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No es molestia

Patricia Canet

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Todos tenemos ciertas cosas en la vida que saben encontrarse un hueco donde la apariencia de nuestras agitadas vidas no les deja existir. Esas cosas que aparecen casi por casualidad y acaban por entregarse más bien a la causalidad.

Tienes ganas, lo deseas, te mueres por entregarte a ello. Y acabas por rendirte a eso que te llama a gritos desde cualquier habitación alejada de la tuya propia. Oyes su voz y la distingues entre todas las demás. Sabes el giro que puede dar sin apenas haberse girado. Todo eso lo sabes porque esa cosa ya es más tuya que de nadie, por mucho que se empeñen los no creyentes. Y de repente estás temblando ante lo que no son más que ganas de encontrar la satisfacción que sólo se encuentra en los momentos que te llevan a entregarte a lo que amas.

Una vez oyes los gritos de tu pasión, los escuchas y los conviertes en una pieza para cuarteto de cuerda, todo parece encajar. Tienes el tiempo que parecía no existir. Tienes las ganas que no dejabas de ignorar. Tienes el ímpetu ese que sólo nace de las primeras veces. En esos instantes, te pierdes; y es en uno de esos segundos cuando te encuentras junto a uno de esos propósitos que a propósito dejaste de buscar. Por mucho que las circunstancias marquen lo contrario, tú ya lo has hecho, has encontrado algo por lo que vale la pena luchar.

Tener la predisposición a luchar por algo. Suena genial si no lo tienes y suena horriblemente acojonante cuando sí lo tienes. Te has comprometido con algo que vas a necesitar atender y satisfacer cada vez que llegue aire a tus pulmones. Vas a estar pensando en eso incluso cuando creas que nada de lo que estás haciendo tiene que ver con eso. Estás en un matrimonio a conveniencia de los votos que vas dando y la voz que vas alzando.

Otros te dirán que eres afortunado por encontrar eso, que cuánta pasión derrochas al hablar de ello. No se equivocan. Nada puede hacerte sentir mejor que eso. Cuando les hablas de ello, te das cuenta de que incluso lo amas más de lo que crees. Es tu pasión frente a su asombro, qué les vas a contar. Bueno, sólo una cosa: que no recuerdas ni cuando lo empezaste a amar porque lleva más tiempo dentro de ti del que tu memoria viene trabajando. Explícales que el tiempo no es una dimensión cuando estás con eso y apenas tendrán un atisbo de qué hablas. De nuevo, escúchales asombrarse porque oírte dedicarle esa fuerza será la confirmación de que tuyo ya no es tu destino, de que se lo has entregado a tu pasión.

Prepárate para ser feliz los momentos de plenitud que con ella compartas porque serán tan perfectos que, cuando no los tengas, te sentirás miserable. Y aquí viene algo con lo que quizá no contabas. Más vale que seas consciente, por el bien de tus intenciones, de que las dudas te asaltarán más temprano que tarde, que ridiculizarán tus verdades para convertirlas en cobardes hipótesis y que acabarás siendo la sombra de lo que creías ser.

No te voy a dar ánimos para la lucha que se te presenta porque estoy para que me los den a mí. No sé si ganaremos la lucha, sobrevivir a ella ya es bastante. Por eso, ármate con lo mejor que tengas, ya te digo que las dudas, los sinsentidos, las faltas de propósitos, los bloqueos y todas las cosas capaces de hacer daño han venido para quedarse, para ser eso, cosas que hacen daño, y para hacer de tu pasión una maldición placentera.

En esos otros días, si la gente te ve sufrir por no poder atender los dictados de lo que para ti es un deber vital, asómbrate de nuevo al ver sus caras y decirles que vives también por esos angustiosos momentos porque sin ellos no sabrías de qué eres capaz. Su incredulidad ya es más de lo que necesitas. Hay algo extraño en ello debido a que sólo tú sabes de qué hablas. No necesitas más que entenderte a ti mismo, créeme, no es poco.

Cuando te pregunten, y lo harán, sobre qué sentido le encuentras a dedicarle tiempo, dinero y sueños a algo que te está jodiendo, ándate con ojo porque no les estarás contestando a ellos, sino a ti mismo. Mírales a la cara sabiendo que es en verdad la tuya y no fuerces ninguna palabra, saca esa sonrisa que sólo tu pasión puede sacar y diles que no, que nada de eso es molestia.

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