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Calatrava (y la justicia) nos la clavan

Andreu Escrivà

Resumo: arquitecto fantoche –y fetiche- la pifia en repetidas ocasiones, un partido político lo denuncia con una web que recoge noticias al respecto y la justicia –agárrense- obliga a indemnizar al millonario con 30.000 euros y a cerrar la página de Internet.

Y yo aquí me pierdo, y no hay forma de que entienda nada ya. ¿Calatrava ha hecho o no ha hecho un palacio de la ópera que es una puta mierda? Porque a ver si nos entendemos, muchachada: gastarte más de 400 millones de euros en un edificio que no sirve para lo planeado, en el que hay que arrancar decenas de asientos nada más estrenarlo, en el que las quejas son constantes y los defectos la norma –el trencadís es sólo parte de una larga lista-, merece mucho más que una web. ¿Dónde está la infamia, dónde el perjuicio? El peor enemigo de Calatrava no es Esquerra Unida, sino sus edificios, un legado tóxico que polariza y enfrenta a las ciudades que los acogen.

El mismo arquitecto al que el PP permitió cobrar por sobrecoste –una maniobra perversa e inédita-, el mismo que se embolsó 42 millones de euros extra gracias a ello, el mismo al que medio mundo reclama por sus chapuzas, se permite exigir 600.000 euros a una formación política que –atención- ha realizado su trabajo: fiscalizar el destino del dinero de los contribuyentes y denunciar su –a todas luces evidente- mal uso.

Yo he ido al Palau de les Arts, y hablo con conocimiento de causa: no soy sólo un asqueado espectador de su descamado exterior. Y por ello me permito decirlo por segunda vez: es una puta mierda. Se inunda, es caluroso, feo, peligroso -¡pónganse casco!-, incómodo, poco accesible y las butacas –las que quedan- son malas y estrechas. Y la programación es de pena, tras haber quemado el dinero en el continente y no en el contenido (¿de qué me suena eso?).

Dice el juez que “Calatrava te la clava” es “intromisión ilegítima en el derecho fundamental al honor”, que está feo decir que “te la clava”. ¡Pero si nos la ha clavado hasta el fondo, señor juez! Si cobrar 42 millones del erario público por sobrecostes evitables no es una forma particularmente vil y mezquina de enriquecerse, ¿me puede explicar qué demonios lo es, señor juez? Si construir un edificio de 450 millones de euros en el que a los días de abrir las puertas tienes que hacer remodelaciones de calado, ¿no repercute eso en el propio prestigio mucho más que cualquier web? ¿Cobrar lo que cuesta construir varias escuelas por un proyecto que nunca llevarás a cabo es o no es clavárnosla? ¡Que lo hemos costeado entre todos!

Si te piden una estantería de pino por 200 euros y entregas una mesa de roble recubierta de acero por 1000 euros... ¿Qué crees que te diría el cliente? Porque hete aquí el nudo gordiano de todo el asunto: ¿Quién ha permitido este desmadre? ¿Quién contrataba, quien adjudicaba, quién pagó 15 millones de euros por una maqueta que jamás se hará realidad?

Calatrava nos ha vendido gambón congelado y en mal estado a precio de gamba roja de Dénia, y la ración nos la han servido, escupitajo mediante, Rita Barberá, Eduardo Zaplana –no se nos olvide- y Francisco Camps. Si ustedes están conformes con el menú, perfecto, pero al menos no me tachen de prejuicioso si exijo el libro de reclamaciones. Lo único que pido es que el boli funcione y ningún juez arranque la página.

Toda la información sobre la demanda la podéis encontrar en la web de caltravatelaclava.com, que por el momento sigue activa.

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