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El feminismo, los cuerpos de las mujeres y los vestidos de Cristina Pedroche

Capitolina Díaz

Cristina Pedroche dice que sus famosos vestidos son superfeministas porque llevándolos defiende la libertad de las mujeres.

El feminismo tiene como objetivo la emancipación y la libertad de las mujeres, de manera tal que estas puedan disfrutar, en igualdad con los hombres, los derechos y oportunidades de la vida. Uno de los esos derechos es la libertad de elegir nuestra indumentaria. Frente a este derecho individual, el resto de (las) personas e instituciones tienen el derecho equivalente de decidir qué indumentaria les gusta o aceptan en sus eventos. Así, por ejemplo, cualquier persona tendría derecho a pedirle a Cristina Pedroche que abandonara el funeral de un familiar si ésta fuera vestida como va para dar las campanadas. Tenemos unas pautas culturales –relativamente flexibles- sobre cómo vestirnos en cada ocasión. Una ocasión como las campanadas de Fin de Año goza de una amplia licencia en cuanto a la vestimenta. Pedroche podría ir vestida de payasa, de maga o semidesnuda. Tiene libertad de elección (dentro de los límites que imponga la empresa que la contrata, que seguramente estarán –en buena medida(--) determinados por el efecto de esa vestimenta en su audiencia, y dentro de los límites que imponga la ley). Al parecer, tanto a la cadena de televisión como a la misma Cristina Pedroche les va bien que salga semidesnuda. A ambas les gusta. No contravienen ninguna ley.  Por si fuera poco, entre las cualidades de la Pedroche está su enorme capital erótico dicho de manera menos técnica: su innegable atractivo erótico. Ella actualiza y rentabiliza este capital, luciéndolo y exponiéndolo de la mejor forma que sabe. Hasta aquí nada que decir. He descrito algunos aspectos de un sistema de libertades políticas y de un sistema económico liberal, atravesado por un sistema de comunicación de masas y de redes sociales, que conforma nuestra realidad cotidiana. Pero de ahí a decir que su elección de vestido amplía la libertad de las mujeres, hay un salto difícil de sostener más allá de la retórica. Así que podemos aceptar sus palabras en el entorno económico mediático en el que vivimos, pero no dentro de la lógica feminista. Eso es otra cosa.

Dice Pedroche que su elección del vestido es un acto feminista. A mi entender, no lo es y Cristina Pedroche utiliza un argumento falaz y torticero cuando dice que es tal. Aprovecha el hecho de que el feminismo está a favor de la libertad, para indicar que cualquier acto fruto de la expresión –supuestamente- libre de una mujer es un acto feminista. No señora, no lo es. Porque si bien es cierto que el feminismo aboga por la libertad (de elección, entre otras), también lo es que aboga por la libertad para algo: libertad para lograr la igualdad y eliminar la supremacía masculina. No aboga por la libertad de las fuertes para machacar a las débiles, no aboga por la libertad de los depredadores sexuales para forzar la voluntad de sus víctimas, no aboga por el derecho de los talibanes para imponer el burka a sus mujeres….

La libertad por la que aboga el feminismo es aquella de la que podrán disfrutar las mujeres cuando puedan libremente aspirar y lograr todo aquello para lo que estén capacitadas. Sin límites ni menosprecios por el hecho de ser mujeres. Y esta libertad por la que trabaja el feminismo, no se amplía con exhibiciones como las de la Pedroche. Más bien al contrario –aunque no seré yo quien le diga cómo vestirse-, ya que uno de los ejes del pensamiento y la acción feminista es el que subraya el hecho de que las mujeres somos mucho más que nuestros cuerpos. El feminismo apoya el que a las mujeres se les mida por el mismo rasero que a los hombres, para quienes en la mayoría de los casos el atractivo erótico de su apariencia personal no es decisivo, incluso para salir en el evento de las campanadas. El que Cristina Pedroche se vista en ese evento para que en lo único en lo que nos fijemos sea en su cuerpo, es un acto de puesta en valor de su belleza, de su capital erótico, es un acto incluso de autodisfrute al comprobar cuán admirada o deseada es. Pero lo que no es, es un acto feminista. Con él no contribuye al avance del desarrollo igualitario de las mujeres, que busca que la sociedad nos considere por nuestras cualidades como personas, más allá de las formas de nuestros cuerpos. Puede que tal acto sea, individual y personalmente, un acto de afirmación y de búsqueda de reconocimiento (loable, en principio) ;pero no es un acto que aumente, de forma general y colectiva, el poder de las mujeres, tal y como quiere indicar Pedroche.

No quiero sugerir decir, sin embargo, que pueda haber  una relación directa entre la su semidesnudez de la persona que nos ocupa y el incremento de las agresiones sexistas. Las mujeres son acosadas, agredidas y violadas cuando van vestidas de manera común y corriente: cuando van vestidas para ir al trabajo, o de compras, o de paseo, o de vuelta a su casa. Las bebés y las mujeres ancianas también pueden ser víctimas de la violencia sexual y es difícil pensar que lo sean por su indumentaria. Las víctimas de los delitos de acoso, agresión o violación, no lo son por su vestimenta o falta de ella, ni por su aspecto personal.  Sólo lo son por la falta de respeto humano y por la violencia de los hombres que las atacan. El delito está en el delincuente, no en la víctima.

Pero sí quiero decir que cuando lo único que se pone en valor de una mujer es la sensualidad de su cuerpo, tal cosa para ella puede ser provechoso, pero no para el conjunto de las mujeres que, en parte, serán y se sentirán juzgadas por el patrón impuesto por ese cuerpo con esa indumentaria sensual.

Es natural ser sensual. A los seres humanos nos gusta, por lo general, en un grado u otro, mostrar nuestra sensualidad. Las personas deseamos y necesitamos ser acogidas, bien acogidas por las personas que nos rodean (de no ser así, no nos habríamos desarrollado como personas. Para ello, cada cual realza las habilidades de las que dispone lo mejor que puede. Tratamos de que se nos note nuestra erótica, nuestra inteligencia, nuestro humor, nuestro buen gusto, nuestra bondad, nuestra empatía, etc. Pero lo solemos hacer de manera integral, evitando ser cosificados por uno solo de nuestros atributos, porque de no ser así, no vamos a ser tomadas como personas integrales, sino como objetos o como meras funciones. Y a nadie le gusta ser reducida a un objeto o a una función.  Las superbellezas quieren ser vistas como más que bellezas, las científicas con premio Nobel como más que científicas,  las madres como más que madres, etc.

Señora Pedroche, vístase usted como quiera. Es muy libre. Administre como guste o le covenga su capital erótico. Pero no se confunda, o no intente confundir. Ni las feministas que conozco o he estudiado dirían que la elección de ese vestido es un acto feminista, ni usarían la palabra “superfeminista”(sic).

Capitolina Díaz Martínez es catedrática de Sociología de la Universitat de València, expresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas

 

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