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La recuperación económica debe centrarse en las personas

Mascarillas

Alejandra Lorenzo Tortosa

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La economía del bien común es un nuevo modelo económico y social basado en valores como la confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad o la sostenibilidad ecológica. Frente al capitalismo depredador que genera desigualdad y sólo tiene como objetivo la acumulación de riqueza, se enmarca este modelo económico ético, el cuall propone como objetivo medir únicamente el beneficio empresarial que repercute en la comunidad.

La sociedad no cree que el actual sistema económico esté funcionando bien. Están descontentos y tienen sus motivos. Es por eso que estamos ante un buen momento para trabajar hacia un cambio que permita resolver los principales retos sociales, económicos y ambientales a los que nos enfrentamos tras la crisis sanitaria y económica consecuencia del Covid-19.

La economía del bien común busca recompensar a aquellas empresas que respeten y fomenten los valores en los que se basa esta propuesta. Medir en qué grado se debe recompensar a aquellas empresas que respeten y fomenten dichos valores, y otorgarles beneficios, como mayor facilidad en contratación pública. En definitiva, se trata de crear una economía basada en valores éticos.

La actual crisis sanitaria que estamos viviendo a consecuencia del Covid-19 nos obliga a replantearnos qué hemos estado haciendo mal, qué escenario queremos para el futuro y, por tanto, si estamos dispuestos a caer en los mismos errores del pasado. Debemos tomar consciencia de la profunda crisis que afronta el capitalismo para encontrar, así, respuestas más profundas.

Todos somos conscientes de que, después de la crisis sanitaria, vendrá una crisis económica a nivel mundial. Es evidente que la pandemia tendrá efectos directos sobre la economía, pero debemos realizar un análisis más amplio, es decir, más allá de la situación actual.

Estamos ante una oportunidad histórica para que se produzca un cambio. Por lo que, si queremos resultados diferentes, debemos actuar de manera diferente.

El papel de los Gobiernos y de las empresas será fundamental en cómo afrontar la nueva situación que vendrá. Debe de producirse una nueva visión, más amplia, donde predomine la igualdad y la responsabilidad de las empresas. Donde, ante una situación económica difícil, no impere lograr el mayor ingreso y que éste sea su único fin, sino que el bien común sea la finalidad última de las políticas económicas. Se trata de evitar dejar de lado a la población, de evitar desigualdades ilimitadas y la libre circulación de capitales en paraísos fiscales. Se necesita abordar un nuevo modelo económico que permita acabar con las grandes lacras de la sociedad actual; el paro, la creciente desigualdad, el impacto medioambiental, o la desconfianza social.

En la actual crisis sanitaria, hemos podido ver como la solidaridad ha impregnado la mayoría de los actos de la sociedad. Hemos observado como pequeñas empresas han paralizado su producción y se han reconvertido para servir como medio útil para subsanar las deficiencias que estamos observando y, la mayoría de ellas, sin ninguna otra finalidad que la de cooperar.

Sin embargo, también seguimos viendo con demasiada frecuencia casos de empresas grandes y exitosas que siguen dañando a la sociedad pese a querer colaborar en la situación actual. Empresas que recortan miles de empleos, que no pagan impuestos, destrozan el medio ambiente o socavan la democracia. Pese a ello, la sociedad las ve como empresas con éxito, pero lo son porque sólo atendemos a sus resultados económicos que, en pocas ocasiones, repercuten en el bien común de la sociedad.

Empresas que evadiendo impuestos han mermado las posibilidades de reacción que teníamos y que tenemos frente a la actual crisis, las ya pasadas y las que vendrán. Empresas que, si hubiesen tenido una buena ética, habrían hecho las cosas correctamente desde un inicio.

Sin embargo, la sociedad poco percibe de eso. Las empresas seguirán recurriendo a políticas de marketing, whitewashing, que les permitirá un lavado de cara. Esto hace que se nos olvide que dichas empresas, en la situación actual, no pararán su producción, seguirán enriqueciéndose a nuestra costa, fomentando el fastcontent, seguirán recurriendo a trabajos precarios en países empobrecidos que reduzcan sus costes de producción a toda costa y seguirán evadiendo impuestos. Pero la sociedad, sólo se quedará con la pequeña ayuda que realizarán, y no con las grandes trampas que de manera asidua practican y seguirán practicando únicamente en beneficio propio, frente a la verdadera solidaridad que han mostrado las pequeñas y medianas empresas, todavía muy perjudicadas por el actual sistema fiscal.

Por todo ello, creo que es momento de mirar hacia una política económica ética, responsable, solidaria y transparente que permita que sigamos avanzando democráticamente. Con un modelo de economía del bien común, la mayoría de las empresas se esforzarían por aplicar dichos valores y terminarían por dejar fuera de juego a aquellas que siguiesen mirando únicamente para sí mismas. Ello les obligaría a transformarse en una empresa ética y contribuir a la resolución de las crisis o el consecuente fin de su operatividad.

Este cambio de modelo económico debe venir impulsado del Gobierno, donde no se debe seguir permitiendo desigualdades y la libre circulación de capital a paraísos fiscales. En esta línea se pronuncia el Informe elaborado por Oxfam Intermón nº53, de octubre de 2019, ''Quien parte y reparte. La huella en la desigualdad de las empresas del IBEX 35’’, donde se destaca que los beneficios de las grandes empresas siguen sin ser acordes a los impuestos a los que hacen frente, hecho que impide una mejora de los resultados que lleguen al grueso de la población. Así pues, ello sólo podrá surgir de una democracia real donde sea la ciudadanía quien marque las pautas y exija ese cambio. Sólo así se superará el capitalismo, expresión del incremento del capital como el objetivo fundamental de la actividad económica.

Este simple pero radical cambio de visión hace que todo el modelo económico actual sea redefinido. De este modo, el método para maximizar el bien común es la colaboración en lugar de la competencia. Así pues, es momento de apostar por una transformación en la economía de los países hacia una economía por y para las personas.

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