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'Casas de paja' para una arquitectura que ayude a evitar la contaminación en l'Albufera de Valencia

Construcción a base de paja de arroz en Valencia

Laura Martínez

La paja de arroz es el lastre del campo valenciano. Cada año, con el fin de la cosecha, de los terrenos colindantes a la Albufera sale una cantidad considerable de residuos de la recogida de arroz. Las estimaciones van desde 14.000 las más moderadas a incluso 100.000 toneladas, en función de quién las realice. 

Los datos de la conselleria de Medio Ambiente hablan de una recogida de 2.000 toneladas durante el último año, que previsiblemente aumentarán a 5.000 en el presente. Además, otros organismos como el Ayuntamiento de Valencia o algunas cooperativas también retiran una parte. 

Uno de los elementos que hace singular este paraje se convierte en su peor enemigo. Para algunos, la nube de humo que aflora cuando llega el otoño es un paisaje casi tan habitual como el de los arrozales inundados. El material, si no se retira, se pudre y acaba repercutiendo en la fauna del humedal. Y las alternativas tampoco son baratas para los agricultores. Al final, la solución fácil, que no la óptima, ni si quiera la buena, es quemar la paja de arroz. Esta práctica provoca unos aumentos de la contaminación considerables, como se vio el pasado año en la capa de polución que cubrió la capital valenciana durante varios días. Sería injusto responsabilizar a los agricultores de la nube negra, ya que la quema coincidió en un periodo de ausencia de lluvias, poco viento y un nivel elevado de tráfico que provocaron que la polución se estancase. Pero ayuda. Y no por una voluntad oscura de los agricultores, sino porque no encuentran una buena alternativa. 

Con la paja de arroz se ha probado a hacer infinidad de cosas. Desde alternativas que se quedan en el propio campo, como alimento para el ganado, producción de sustrato -abono-, cubiertas vegetales para campos dañados... hasta alternativas que han ofrecido las empresas, como biocombustible o ninots para las fallas. 

Balas de paja, Acció Ecologista-Agró, Rice2rice, Agrolab, BioCompost, Sost-Rice o EcoRice, son solo algunos nombres de proyectos. Estos últimos son los tres proyectos LIFE de la Unión Europea -un programa apoyo financiero para programas de medio ambiente- destacaba el ambientólogo Andreu Escrivà

La opción que parece tomar mejor forma es la de darle uso como material de construcción. Arquitectura de paja. Casas de paja. Del 25 al 28 de octubre se reunirá en la capital valenciana el mayor Congreso de esta materia, el quinto encuentro de la Red de Construcción con Paja, un encuentro para poner sobre la mesa obras urbanas y públicas que se han realizado con ese material, ofreciendo nuevas alternativas. En Vitoria, el año pasado la empresa Ecopaja recibió la acreditación de los laboratorios de la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) para edificar casas, centros de salud o colegios con módulos de  hasta 28 metros, elaborados con madera y paja compactada de 4.000 kilos. 

En Valencia, el encargado de gestionar este encuentro es Pablo Quintana, que, pese a venir del mundo escénico, se ha convertido en un experto en la materia. Quintana se ha pasado media vida dedicada al montaje de escenarios de teatro y Ópera y desde hace unos años ha evolucionado hacia el activismo. 

En realidad, su intención es que las instituciones adopten estos usos del material procedente del campo como alternativa a los barracones escolares, que todavía llenan los patios de los colegios en construcción. Quintana vio la paja en el ojo ajeno -dándole un buen uso al refrán-, y ha ido de colectivo en colectivo presentando su idea, hasta que ha conseguido que decenas lo suscriban y poder realizar el congreso. 

El activista se encargó del diseño del interior del Pabellón de Iniciativas Ciudadanas para la Expo Zaragoza en 2008, invitado por el arquitecto Ricardo Higueras. Luego, el terremoto que destruyó parte de Lorca terminó de despertar su conciencia y se convirtió en el motor de la presente iniciativa.

Ecologistas, constructores y representantes de personas con discapacidad han manifestado su apoyo a 'Tengo una paja en el ojo', que, parafraseando el dicho, es el nombre del proyecto. Quintana, que tiene una discapacidad física que le impide caminar sin muletas, ha querido hacer un proyecto inclusivo, por lo que lo ha presentado también en varios colectivos como el Cermi. “Su mirada hacia la reutilización de elementos que actualmente se desechan a través de la quema, concretamente de la paja del arroz, hace que la huella ecológica que va a marcar el proyecto sea un referente de respeto medio ambiental ejemplar, y también, fomentará un interés especial por estudiar la participación social de nuestro colectivo en la construcción de un medio ambiente sostenible”, señalaba el portavoz del Cermi, a propósito de la propuesta de Quintana de que contribuyan a la construcción personas con discapacidad. Serviría, además de como proyecto inclusivo, para que los agricultores pudieran sacar más rendimiento a sus cosechas.

Según explica el defensor de la idea, la paja de arroz funciona como aislante térmico, por lo que su construcción sería viable en cualquier entorno. El ahorro energético, calcula, sería de entre un 70 y 80% de la factura actual. “Podrían construir viviendas sociales en las que no encender más la calefacción”, sueña Quintana. En Europa, Inglaterra, Francia, Noruega y Alemania ya han puesto en marcha iniciativas de construcción con rastrojos, en especial para escuelas y casas prefabricadas, donde empiezan a florecer empresas especializadas en este ámbito.

La aspiración de Quintana es, al menos en Valencia, borrar los barracones de chapa y plástico del mapa y desarrollar un espacio conciliador con los agricultores, que una sensibilidad medioambiental con la inclusión laboral de colectivos discriminados. Una utopía que puede dejar de serlo.

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