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CRÓNICA

Mazón y la dana que nunca existió

Mazón antes del inicio del debate en el Parlamento valenciano.
23 de septiembre de 2025 22:40 h

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Carlos Mazón llevaba tres horas y 46 minutos de discurso y ya no podía más. Él quizá sí, pero su vejiga pidió tiempo muerto. La presidenta de la Cámara atendió la petición y ordenó un breve receso. “El presidente necesita cinco minutos”. Presumiblemente, para que fuera al baño. Mazón redujo la espera: “Espero que sean tres”. Fue demasiado optimista, como en casi todo lo que tiene que ver con su gestión. El pleno se reanudó casi quince minutos después. Aún le quedaba una hora de discurso con lo que la duración total fue de cuatro horas y 51 minutos.

Se puede decir que fue un logro del presidente valenciano. Consiguió que la intervención fuera más larga que su comida de El Ventorro en el día de la dana en el que murieron 229 personas. La diferencia es que esta vez no murió nadie por la extraña concepción que Mazón tiene del tiempo.

En ningún momento de su interminable discurso en Les Corts, Mazón habló de lo que hizo el día de la catástrofe, que está siendo investigado por la jueza de Catarroja. Fue esa jornada en la que no se presentó en el Cecopi (el centro de emergencias) hasta las 20.28 después de pasar todo el día ocupado en la agenda de lo que era un día normal para él. Fue el único valenciano que no miró ese día hacia el cielo con preocupación. Tenía que recoger un premio menor, verse con la patronal y sindicatos para hablar de presupuestos y reunirse en una comida con una periodista –cuando su Gobierno ya había recibido la noticia del despliegue inminente de la UME– con el fin último de controlar la televisión autonómica.

Desde entonces, tanto él como su partido se han ocupado de construir una historia alternativa sobre el 29 de octubre, casi siempre intentando desmentir las revelaciones aparecidas en la instrucción judicial. A pesar de eso, tuvo el cuajo de denunciar en el Parlamento que sus rivales falsean la realidad con “una construcción artificial, oportunista e infame de un relato que se cae a trozos”. En realidad, según su versión, él es la auténtica víctima (política) de la tragedia.

Llegó un momento en que las representantes de las asociaciones de víctimas que seguían el debate desde la tribuna del público ya habían tenido suficiente. Fue cuando Mazón intentó manipularlas en su favor. Afirmó que sus puertas siempre habían estado abiertas para recibirlas y alegó que esas víctimas “me han transmitido su indignación” por la manipulación política de la que es responsable la oposición.

Ahí fue cuando los familiares de los fallecidos decidieron abandonar la tribuna. Les acompañaron en su gesto los diputados del PSOE y Compromís. Un diputado del PP les dijo que tenían ganas de irse a comer. Varios de sus compañeros le rieron la gracia.

El portavoz socialista, José Muñoz, utilizó la carta publicada el 5 de septiembre por Maribel Vilaplana, que estaba con Mazón en El Ventorro. Diez meses después de los hechos, la periodista había contado que el presidente no le transmitió ninguna preocupación por las lluvias y que la comida acabó a las 18.45, más tarde de lo que se creía. “¿No nos va a decir qué hizo tras salir de El Ventorro a las 18.45 y llegar al Cecopi a las 20.28? Han pasado once meses y los valencianos aun no saben qué hizo su president”.

Dio otro ejemplo: “Mientras el puente de Picaña era engullido por el agua, Mazón seguía en el Ventorro”. El presidente ni se inmutó ni se atrevió a mencionar esa comida, que le colocó entonces y ahora en una posición indefendible.

En su réplica, Joan Baldoví, de Compromís, incidió también en la comida que duró tres horas y 45 minutos: “¿En serio crees que las emergencias se afrontan desde la sobremesa de El Ventorro? No conozco una persona más descarada, más inmoral y más cínica que tú”. A los diputados del PP, les reprochó que aplaudieran como robots (hay que decir que en ocasiones sin mucho entusiasmo). “¿Qué aplaudís, que haya dado cinco versiones distintas? ¿Que no haya dicho qué hizo desde que salió de la comida hasta que llegó al Palau?”, preguntó Baldoví.

