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La Rambla se replantea el futuro mientras supera el atentado del 17A

La Rambla, llena de gente un año después de los atentados del 17A

Pau Rodríguez

Más de 200.000 personas pasan a diario por la Rambla de Barcelona, pero bastó una sola, Younes Abouyaaqoub, para cambiar el curso del emblemático paseo. Su ataque devolvió los barceloneses a una calle de la que se habían ido alejando a medida que la ocupaban los turistas. Pero no por mucho tiempo. Hoy, con un proyecto de reforma urbanístico y social que se presentará en otoño, la Rambla se replantea su futuro mientras muchos de quienes trabajan en sus aledaños siguen afectados por el atentado terrorista del que se cumple este viernes un año. 

“Yo la Rambla la evito como si fuera la peste, pero no por miedo a los atentados, sino porque no se puede andar, está llena de turistas”, comenta Júlia Fulquet, dependienta en una tienda de zapatos de una calle paralela. El pasado 17 de agosto tuvo que acoger en su establecimiento a varios transeúntes que huían del atentado, pero aquellos sucesos no han dejado huella en su estado de ánimo. “Al cabo de unos días, a veces si se escuchaban petardos o otros ruidos se notaba inquietud en el ambiente, pero la actividad volvió rápido a la normalidad”, resume. 

Vecinos y comerciantes coinciden en que la Rambla ha recuperado el pulso económico y turístico que la caracteriza, pero bajo las cifras y los eslóganes como el ya clásico “no tenemos miedo”, sigue habiendo muchos trabajadores que sufren las consecuencias de lo ocurrido. Un caso paradójico es el de Tanit Rasquí, que vio como pasaba la furgoneta a cinco metros del puesto de atención a turistas que ocupaba aquella tarde. Días después, dejo el trabajo al sufrir ataques de ansiedad.

Pero la vida laboral la ha devuelto a la Rambla, ahora repartiendo folletos turísticos de la empresa Info City. “Me lo pensé mucho, pero después de meses de buscar trabajo lo tenía que intentar”, comenta esta mujer. Para nada le ha sido fácil. Lleva dos semanas y asegura que cada mañana, cuando llega a su puesto, siente un poco de ansiedad. “Pero se me pasa rápido, quizás sea mi forma de superarlo”, resume. 

No existe un balance concreto de cuántas personas abandonaron el trabajo o pidieron la baja médica tras lo sucedido, en parte porque en pleno agosto muchos eran empleados temporales del turismo y la restauración. Más de un compañero de Rasquí lo dejó como ella. Entre las floristerías, emblemáticos comercios de la Rambla, solo una ha traspasado su establecimiento como consecuencia del atentado. “Los rambleros somos una mala hierba, cuesta acabar con nosotros”, bromea Mònica Trias, de la Asociación de Antiguos Pajareros, reconvertidos la mayoría de ellos en paradistas de souvenirs

La reforma y el memorial, a punto

Menos de un mes después del atentado, el Ayuntamiento de Barcelona dio el pistoletazo de salida al proyecto de replanteamiento global de la Rambla, concedido al equipo liderado por la exconcejal de Ciutat Vella Itzíar González. “Durante el proceso participativo hemos notado un fuerte compromiso de la gente, en parte porque tras el 17A han vuelto a reconectar con el paseo”, sostiene esta arquitecta. 

La propuesta de reforma, a la que González no duda en referirse como el “rescate ciudadano” de un paseo entregado al monocultivo turístico, está en manos ya del Ayuntamiento, que lo hará público en septiembre. Los detalles de cómo cambiará la arteria se mantienen por ahora en secreto, pero sí se conocen sus líneas generales. La principal, que los barceloneses vuelvan a 'ramblear'. Actualmente solo uno de cada cinco transeúntes es de la ciudad; los demás, casi todos turistas. 

Los otros ejes de la propuesta pasan por fomentar un comercio de proximidad, vivienda asequible y de larga duración -a día de hoy hay menos de un millar de habitantes censados en toda la avenida- y mayor accesibilidad. Según el calendario previsto, las obras deberían empezar el segundo trimestre de 2019. 

Será ese el momento de colocar también un memorial a las víctimas del atentado. En los actos de aniversario de este viernes no está previsto que se coloque ninguna placa de recuerdo a los muertos y heridos, puesto que la intención del consistorio es hacerlo en el marco del plan de reforma. “Es un espacio en el que la ciudad ha conmemorado mil cosas a lo largo de los años: por el atentado de Hipercor la gente también acudió a la Rambla a escribir sobre el pavimento los nombres de las víctimas”, recuerda González. Por ese motivo, adelanta, lo más probable es que el memorial integre otros episodios dolorosos aparte del 17A. 

La Rambla, gobernar “el caos”

Poco a poco la Rambla pasa página del atentado, pero en su caso no se puede hablar de vuelta a la normalidad, un estado ajeno a este paseo. “Vuelta al caos”, sonríe Martín Ramos, vecino del Raval y habitual contertulio en las sillas que se encuentran en la parte cercana a Plaza Catalunya. “En la Rambla tienes desde el Liceo hasta gente sin techo, ¿cómo vas a ordenar esto?”, comenta este jubilado, no se sabe si con orgullo o con tristeza. 

A su manera, Ramos expresa una obviedad: bajo el flujo de turistas, en la Rambla confluyen comerciantes, vecinos, paradistas, hoteleros, terrazas, promotores de ocio nocturno, taxistas, artistas callejeros, estatuas humanas, vendedores ambulantes, vendedores de droga... Esto ha suscitado las críticas de algunas asociaciones de comerciantes al Ayuntamiento de Barcelona. “Los niveles de degradación que hemos visto con la venta de droga empiezan a parecerse a los de los años 80”, asegura Mònica Trias. 

Pese a los daños psicológicos sufridos por muchos empleados de la zona, la posibilidad de que vuelva a ocurrir semejante atentado no está entre las principales preocupaciones de los rambleros. “Ahora han puesto los bolardos, pero esto es muy difícil de controlar; también se podría hacer toda la Rambla peatonal, pero si quieren matar seguirán encontrando la forma”, sostiene Toni Noguet, que regenta un puesto de fruta y verduras en el mercado de la Boquería, escenario de la persecución policial de Abouyaaqoub. 

Él estaba de vacaciones, con lo que no se considera para nada afectado. “Al volver, cabo de unos días todo el mundo volvió a hablar de los temas de siempre”, recuerda. Pero precisa: “El problema es que no contamos los que dejaron de venir, o de trabajar, que a lo mejor son pocos, pero han sufrido mucho”. 

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