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Jugando al parchís contra la Muerte

José Manuel Rambla

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Una de las imágenes con más fuerza que nos ha legado la historia del cine es la de aquella transcendental partida de ajedrez en el Séptimo Sello entre el místico caballero encarnado por Max Von Sydow y el espectro de la Muerte. Ciertamente el espíritu valenciano está muy alejado de la atormentada espiritualidad de Igmar Bergman, tal vez por eso el delegado del gobierno en la Comunidad Valenciana Juan Carlos Moragues ha optado por recurrir a un juego mucho más entrañable y casero –el parchís- para afrontar no la Muerte con vocación metafísica que planteaba por el cineasta sueco, sino la multa de casi 19 millones de euros impuesta a España por falsear la contabilidad en la tierra de las flores, de la luz y del color.

El motivo de la sanción es la anecdótica aparición en los cajones de la Generalitat de unas 300.000 facturas perdidas, por valor superior a los 1.850 millones de euros, que el Consell fue acumulando, especialmente entre 2008 y 2011 aunque incluyera algún extraviado recibo de época de Lerma, como rápidamente se apresuraron a destacar acusicamente desde el PP. Una nimiedad sin duda que, en cualquier caso, Moragues, buen conocedor del tema como ex conseller de Hacienda, cree que no tendrá mayor importancia porque está convencido de que finalmente nadie tendrá que pagar multa alguna. Y basa su pronóstico en un argumento irrefutable: su condición de mal perdedor, hasta en el parchís.

En realidad no le faltan motivos al representante de Rajoy en Valencia para sentirse tan seguro de sus valoraciones. A diferencia de bergmaniano ajedrez basado en la racionalidad y la estrategia, en el parchís es el azar contenido en el baile de unos dados en el cubilete el que determina en gran medida la suerte de los jugadores. En este sentido no es preciso insistir mucho en que la suerte, ha sido buena compañera de Moragues si tenemos presente que las posibilidades de ser nombrado Delegado del Gobierno porque la guardia civil se lleve esposado a tu antecesor son tan remotas como las que tenían los dinosaurios de que cayera un meteorito en el peor momento posible.

Mi escepticismo vital, con todo, me hace más proclive a las leyes de la física que a las leyes del azar, aunque al final, lo admito, la única ley que parece confirmarse sea la de Murphy. Por eso estoy convencido de que finalmente la dichosa multa será religiosamente pagada y de que ya se encargará Cristóbal Montoro , ahora que Alberto Fabra y Rita Barberá han terminado cobijados por el Senado, lo sea a costa de los bolsillos valencianos. Pero, sobre todo, la amenaza del castigo será mucho mayor que una mera probabilidad estadística de ser comidos en el tablero de parchís, si definitivamente damos el paso urgente y necesario de denunciar que no queremos seguir jugando la partida con trampas. Y en ese caso, pagar una multa no será el mayor problema.

El anuncio hecho por Vicent Soler de elaborar unos presupuestos que rompan con el sinsentido de los recortes perpetuos, aunque ello implique superar los límites impuestos al déficit, es un buen primer paso en ese cuestionamiento de las reglas del juego. Como también lo es el incremento en un 7% del presupuesto para la rente garantizada anunciado esta semana por la vicepresidenta Mónica Oltra. Afrontar las sangrantes necesidades sociales, políticas y culturales que sufre este país precisa de un giro valiente en un tablero donde no encontraremos ninguna casilla que nos sirva de casa.

Con todo, la experiencia de Grecia nos enseña lo difícil que puede resultar salirse de ese guion que nos reserva el papel de tristes perdedores. Del mismo modo que Grecia -pero sobre todo el silencio cómplice de la socialdemocracia europea- también nos enseña la cruel soledad con que tendremos que afrontar la partida. Por eso no estaría de más comenzar a trabajar por articular complicidades. Plurales, divergentes, poliédricas, pero en cualquier caso, complicidades imprescindibles para frente a una partida que se prevé larga y en la que nos quieren hacer jugar con los mismos dados trucados de siempre.

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