Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El TC afronta un año clave con la renovación de su presidencia que bloquea el PP
Ya no basta con tener propósitos, ahora también hay que medirlos
Opinión - 'España no es un país de derechas, sino uno desmovilizado', por A. Garzón

CV Opinión cintillo

El año de la izquierda, o no

Joan Baldoví (Compromís) conversa con José Muñoz (PSPV), mientras José María Llanos (Vox) se prepara en el Pleno antes del debate.

0

Después de mucho reclamar ir a las urnas, desde parlamentos y en las calles, algunos se han sentado a contemplar cómo votan otros. A observar lo que ocurrió hace algunos domingos en Extremadura y lo que ocurrirá dentro de unas semanas en Aragón. Y no solo a mirar las cifras que dejan esas jornadas. Hay muchos contemplando la opinión ciudadana y, sobre todo, el proceso, como si nada tuviera que ver con lo que les tocará hacer en breve. Porque, en el más lejano de los casos, en la Comunitat Valenciana queda poco más de un año para hacer listas electorales. Y eso es pasado mañana, especialmente cuando hay tanto por hacer y cuando nadie se atreve a encarar la cuestión.

A la izquierda del PSOE han acordado en Extremadura obviando a Sumar y dicen que les ha salido bien. Claro, porque se conforman con sobrevivir. Pero el ejemplo no puede ser bueno cuando el logro convive con un sesenta por ciento de electores que votan derecha o ultraderecha. Ante esos números, se pueden felicitar, como han hecho desde postulados conformistas, o se puede reflexionar con seriedad. En un territorio donde la izquierda ha gobernado tradicionalmente, la gente busca mayoritariamente soluciones enfrente y más allá. Y en un contexto de gran caída socialista, la izquierda solo sale viva. Mostrar satisfacción ante esa realidad es de perdedores. Y en Aragón, es cuestión de tiempo confirmar otra vez que las múltiples candidaturas dejan a mucha gente en casa. Y, lo que es peor, dejan miles y miles de papeletas en las urnas que no obtienen representación y engordan las mayorías de las derechas.

Con ese panorama, se puede seguir de observador o sacar conclusiones y ponerse a trabajar. Pensar y actuar con la idea en el horizonte de que ni sobrevivir ni repetir representación es un buen resultado. Los valencianos deberían tener un modelo alternativo al pacto entre PP y Vox. Esa unión ya no es un tabú para nadie ni en ningún sitio. No es un problema para quienes lo suscriben ni para quienes lo votan. La apelación al miedo no puede seguir siendo el leitmotiv de la movilización. Como tampoco lo serán la dana, ni Mazón.

En Compromís miran a la Chunta Aragonesista como referencia independiente de Madrid, como formación con implantación en el terreno. La referencia de los demás va a servir de poco porque el resto de autonomías se parecen en casi nada al caso valenciano. Y, especialmente, porque hay mucho por aclarar antes de buscar espejos. En la ruptura interna en el Congreso se ha impuesto la gestión de la urgencia. Se ha taponado la herida para seguir viviendo, pero se ha dejado la infección cubierta con vendas. Día que pasa sin encarar una situación que está muy lejos de la normalidad es día que se pierde para hacer creíble su propuesta. Y sin aclarar su situación interna, llegará el momento de hablar con gente de fuera. En la Comunitat Valenciana queda poco Podem y hay el Sumar que Alberto Ibáñez y los suyos quieran reconocer porque es difícilmente cuantificable. Y está la Esquerra Unida que se esfuerza por reivindicar su federalismo porque, una vez más, la obediencia madrileña se entiende que resta. Es cierto. Y no conviene negar que las alianzas que se impulsarán en 2026 desde Madrid condicionarán lo que se haga en València, pese a que no hay ministros valencianos de Sumar en el gobierno, ni Más Madrid es exportable, ni IU debería marcar el paso desde la lejanía.

La legislatura entra en su recta final sin que Compromís haya decidido qué quiere ser de mayor. Lejos de unirse y de consolidar el proyecto, hoy están más distanciados que cuando salieron del Consell. Pese a la caída de Mazón y la movilización en la calle, las encuestas no auguran avances electorales. Tampoco las debilidades socialistas se traducen en mayores apoyos. Con casi un tercio de la legislatura consumida, la labor de Marzà en Bruselas queda lejos, Baldoví no es más líder que hace unos años y no se han restañado las heridas con Mónica Oltra. Junto a todo ello, Podem, ausente de las principales instituciones, no ha superado sus derrotas de 2024, ni el último tímido renacer demostrado en Extremadura tiene traslación en las calles valencianas, en las que Esquerra Unida mira y habla sin encontrar el camino para aportar cuantitativa y cualitativamente.

La indefinición de la izquierda convive con un PSPV achicando agua. Con el machismo cercenando el ascenso de Pilar Bernabé, Ábalos tirando hacia abajo de la candidatura que encabezó Diana Morant, que sigue sin despegar entre la gente pese al annus horribilis del PPCV. Y con rupturas tan sonadas como la de Almussafes, que amenaza con ser la alegoría del estado del socialismo valenciano. Ese que otrora obtuvo mayorías absolutas, representó el feminismo y logró candidaturas internas unitarias (más o menos ficticias). Y que hoy suspende alcaldes por denuncias en un canal interno que no consigue ser un acompañamiento para ir al juzgado, rearma la disidencia y solivianta grupos municipales enteros en los pocos lugares donde gobierna. Todo, mientras se pospone la era postMazón de construcción de la alternativa más allá de la catástrofe y la negligencia. Quizás el título de esta columna debería ser: El año de la derecha, o no. De algunos depende.

Etiquetas
stats