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Cámaras, controles de acceso y de temperatura o drones para unas playas pos-COVID-19 sin aglomeraciones

Una persona se baña en la Barceloneta este viernes

Oriol Solé Altimira

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La imagen de las playas abarrotadas no debería repetirse este verano. El distanciamiento físico para contener la expansión del coronavirus obligará a guardar las distancias a la hora de extender la toalla en la arena. Los ayuntamientos del litoral ya tienen listas o ultiman las medidas para evitar aglomeraciones. Son decenas los municipios que instalarán cámaras y sensores que permitirán conocer la ocupación de las playas a través de una aplicación, pero los más pequeños no pueden asumir los costes de la tecnología y destinarán personal de la policía municipal y agentes cívicos para controlar la afluencia.

Entre los municipios que desde hace años apuestan por la tecnología en su gestión diaria y que la usarán para controlar las playas este verano destaca Salou, epicentro turístico de la Costa Daurada. Además de las patrullas de la policía local, los socorristas y los informadores que contratará el Ayuntamiento, Salou ha instalado 22 vídeosensores que proporcionarán al instante el nivel de ocupación de las playas.

Cualquier ciudadano o turista –se traducirá a varios idiomas– podrá consultar a través de la web y la aplicación móvil de Salou el aforo de las playas, que se dividirá por semáforos. El alcalde de Salou, Pere Granados, pide en este sentido corresponsabilidad a la ciudadanía: “La mejora tecnológica no es solo para que la policía controle mejor las playas, sino para que todos miremos cómo de ocupada está cada playa antes de salir de casa y actuemos en consecuencia”.

“El aforamiento reducido se tendrá que cumplir a rajatabla y la tecnología es una mejora indispensable para garantizar la gestión del servicio y para el ciudadano”, resalta Granados. En las dos grandes playas urbanas del municipio, la de Llevant y la de Ponent, cabrán unas 26.000 personas cumpliendo las medidas de distanciamiento social, un tercio de su aforo habitual. En Salou confían en el turista nacional –es un lugar de veraneo popular entre navarros, aragoneses, vascos y catalanes– y en el francés para el arranque de la temporada turística, habida cuenta de que el turista ruso no llegará como mínimo hasta primeros de agosto.

En Benidorm, quinto destino que más visitantes recibe al año en España (detrás de Madrid, Barcelona, Sevilla y Palma), de los cuales la mitad son nacionales, no bastará solo con la tecnología: el Ayuntamiento ha decidido reducir el aforo de las playas al 50%, y se podrá acudir en horario partido de mañana y tarde con cierres a mediodía y por la noche, que servirán para hacer limpieza y desinfección. El consistorio además ultima un plan de control de aforo, flujos y dirección.

Más allá de los sensores y las cámaras, en Barcelona directamente se instalarán vallas de madera y puntos de acceso específicos en las playas de mayor afluencia de la ciudad, como la Barcelona, Sant Miquel o Somorrostro, medida que el consistorio estudia generalizar en todas las playas si se descontrola la llegada de bañistas, en especial cuando reabran las fronteras.

También habrá vallas para controlar el acceso y aplicación móvil para saber el aforo en las playas gallegas de Riazor y en Oza, y escaleras de entrada y salida en el Orzán. En Andalucía, Torremolinos y Rincón de la Victoria aplicarán una tecnología de geolocalización que les permitirá conocer en tiempo real cuántos usuarios hay en cada zona, y Fuengirola instalará entre 40 y 50 sensores en las farolas de sus playas para medir el volumen de personas que entran a cada una de las cuadrículas virtuales en las que se divide la playa. En la mayoría de municipios el aforo a las playas se reducirá entre un tercio y un 50% de lo habitual.

El uso de la tecnología ha ido un paso más allá en Las Palmas de Gran Canaria, donde la policía local usa un dron para sobrevolar las playas y controlar así su aforo. Más tradicional es la solución que Tossa de Mar, en la Costa Brava, implantará para la temporada de verano: en los dos accesos al municipio se medirá la temperatura de todos los visitantes. En las playas policía y agentes cívicos controlarán las aglomeraciones, al igual que en el recinto amurallado del municipio. La alcaldesa de Tossa de Mar, Imma Colom, defiende la medida para que no haya un rebrote de coronavirus en el municipio después de registrar solo una veintena de casos entre sus más de 6.000 habitantes. “No es un control excesivo sino una medida para dar tranquilidad y seguridad tanto a los vecinos como a los turistas y para no estropear el trabajo hecho hasta ahora”, afirma.

¿Y qué ocurre en los municipios más pequeños y en cuyo término municipal hay calas de difícil acceso donde es más complicado controlar el aforo? La isla de Menorca es un buen ejemplo. Desde el Consell Insular explican que todavía se está trabajando con los ayuntamientos en un plan para el verano, si bien reconocen las dificultades que deberán abordar.

A la espera de conocer la normativa que aprueba el Ministerio, en Menorca se aumentará el número de socorristas e informadores en las playas, pero aún está por decidir si se implantará algún medio tecnológico como los sensores para calcular el aforo. En muchas calas menorquinas además los visitantes llegan más por barco que a pie –en algunas se puede llegar caminando igualmente, pero después de varios kilómetros de caminata–, lo que añade más complicación al control de afluencia.

Pero no hace falta irse a las islas. Montgat, a 20 minutos de Barcelona en Cercanías, empezará la temporada de baño el 13 de junio y serán uniformados de la policía local y agentes cívicos los encargados de controlar que no se masifiquen las playas. Las cámaras y videosensores tienen un coste “desorbitado” para este municipio de 12.000 habitantes, explica Mònica Puig, concejala de ordenación y gestión del territorio, que no obstante confía en que el Área Metropolitana de Barcelona termine proporcionando soluciones tecnológicas a los pueblos más pequeños.

Tampoco ayudará el hecho de que Montgat solo pueda abrir una de sus seis playas –una segunda está pendiente de recibir la autorización del Ministerio de Fomento– debido a las secuelas del temporal Gloria y de las intensas lluvias de la primavera, una restricción que se repite en otros municipios de la costa catalana y valenciana. Menos espacio en tiempos de distanciamiento, pero las mismas –o más– ganas de playa.

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