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Mónica Oltra, la artífice de las mayorías de izquierdas valencianas

La líder de Compromís Mónica Oltra.

Lucas Marco

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En Japón existe una modalidad de funeral en el que el finado está vivo. Se llama seizenso y es una forma de mostrar agradecimiento a los seres queridos antes del óbito, por ejemplo para los enfermos terminales. Mónica Oltra Jarque (Neuss, República Federal de Alemania, 1969) no ha querido asistir a sus propias exequias (políticas). En una jugada muy característica, se ha adelantado a propios y extraños, y antes de la ejecutiva de Compromís que debía debatir la situación del Pacte del Botànic tras la imputación de su vicepresidenta, Oltra ha aparecido en la sede de la formación valencianista y ha anunciado que se va para no poner en peligro el Gobierno progresista a menos de un año para las próximas elecciones autonómicas. La dirigente de Compromís ha comparecido arropada por sus más estrechos colaboradores en la vicepresidencia y Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas que dirige desde que en 2015, tras dos décadas de hegemonía absoluta del PP, las fuerzas de izquierda se ponían de acuerdo para gobernar.

Oltra afronta el horizonte judicial sin el doble aforamiento del que disfrutaba, como parlamentaria autonómica y miembro del Ejecutivo valenciano. La delicada situación también trastoca las posibles alianzas con Yolanda Díaz de cara a las próximas elecciones generales. La imputación y posterior dimisión de Oltra afecta, por tanto, a los cimientos de la izquierda valenciana. Porque Oltra ha sido la líder política artífice de las mayorías de izquierdas en el País Valenciano. 

Nacida en Alemania, país al que su familia emigró durante el franquismo, Mónica Oltra se crió en un ambiente de militancia en la izquierda comunista. Su padre Juan Oltra, metalúrgico, y su madre Angelita Jarque, trabajadora en una fábrica, formaron “una familia obrera, de estirpe comunista, algo que desde el principio de la existencia consciente de Mónica comportó la asunción de los valores que esa izquierda exigía y practicaba”, escribe el autor de su biografía.

El regreso a España supuso su ingreso en las Juventudes Comunistas y, posteriormente, en Esquerra Unida del País Valencià (EUPV). La larga década de 1990, tras la caída del Muro de Berlin y la hegemonía absoluta de las tesis neoliberales, forjó una travesía en el desierto de una joven estudiante de Derecho que ya apuntaba maneras. Sin embargo, no fue hasta 2007, cuando accedió al escaño de parlamentaria autonómica en una candidatura de unidad entre el Bloc Nacionalista Valencià y EUPV que acabó, en la mejor tradición cainita de la izquierda, como el rosario de la aurora.

Mónica Oltra, junto con la actual consellera Mireia Mollà, fue expulsada de Esquerra Unida uniéndose al incipiente Compromís, una marca que haría fortuna. Su propuesta, un valencianismo de izquierdas con un cierto componente ecofeminista, contaba con una ventaja de importancia capital: el instinto político de Oltra amén de su capacidad dialéctica para poner en apuros a un PP gobernante hasta el cuello de casos de corrupción.

La fórmula tuvo éxito y en 2015, tras un último y agónico mandato de los populares, las elecciones dieron un excepcional resultado a Compromís que se situó como la segunda fuerza política de la izquierda con más votos. En la ciudad de Valencia, la formación valencianista se hizo con la alcaldía, algo impensable pocos años antes. 

Oltra, tras una tensa negociación con los socialistas valencianos, asumió el área de políticas sociales, que renombró como inclusivas, además de la vicepresidencia y la portavocía del Ejecutivo presidido por el socialista Ximo Puig. Entre sus competencias figuraban los centros de menores. Un ámbito de gestión amplio y complicado que durante las casi dos legislaturas del Pacte del Botànic le ha dificultado ejercer en todo su esplendor el papel político de contrapeso al PSPV-PSOE.

La relación con Puig, especialmente después del adelanto electoral de 2019 forzado por el presidente –para hacerlo coincidir con las generales–y que ella no consideraba justificado, se ha ido deteriorando con el paso del tiempo a velocidad de vértigo. Ni siquiera se hablaban por teléfono. Rodeada de un equipo de fieles, por momentos casi adoradores oltristas, la vicepresidencia primera se convirtió en un antagonista institucional del Palau de la Generalitat aunque con menos recursos en su mano para la batalla.

La condena de su exmarido por abusar de una menor tutelada y las acusaciones contra la gestión del caso en su departamento han desencadenado en la imputación de Oltra. Un largo camino que ha supuesto un notable desgaste político y personal de la ex vicepresidenta y que Oltra ha afrontado con poca destreza. El argumento de la persecución de la extrema derecha, que ejerce la acusación particular y popular en el caso, ha alargado la agonía de las últimas jornadas, tras su imputación por parte de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana.

Oltra se marcha para “no comprometer el proyecto de cambio” del Pacte del Botànic. La líder de Compromís no ha querido asistir a su seizenso.

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