Mazón había preferido insistir en el supuesto “apagón informativo” difícilmente compatible con la máxima alerta que anunció la AEMET desde primera hora de la mañana del 29 de octubre y los 198 correos electrónicos que envió la Confederación Hidrográfica del Júcar. Varios organismos podrían haber hecho mucho más antes y durante la dana, pero la clave es lo que hace un Gobierno con la información que recibe. Su alarma no llegó hasta la noche cuando había muerto ya la mayoría de las víctimas. Antes Mazón no se había dignado a presentarse en el Cecopi y su consejera de Emergencias había dado pruebas sobradas de que no estaba a la altura de su responsabilidad.

Mazón se colocó todo lo cerca que pudo de Vox. Se burló de los ecologistas, a los que definió como urbanitas de ciudad que sólo van al campo el fin de semana. Hijo de un médico, estudió Derecho en Alicante, con 25 años obtuvo su primer cargo como director general de Juventud y ya no dejó la política. Su conexión personal con el medio rural es inexistente. Terminó empleando el lenguaje de la extrema derecha al referirse a “la aplicación yihadista del Green Deal”, un concepto propio de las parodias que aparecen en los programas de humor de televisión.

Estaba tan empeñado en agradar a Vox que hasta tuvo unas palabras elogiosas hacia Charlie Kirk, el fanático ultraderechista asesinado en Estados Unidos. Las conexiones de Kirk con la política valenciana no son muy profundas, pero ahí estaba Mazón para solucionarlo cuando dio la réplica al portavoz de Vox: “Pactar es ceder. El pensamiento único es el de otros. Esto lo explicaba muy bien Charlie Kirk. El camino directo hacia el odio es la falta de diálogo. Es uno de sus legados que comparto”. No está mal para alguien que no sabía quién era Kirk hace quince días, pero que ahora está prendado de su legado.

Otro gesto de amor hacia Vox fue el momento en que enarboló el peligro “catalanista”. Anunció la presentación de una “ley de señas de identidad valencianas”, un tema que no se sabía que era una urgencia, porque es de suponer que los valencianos saben quiénes son sin necesidad de que se lo diga el Gobierno.

El punto de mira está puesto en la Acadèmia Valenciana de la Llengua, creada en 1998 por el Gobierno de Zaplana con la misión de establecer la normativa lingüística del idioma. No le gusta el nombre y quiere que pase a llamarse “Acadèmia de la Llengua Valenciana”. Como habría que reformar el Estatut, lo que exige una mayoría reforzada, no tiene ninguna posibilidad de salir adelante sin el apoyo de la oposición, pero le permitirá decir a Vox que ambos están en el mismo barco.

Le interesa y le preocupa tanto la lengua valenciana que pronunció casi todo su primer discurso en castellano, además de todas las réplicas a la oposición.

Mazón sólo habló a los suyos, a su partido y a sus votantes. Fue un intento desesperado de aparentar la vuelta a la normalidad casi un año después de la dana. Presentó 41 medidas para el futuro, como si fuera un discurso de investidura, dando por hecho que estará en el cargo hasta el final de la legislatura y que volverá a ser el candidato de su partido. Todo tenía el aspecto de una ficción mientras los que aplaudían fingían que nada había sucedido hace casi un año, como si la dana no hubiera existido y esta fuera una legislatura normal. De hecho, Mazón habló más de Pedro Sánchez que de Francisco Gan Pampols. El general retirado entró en su Gobierno como vicepresidente para dirigir la reconstrucción y dejará el cargo en unas semanas, porque parece que ya no tiene nada que hacer.

El Partido Popular le ha dado todo el apoyo a través del secretario general, Miguel Tellado. Hace sólo diez días, Tellado estuvo en una cena del partido posterior a las vacaciones. “A este partido le pido que trabajemos unidos bajo el liderazgo de Carlos Mazón”, dijo. Fue el acto en el que Mazón dejó una frase para la historia: “Nosotros sí que nos tomamos en serio las emergencias”. 229 muertos y una comida de casi cuatro horas en el día de autos le respaldan.

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