Mujeres con trabajo digno, mujeres orgullosas
“Antes esperaba a que mi marido me diera dinero. Ahora estoy orgullosa de no tener que pedírselo a nadie. Mi vida ha cambiado”. Khadija Boumad es una mujer con una larga vida de trabajo a sus espaldas, trabajo que nunca había sido remunerado. Es de Agadir y ahora trabaja en una cooperativa de comercio justo que produce aceite de argán, ese oro del desierto que sirve de base para tantos productos cosméticos sofisticados que utilizamos las mujeres de los países privilegiados.
Las mujeres: somos más de la mitad de la población mundial y seguimos sufriendo discriminaciones e injusticias de todo tipo por el hecho de serlo. Trabajamos dos tercios de las horas laborales del mundo (incluyendo los trabajos de cuidados), pero sólo ganamos el 10% del dinero y poseemos el 1% de las tierras. La brecha salarial y los techos de cristal siguen ahí para las mujeres en todo el mundo. También el acceso al mercado laboral es desigual. Por ejemplo, en Asia, las mujeres tienen un 70% menos de probabilidades que los hombres de tener un trabajo formal remunerado.
Romper con estas desigualdades es uno de los pilares del movimiento internacional por el comercio justo, que lleva más de seis décadas trabajando por la dignidad y los derechos de las personas que producen lo que consumimos, especialmente en los países más explotados y empobrecidos por un sistema económico global que sigue siendo colonial, que exporta marginación, violencia y cambio climático hacia el sur e importa riquezas y mano de obra a módicos precios para el norte.
Este movimiento también trabaja desde la Comunitat Valenciana. Las ONGD que trabajamos por el comercio justo, celebramos estas semanas varios eventos en Castelló, València, Alicante, Orihuela, Puerto de Sagunto y otras localidades para explicar que hay alternativas, y que tenemos poder como personas consumidoras para cambiar las cosas.
Porque cuando consumes productos de comercio justo, contribuyes a que las mujeres tengamos cuatro veces más probabilidades que en el comercio tradicional de alcanzar un puesto de alta gerencia, que sea reconocida, que se le tenga en cuenta, que se respeten sus derechos. Es el caso, por ejemplo, de Rosa Olivia Rizo Úbeda, una jovencísima directora de la cooperativa Aldea Global, que agrupa a 12.000 campesinas y campesinos que cultivan café de comercio justo en el norte de Nicaragua. Para ella, asumir ese cargo es “una dicha”, porque podrá así impulsar el trabajo remunerado de las mujeres
Si consumes productos de comercio justo, contribuyes también a que miles de jóvenes trabajen en cooperativas que fomenten su contratación, que refuercen sus capacidades y que se vean mejor representados (ellas y ellos) en espacios de toma de decisiones.
Suma: mira en los productos que compras si llevan la etiqueta de comercio justo y ven este domingo a la plaza del Ayuntamiento de València para conocer las alternativas que hay. Únete a nosotras por un comercio que defienda los derechos humanos, incluidos los de las mujeres.
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