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Cómo se 'cocinan' los datos de reciclaje

Julio Barea

Desapercibida a los ojos de la mayor parte de la ciudadanía, estos días vivimos una batalla en el ámbito de la gestión de residuos. Un enfrentamiento entre dos modelos diferentes, aunque complementarios, de gestionar nuestras basuras. Uno, impulsado desde una visión empresarial y economicista, y el otro, movido desde la perspectiva ciudadana y ambiental.

En cualquier caso, lo que no admite debate es que el actual modelo de los contenedores de colores impulsado por las multinacionales ha tocado techo hace mucho tiempo. Tanto en lo referido a la materia orgánica como a la fracción de los envases, el papel y cartón o el vidrio. Los porcentajes de lo que acaba en el contenedor correcto no mejoran. Es más, están estancados y no logran pasar de un 35% en el mejor de los casos.

Y todo ello a pesar de las campañas y el dinero invertido durante casi ya dos décadas por los ‘únicos’ responsables de gestionar esa recogida selectiva, los SIG (Sistemas Integrados de gestión). El caso más ilustrativo es el de Ecoembes, quien gasta decenas de millones de euros al año en publicidad, cursos, jornadas, patrocinios y todo tipo de eventos que le ayuden a ‘enverdecer’ su marca. Un dispendio que sale del bolsillo de los consumidores que compran las bebidas y los alimentos de sus asociados y que solo sirve de autobombo para recordar lo bien que hacen su trabajo y no para mejorar la recogida selectiva.

Dentro de toda esta ‘autopropaganda’, Ecoembes siempre asegura que consiguen reciclar ¡más del 70% de los envases! Pero veamos algunos datos para poner en el contexto adecuado esta afirmación:

-En España se ponen a la venta 50 millones de envases de bebidas al día. 30 millones de ellos se pierden y contaminan nuestro entorno, ya sea porque son abandonados en calles, campos, playas, ríos o porque son arrojados a vertederos o incinerados.

-De hecho, desgraciadamente, se trata de una tendencia global porque el 86% del plástico que envasadores y productores de todo el mundo ponen en el mercado, no se recicla.

¿De dónde surge pues esa mágica cifra del 70%? Ecoembes es una Sociedad Ánónima (SA) sin ánimo de lucro de la que no forma parte ninguna administración y que se audita a sí misma a través de empresas privadas. El escenario ideal para ‘cocinar’ unos resultados a medida.

Por una parte, tenemos que las empresas que forman Ecoembes, marcas de bebidas, por ejemplo, son las mismas que deben enviar auditorías declarando cuántas aguas, refrescos o cervezas ponen en el mercado. Y siendo juez y parte, nadie les puede impedir declarar menos bebidas de las reales para reducir el coste de la aportación que por ley están obligadas a hacer para la correcta gestión de sus productos.

Por la otra, que cuando los residuos recogidos en los contenedores entran en las plantas de tratamiento, se toma como referencia el peso total de lo que carga el camión, sin saber si el material podrá ser reciclado o no. De hecho, mucho de lo que entra en esos camiones son impropios o rechazo que no se recicla y va al vertedero o a la incineradora directamente.

Así que, con tales ‘ingredientes’, es fácil deducir de dónde provienen unos números tan alejados de la realidad. Y a esto habría que añadir que las balas de material que salen tras el proceso de selección son de tan baja calidad que los recuperadores tienen que deshacerse de parte de ese material supuestamente destinado a reciclaje.

Por suerte, existe solución a esta gestión poco eficaz y opaca. La alternativa es trabajar para retirar y reciclar la materia orgánica, imprescindible. Segundo, ‘complementar’ los SIG con el efectivo Sistema de Depósito para el reciclaje y la reutilización de los envases de aguas, refrescos, zumos y cervezas, como ya hacen más de 40 países y regiones del mundo. Y como ya se hacía en España antes de que se implantase el sistema de las multinacionales.

Es necesario incrementar la llamada economía circular limpia y trabajar para lograr políticas de ‘Residuo Cero’, al contrario de lo que pretende la industria con su ‘Vertido Cero’, que solo es una trampa para poder quemar masivamente en incineradoras y cementeras, contabilizarlo todo como reciclado y seguir con la cultura del usar y tirar.

*Julio Barea, responsable de campaña de Greenpeace

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