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CV Opinión cintillo

La verdad, ahogada y quemada

27 de agosto de 2025 23:01 h

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Cuando los incendios son ya de sexta generación hay que ser un experto y tener los conocimientos actualizados al máximo para opinar sobre cómo combatirlos y, lo que es más importante, cómo prevenirlos. Estos días se multiplican los entendidos que no tienen ni idea pero que, como pasa siempre en estos casos, son los que más veces y más alto hablan. Ese debate, el de los especialistas, estaría bien tenerlo ya, mejor hoy que mañana porque la situación está claro que va a peor, por mucho ruido en contra que traten de hacer los negacionistas, avalados por quienes gobiernan con ellos. Mientras se deciden, el fuego nos vuelve a dejar una triste conclusión: la verdad no importa. Los cursos de hablar en público y de persuasión han sido sustituidos por talleres antisonrojo. Aunque quizás, muchos no los han necesitado, después de toda una carrera diciéndole a su líder todo lo que quiere oír, lo guapo que es el feo y el pelazo que tiene el calvo. La mayoría de ellos se han acostumbrado a mentir sin el menor rubor mientras están ocupando cada día más cargos en las instituciones. Y les ponemos un micro y una cámara para que reciten sus falacias, leídas de argumentarios con paréntesis en los que se explicita, por ejemplo, que lo que se exige ya existe pero que conviene enfatizar que es una propuesta novedosa.

En algún momento pudimos pensar que la política de desinformación emprendida en València con la Dana era el intento desesperado de Carlos Mazón por tapar su gestión o la falta de ella, para esconder primero su ausencia y después, cuando se vio seriamente amenazado por la justicia, su presencia. Pero este mes de agosto hemos comprobado cómo es un modus operandi del PP. Solo un experto avícola sabría decir si fue antes el huevo o la gallina, si Mazón ha seguido la escuela o la ha fundado, pero la estrategia es calcada. Eso sí, maestro o discípulo, solo hay un presidente autonómico con 228 muertos en su territorio.

Estos días hemos visto a varios líderes populares autonómicos reivindicar que alguien hiciera el trabajo que les correspondía a ellos. Hemos buscado a presidentes desaparecidos hasta encontrarlos en los toros y a otros teniendo que borrar sus tuits contradictorios ante la estrategia unificada que marcaba la dirección estatal. Esa que reclamaba medidas que ya estaban en marcha, que pedía el doble de aviones o helicópteros que tiene toda Europa o que, como Dolors Montserrat, reclama ante la UE que el gobierno español implemente su política de prevención de incendios cuando sabe que corresponde a las comunidades que gobiernan sus compañeros, los mismos que han decidido recortar esos planes en los últimos años. Sobre las medidas que requieren los montes deberían debatir los expertos y los dirigentes políticos hacerles caso. Pero las cifras son incontestables. No podemos perdernos en cuestionar medidas cuando las dotaciones económicas son tan raquíticas y menguantes que hacen imposible defender ni el entorno ni a la población. Eso no hay argumentario ni mentira que lo aguante.

Y, ante un verano relativamente tranquilo en los montes valencianos, la versión autonómica de la quema de la verdad la hemos tenido otra vez con la dana y, cómo no, con la Aemet. Poco importa todo lo que ya sabemos, desde el 29 de octubre por la mañana hasta hoy. Da igual lo dicho por los tribunales o lo reconocido por alguno de los suyos como Gan Pampols. De nada sirve que se escuchara en la radio y se viera en la televisión como José Ángel Núñez, muy afectado por lo vivido en los últimos meses, decía que cuando mueren más de doscientas personas nadie puede decir que lo ha hecho todo bien. Lo que hizo el jefe de la Aemet fueron reflexiones tan humanas como incontestables. Yo estaba allí. No necesité ni radio ni tele para entender lo que decía. Justo lo que otros no han hecho. O, peor, han tergiversado para reavivar el bulo. Dijo, en la entrevista en À Punt, que era imposible saber que iban a caer 770 litros pero sí decretar la alerta roja a las 7 de la mañana. Se refiere, no conviene olvidarlo por mucho tiempo que pase, al comienzo del día en el que se preparaban comidas, se mantenían y se alargaban. Las competencias de emergencias y el mando único el día de la riada era del gobierno autonómico, como lo ha sido estos días en los incendios, por mucho que se retuerzan unas declaraciones de Núñez en un tono que definen tanto el lado humano del jefe de la Aemet como a la vicepresidenta Camarero con sus ataques, reanudados ahora contra los técnicos dependientes del Gobierno central. Defender la verdad debería ser la primera obligación de los representantes públicos, ahogarla y quemarla cuesta vidas.

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