Desde los tiempos de la UCD no se recuerda un ejercicio colectivo de suicidio político como el que cometió el PSOE el sábado 1 de octubre en el Comité Federal. Bien es cierto que la UCD se descompuso más lentamente para quedar aniquilada en las elecciones del 28 de octubre de 1982. En cambio, los barones-conspiradores del PSOE han actuado con una profesionalidad digna de Hannibal Lecter.
Visto lo visto, un observador galáctico, tipo tripulante de la nave Enterprise, que aterrizara en Madrid hoy, de buen seguro, no entendería nada de nada. Por mucho que hubiese visto hasta la saciedad la serie danesa 'Borgen'.
En primer lugar, la formación de gobierno o la disolución de las Cortes ya no es un dilema. Tras la Boda Roja, el PSOE ha virado hacia la abstención. En segundo lugar, los resultados de las elecciones vascas y gallegas fueron el peor resultado posible para el PP. Mariano Rajoy tenía la cara de Bruce Willis en la película 'El sexto sentido'. Esa noche electoral Ciudadanos, Podemos y PSOE llegaron a la misma conclusión: no nos podemos permitir unas nuevas elecciones. La fruta del pacto empezaba a madurar.
En tercer lugar, Pedro Sánchez se pasó toda la campaña de setiembre cantando la misma canción: que Podemos y Ciudadanos dejaran de lado sus vetos. Y sumaran sus votos a un gobierno alternativo. Pero la conspiración contra el Secretario General del PSOE se había puesto en marcha, no precisamente el 27 de junio después de las segundas generales, sino, más bien, el 21 de diciembre tras las primeras elecciones. Una conspiración no se improvisa en unos pocos días.
Alguien debería explicar a algunos dirigentes del PSOE que los tiempos de la acumulación de votos y diputados han pasado a los anales de la historia. Vivir del recuerdo de Felipe González produce melancolía pero nada más.
La irrupción de una fuerza como Podemos fragmenta el espacio de izquierdas para redistribuirlo y compartirlo. PSOE y Podemos van a luchar para captar el voto que fue un día de color socialista. En cambio, el Partido Popular sigue siendo hegemónico en su espacio conservador aunque la emergencia de Ciudadanos le recorte una parte de su voto moderado y de centro.
Es una diferencia electoral notable entre las dos fuerzas hegemónicas del bipartidismo periclitado. El viejo sistema de partidos feneció la noche del 20 de diciembre. Los conspiradores, en su afán de emular los Idus de Marzo, se convirtieron en el iceberg que hundió al Titanic. Y según se puede comprobar su plan era tan profundo e inteligente como el del iceberg de 1912. Porque las preguntas que se plantea son muy sencillas.
¿Forzar la dimisión del Secretario General obedece a un plan que nadie ha podido interpretar? ¿Quedarse sin candidato posible a un gobierno alternativo es lo más inteligente? ¿Pasar del 'no es no' a 'abstención no es un apoyo' es lo más prudente?
¿Quién gestiona en el futuro la abstención a un nuevo gobierno de Mariano Rajoy?
¿Quedarse sin candidato ante unas posibles terceras elecciones es lo que dictaba la razón? ¿El asalto al poder de los presidentes autonómicos es para salvar el partido o sus presidencias? ¿De verdad han preferido tomar el poder en el partido antes que permitir llegar a la Moncloa a Pedro Sánchez?
No prever los impactos devastadores que tendrá esta decisión en la militancia y en el electorado demuestra que el iceberg sigue viviendo en el siglo XX. Algún día se sabrán las respuestas pero es posible que ese día no importe ya que el PSOE sea el PASOK español.
La imagen que ha trasladado el PSOE, tumbando a un Secretario General elegido por los afiliados, es de golpe palaciego. Es el Viejo PSOE actuando como si las estructuras del aparato fueran las que controlan el partido sin saber que estos métodos no son de recibo en 2016. Nuestro tripulante galáctico sólo podría llegar a una conclusión: ¡Están locos estos romanos!