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El pasado 13 de julio el pintor conquense Gustavo Torner cumplió cien años. Su ciudad natal lo recuerda y lo homenajea. Se ha puesto una placa, conmemorando el cumpleaños, en la plaza de Mangana de la urbe serrana, al lado, en esta misma plaza, de donde se asienta una escultura suya, que es un monumento a la Constitución Española.
En los meses de mayo y junio se impartieron cinco conferencias sobre sendas facetas del artista pronunciadas, por prestigiosos especialistas, en el espacio Torner, instalado en la antigua iglesia de San Pablo, junto al que fue convento de dominicos y hoy es Parador Nacional.
Jordi Teixidor, pintor, impartió la primera de ellas, y después Ángela García de Paredes, arquitecta, José Manuel Sánchez Ron, físico, Manuel Fontán, director del Museo de Arte Abstracto, y el compositor Tomás Marco. Los temas, respectivamente, se sucedieron así: Gustavo Torner, pintor, Gustavo Torner y la arquitectura, Gustavo Torner científico, Gustavo Torner curador y Gustavo Torner y el arte. Yo fui a tres, segunda, tercera y última. Muy interesante fue la de Ángela García de Paredes, que llevó reconstrucción del templo de antaño donde se habría de instalar el Espacio Torner.
Siempre controlado, cuidando el detalle al máximo, por el propio Gustavo Torner. Nos contó de la acertada elección del tono dorado en los muros y techos de la iglesia y el esmero que puso Torner en acertar en el color de los expositores de su obra, aparentemente blancos, sin más, pero insistiendo a los pintores de brocha gorda en la justa cantidad de pigmento rojo o negro que tenían que añadir para eludir un blanco convencional.
Me perdí la conferencia de Manuel Fontán, 'Gustavo Torner, curador'. No sabía yo qué quería decir curador. Es el vocablo que sustituye a comisario de exposición, posiblemente para que no se asocie este último sintagma con lo policiaco. Torner, que no solo es pintor sino muchas otras cosas, como veremos, fue el que llegó a montar grandes exposiciones en la Fundación Juan March de Madrid. Una institución tan sólida, como informa Juan Manuel Bonet, le pidió “asesoramiento a la hora de plantearse una sucesión ininterrumpida de muestras internacionales de primer nivel. Recuerdo –sigue escribiendo Bonet- muchas de las inauguraciones de aquellas muestras, y mis encuentros, en ellas, con un Torner feliz de haber puesto su granito de arena para que hubieran podido recalar en la capital española artistas hasta entonces casi del todo ausentes de ella, como Bonnard, Mondrian, Klee, Malevich, Scheitters, Max Ernst, Giacometti, Rothko o Motherwell”.
Torner es, asimismo, un gran escultor. En el cerrado, aunque alto, espacio que es el Espacio Torner, hay esculturas, aunque él prefiere la escultura abrigada, más que por el recinto del interior de un edificio, expuesta al sol, al aire libre, impregnada de la luz del día. Es numerosa su producción escultórica y en muchas ciudades las hay plantadas.
La más famosa, sin duda, es la de la plaza de los Cubos de Madrid, en plena calle Princesa, junto a la emblemática plaza de España.
Esa plaza realmente se llama de Emilio Jiménez Millas, pero todo el mundo la conoce como la de los Cubos. ¡Pobre Jiménez Millas! Este nombre, en verdad, por la Ley de Memoria Histórica, no debería figurar en el callejero, pues Emilio Jiménez Millas fue un convencido falangista, amigo de Arias Navarro, concejal en el ayuntamiento franquista y procurador en Cortes. Pero, claro, se trata de Madrid. Volvamos a Torner. Cuando él fue perito forestal se conocía bien la serranía conquense, haciendo, al cabo, una escultura en medio del paisaje, en la Sierra de los Barrancos, junto al río Escabas. Él dice que esa escultura es una simple guía para afirmar que lo importante allí no es su obra, sino la sugestiva y feraz Naturaleza. “Para mí –explica Torner- era evidente que lo que se colocara allí no debía de entrar en competencia, pero sí en relación con el entorno, acentuar el espíritu del lugar y a la vez borrarse psicológicamente”.
Dudar del arte y no creer que el arte sea la manifestación suprema sobre las demás realidades es una opinión de Torner altamente expansiva.
