de arte rescatadas. 

La detención franquista del republicano que la custodió 

Una vez acabada la guerra, y sin ninguna pista sobre el paradero de la tabla de Yáñez, el Ayuntamiento franquista de Almedina, como mínimo hasta 1945, denunció varias veces la desaparición de su cuadro. Cipriano Salvador Gijón, que dejó una copia del acta de incautación republicana en el Ayuntamiento de Almedina por considerarlo el legítimo propietario de la tabla, se convirtió en el principal sospechoso de la desaparición. Fue detenido en 1939. 

López Camarillas relata con mucho detalle cómo pese a las declaraciones en su favor de familias de derechas de la comarca a las que había ayudado desde la mencionada cooperativa del pueblo, del sacerdote de Montiel “al que protegió de exaltados anticlericales” o de un grupo de falangistas a los que evitó que fusilasen, fue condenado a pena de muerte, después conmutada por trabajos forzosos. El pintor fue apartado de su esposa y de su hijo, de apenas un año, para cumplir pena, entre interrogatorio e interrogatorio en busca del Yáñez “perdido”, en los presidios y campos de concentración más duros del franquismo. 

Estuvo preso en El Fuerte de San Cristóbal, conocido como “el Auschwitz español”; en El Dueso, donde conoció al cuñado de Manuel Azaña, el dramaturgo Rivas Cherif, quien le escribió el prólogo de una de sus obras y con el que colaboró en una serie de talleres artísticos para presos, que serían la base de la Escuela de Orientación Profesional en las artes y oficios del Teatro Español; y en Carabanchel, de donde salió junto a otros presos en 1946 con libertad condicional. Fue un intento del régimen franquista por acercar posturas con las potencias democráticas, pero Cipriano fue desterrado de Villanueva de los Infantes y obligado a vivir en Madrid. 

Mientras Cipriano cumplía esta injusta condena y las autoridades franquistas buscaban el cuadro, “La Santa Generación” colgaba de las paredes del Prado. “Era lógico”, apunta el profesor. En 1939, el franquismo recibió los tesoros artísticos que el Gobierno republicano y la Sociedad de Naciones habían protegido de las bombas y del vandalismo. ¿Qué pasó? El expediente de devolución elaborado por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional desvela que, en 1940, la iglesia de San Andrés de Villanueva de los Infantes recibió, entre otros objetos, una “tabla con marco dorado: la Virgen y Santa Ana”, procedente de Barcelona.

 “Teniendo la certeza de que el cuadro vendido por la iglesia de Infantes al Prado había sido incautado durante la guerra y no habiendo constancia del mismo en ningún inventario infanteño ni en ninguna acta de incautación del municipio, era inevitable pensar que ”La Santa Generación“ era el cuadro desaparecido de Almedina y que, como había sido incautada por la República en una casa del municipio, las autoridades franquistas la incluyeron en el expediente de devolución de Infantes”.

Tras numerosas pesquisas, López Camarillas ha podido constatar que “La Santa Generación” de Yáñez de la Almedina, actualmente propiedad del Prado, es la misma tabla que fue incautada durante la guerra civil en el templo de Santa María de Almedina. “También podemos extraer de esta investigación la inocencia de Cipriano Salvador, que no había robado ni había destruido la pintura, sino que puso en peligro su integridad física y su vida para protegerla; y, por tanto, que el cura de Villanueva de los Infantes la vendió sin ser propiedad de su parroquia”.

Es muy cruel privar de su libertad a un ser humano por motivos políticos. Y en este caso, además, con el agravante de ser acusado de un expolio que nunca se produjo cuando había dedicado su vida a proteger y promover el arte

José A. López Camarillas Investigador

Los documentos de la compra apuntan que la operación fue legal, pues el sacerdote obtuvo permiso del Obispado de Ciudad Real, propietario entonces del patrimonio de las iglesias católicas de la provincia. Pero el municipio de Almedina se vio gravemente perjudicado, pues “se le arrebató uno de sus tesoros artísticos y sentimentales sin ser compensado de ninguna manera”.

El investigador destaca que las principales víctimas de esta “aparente confusión” fueron Domingo Cipriano Salvador Gijón y su familia. “Es muy cruel privar de su libertad a un ser humano por motivos políticos. Y en este caso, además, con el agravante de ser acusado de un expolio que nunca se produjo cuando había dedicado su vida a proteger y promover el arte”. 

Y tampoco pasa por alto “las responsabilidades del régimen franquista, de las autoridades locales de Infantes y del sacerdote que vendió el cuadro”. “Sabemos que Ramón Gómez-Rico, aunque todavía no como párroco de San Andrés, ya residía en Villanueva de los Infantes antes de la guerra. Un hombre religioso de su formación debía conocer la iglesia del pueblo vecino y, por tanto, su pintura más preciada”. Aun así, en cuanto recibió la tabla en 1940 inició las negociaciones para su venta al Prado que se firmó en 1941. “Y lo que es más terrible, permitió que Cipriano siguiera cumpliendo pena por la desaparición de un cuadro que él había vendido”. 

Esta investigación se ha realizado con ayuda de las pesquisas de Ibáñez Martínez ya mencionadas, del libro “República, Guerra y Posguerra en Villanueva de los Infantes”, de Solís Piñero, y de las Actas de reuniones del Patronato del Museo del Prado de 1940 a 1951.

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