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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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La tercera investidura

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los vicepresidentes primera, Carmen Calvo y segundo, Pablo Iglesias, al inicio del Pleno del Congreso que debate este miércoles el proyecto de ley de presupuestos generales del Estado para 2021 que defiende la ministra de Hacienda, María Jesús Montero (delante). EFE/ Ballesteros

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Esta legislatura es tan extraña que para hacerla arrancar van a ser necesarias tres investiduras. La primera fue la investidura fallida con base en los resultados de las elecciones generales del 28A. La segunda fue la investidura que se produjo con base en las elecciones del 10N. Y la tercera es la que, previsiblemente, se va a producir con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. 

Conviene recordar, para subrayar todavía más la singularidad de esta legislatura, que los Presupuestos Generales para 2021, si se aprueban, no van a ser “formalmente” los primeros Presupuestos que se aprueban con Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, ya que, aunque algunos lectores tal vez no lo recuerden, inmediatamente después de aprobada la moción de censura y, por tanto, con Pedro Sánchez como presidente, se aprobaron los que el PP había pactado con el PNV, que se sumó a la mayoría que aprobó la moción de censura con la condición de que no se pusieran en cuestión dichos Presupuestos Generales del Estado elaborados por Cristóbal Montoro. 

Los Presupuestos, cuyo debate de enmiendas a la totalidad tuvo lugar este miércoles, van a ser, si se aprueban, “materialmente” los primeros con Pedro Sánchez como presidente de un Gobierno, que no se puede olvidar que es un Gobierno de coalición, el primero de la democracia bajo la Constitución de 1978. Otra singularidad más. 

El impacto del coronavirus en el sistema político español ha convertido el debate y su aprobación en el tercer debate y votación de investidura de Pedro Sánchez. Fracasada la operación  de las “tres derechas” de impedir la investidura de Pedro Sánchez, en la que Inés Arrimadas tuvo un papel muy destacado, y fracasado el intento por parte de PP y Vox  exclusivamente, ya sin el concurso de Ciudadanos, de “reventar” la legislatura en las prórrogas del estado de alarma, es en la aprobación de los Presupuestos Generales donde se va a decidir definitivamente la “confirmación” de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Se ha conseguido desbaratar las maniobras destructivas de la derecha española, pero queda ahora por demostrar que se puede gobernar el país en lo que queda de legislatura. Esto es lo que significan los Presupuestos para 2021, que se han convertido, por razones de fuerza mayor, en el “programa de gobierno” de la investidura. 

Esta es la razón por la que la negociación para conseguir que se aprueben los Presupuestos se parece más a la negociación de una investidura que a una negociación presupuestaria. No se están discutiendo y negociando las distintas partidas, sino que se discute y negocia qué grupos parlamentarios van a conformar la mayoría parlamentaria que los apruebe y qué grupos se va a quedar fuera. Y si la presencia de un determinado Grupo es compatible con la de otro u otros. O que se convierta en una cuestión de debate presupuestario la condición o no del castellano como lengua vehicular. 

A nadie se le oculta que estamos asistiendo al debate decisivo de arranque de la legislatura, que va a marcar el desarrollo de la misma. Qué mayoría parlamentaria sea la que apruebe los Presupuestos se convierte en una cuestión clave. Todos los partidos políticos sin excepción van a tener que reubicarse en esta legislatura que va a empezar realmente con la aprobación. Y la primera reubicación se va a producir en la votación.

Con las elecciones de 2015 se puso fin a la fase del bipartidismo dinástico de los 30 primeros largos años de la Segunda Restauración, que en esto se parece mucho a la Primera. Desde entonces el sistema político español ha operado no de manera desordenada, sino mucho más que desordenada: investiduras fallidas y repetición de elecciones, sustitución de la legislación parlamentaria por la legislación gubernamental, desconocimiento del principio de anualidad presupuestaria, no renovación de los órganos constitucionales en el tiempo constitucionalmente establecido, crisis en la Jefatura del Estado, Operación Kitchen... La enumeración no es exhaustiva.

Si se aprueban los Presupuestos Generales y la legislatura echa a andar, vamos a comprobar si el sistema político puede operar de conformidad con lo que la Constitución prevé o si, por el contrario, el fin del bipartidismo dinástico no lo hace posible. La aprobación de los Presupuestos es el primer paso para intentar recuperar una mínima normalidad constitucional. Si no se diera, sería una catástrofe. El que se dé, no quiere decir que la catástrofe no pueda producirse. 

Mientras no se consiga alcanzar un acuerdo para reformar la Constitución, el riesgo de catástrofe formará parte del horizonte político-constitucional del país.  

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