Además de ser diseñador de espacios, como los del Museo del Prado, y escaparatista, organizando artísticamente los escaparates de El Corte Inglés, Torner ideó esas bellas alfombras que se posan sobre el suelo del Auditorio Nacional de Música en Madrid.
Realizó arte figurativo antes que abstracto, aunque llega a decir que su arte abstracto, resulta ser un recóndito detalle de la figuración. En su aprendizaje totalmente autodidacta, su entrega al arte ha sido mirar constantemente. Mirar como superior acto de amor para que los cuadros, las esculturas y esos delicados objetos se conformen como unidades amorosas dentro del ancho mundo, siempre renovador, para que el mundo devenga, así, sublime realidad. Y la realidad, como dijo el filósofo, es más amplia que el mundo, que solo son hechos, conteniendo la realidad el exclusivo componente imaginativo. Su amor al mundo está integrado en su arte, siendo la misión suprema que ha de tener el artista al afrontar la hechura de sus obras. El mar es una maravilla del mundo para un hombre de tierra adentro.
Torner, que sabe tanto, que sabe tanto, como asegura Juan Manuel Bonet, “es un pintor capaz de emplear también, para precisar algunas de las ideas sobre el arte o sobre la época, la palabra,”, tomando ese arte de la palabra como una invitación al silencio. Y realizando filosofía al opinar. Sobre lo que contiene el mar polemiza: “Yo no sé que ninguna de las Sociedades Protectoras de Animales haya defendido a las merluzas y a los rodaballos de los sufrimientos de los anzuelos y de su agonía lenta en las redes. Pero todos esos seres están ahí y son nuestros. No que nosotros seamos sus propietarios”. Se recomienda hacerse con la reedición de ‘Escritos y conversaciones’ de Gustavo Torner, cuya primera edición, de 1996, estaba, desde hace tiempo, agotada. Ahora la ha publicado Pre-Textos con introducción de Juan Manuel Bonet.
Gustavo Torner es un gran escéptico y un minucioso hacedor de su obra. Él está cansado de repetir que el arte no existe, que es un concepto vacío. Lo que existen son las obras de arte, aun considerando que muchas pinturas no son obras de arte, sino solo pinturas. Fue muy amigo de Fernando Zóbel. El filipino era propietario de su célebre colección, pero Torner, y Gerardo Rueda, fueron los cofundadores del Museo de Arte Abstracto.
Torner diseñó el espacio en el interior de las Casas Colgadas para albergar idóneamente las pinturas abstractas. Zóbel, por razones diversas, es muy famoso. Ha expuesto en el Prado y sus obras están cotizadísimas. Conozco a alguien que tuvo amistad con Zóbel, a quien Zóbel le regaló tres cuadros suyos, y este hombre vendió uno solo de ellos y pudo costear una amplia reforma en su vivienda. Torner sabe más que lo mucho que también sabía Zóbel, en cuanto al dominio de ciertas técnicas y no solo eso, sino de la orientación y los pasos que debían tomar ciertos haceres y acontecimientos.
Como escribe Bonet, consciente de su importancia, Torner es “un artista que no se ha limitado a la realización de su obra, sino que ha considerado que debía estar presente en el debate intelectual de su tiempo, y, en consecuencia, tomar ciertas iniciativas en relación con lo que podríamos llamar la organización de la cultura.”
Desde luego Gustavo Torner está muy bien representado en Cuenca: Ahí están sus vidrieras, de asombrosos tonos dorados, en el mejor espacio de la Catedral de Cuenca; el encomiable Espacio Torner, exquisito desde todos los puntos de adaptación al espacio primigenio, sobresaliendo sus portentosas obras geométricas. Por supuesto, tan dignamente exhibido en el Museo de Arte Abstracto, una entrañable cosa tan suya.
Antes de terminar el año de su centenario, el Museo de Arte Abstracto inauguró, precisamente el día de su cumpleaños, 13 de julio, la exposición 'Sur-Géometries, homenaje a nueve arquitectos', nueve serigrafías realizadas en 1972 en colaboración con Abel Martín.
Y en el Espacio Torner, ya avanzado el año, en otoño, se inaugurará otra exposición en el Espacio Torner: “Torner en torno al Vesalio”, mostrando la carpeta, de 40 collages, ‘Vesalio, el cielo, las geometrías y el mar’, basada en el libro de Andreas Vesalios ‘De humani corporis fabrica’, carpeta que no se ha vuelto a ver desde que se exhibió en Arco en su edición de 2017.
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