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Ros Casares, la familia de empresarios morosos con un almacén de animales disecados valorados en 29 millones

Animales disecados intervenidos por la Guardia Civil en la nave de Bétera (Valencia).

Lucas Marco

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Con una deuda de 1,2 millones con Hacienda, el mítico Grupo Ros Casares ha sido una de las firmas más conocidas del empresariado valenciano. El hijo del fundador, Francisco Ros García, ha sido protagonista de la operación 'Valcites', comandada por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, en la que se le acusa de los presuntos delitos de contrabando y otro relativo a la protección de la flora y fauna. En una nave de más de 50.000 metros cuadrados en la localidad valenciana de Bétera, los investigadores del instituto armado han hallado, tras un chivatazo, una de las mayores colecciones privadas de Europa de animales protegidos.

La colección, con 1.090 especímenes disecados, está valorada en más de 29 millones de euros. Del millar de animales, 405 pertenecían al Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, en sus siglas en inglés) y algunos de ellos, incluso, extintos, como el oryx dammah o, prácticamente, extintos como el addaxo el tigre de bengala.

El macabro catálogo fue iniciado por el empresario Francisco Ros Casares, ya fallecido, hace más de medio siglo, según ha podido saber elDiario.es de fuentes conocedoras del museo privado. En las décadas de 1970 y 1980 el empresario metalúrgico acumuló el grueso de los animales, aunque en menor medida su hijo, que fue consejero de Bankia, continuó almacenando especies en la nave de Bétera.

El fundador del emporio metalúrgico, Francisco Ros Casares (fallecido en 2014) presidió durante dos años el Valencia CF. Además, el grupo empresarial adquirió el club de baloncesto de Godella, del mismo nombre que la firma metalúrgica y que llegó a colocarse como uno de los grandes equipos europeos de básquet femenino hasta su desaparición en 2012.

La firma hunde sus raíces en la dictadura. En pleno desarrollismo franquista, se levantó la prohibición de comprar directamente el hierro a las fábricas estatales y el empresario inició una vía para la adquisición del metal en Bilbao para revenderlo más tarde desde sus almacenes valencianos. En 1959, año del levantamiento de la prohibición con ocasión del plan de estabilización, sus beneficios se dispararon hasta los 250 millones de pesetas. Medio siglo después se convirtió en el grupo líder de la distribución en España, llegando a controlar una de cada tres operaciones.

Tras la consolidación del emporio metalúrgico, su diversificación y su alianza con grandes grupos empresariales españoles e internacionales, Ros Casares se dedicó a nutrir su gigantesca colección de animales disecados. Una afición a la caza compartida con otros relevantes empresarios valencianos, como el naviero Vicente Boluda.

Sus hijos, Francisco Juan y Germán Ros García, heredaron el grupo. Sin embargo, la crisis inmobiliaria les afectó sobremanera hasta tal punto que el grupo se desintegró (entró en concurso de acreedores y actualmente está en liquidación, con una deuda de 1,2 millones de euros con la Hacienda pública).

Francisco Juan Ros García, que figura como investigado por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Llíria tras la operación de la Guardia Civil, continuó con la afición de su padre de coleccionar animales disecados, muchos de ellos con varios niveles de protección y provenientes de África. La operación policial, que ha contado con la colaboración de Europol, se inició en noviembre de 2021, cuando los agentes del instituto armado tuvieron conocimiento de una posible colección privada de trofeos cinegéticos disecados.

Entre los especímenes almacenados en la nave industrial de Bétera, figuran animales con diversos niveles de protección (guepardos, leopardos, leones, linces, osos polares, panteras de las nieves o rinocerontes blancos). De las piezas incautadas, que suman un valor aproximado de más de 29 millones de euros, 198 eran grandes colmillos de marfil de elefantes. Los investigadores del Seprona analizan pieza por pieza el grado de protección de cada trofeo.

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