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El adiós de Álex Cooper: “Mi carrera ya ha tenido sus mejores momentos”

El polifacético artista Alejandro Díez Garín, fundador del grupo 'Los Flechazos' y Alex Cooper.

EFE

Madrid —

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“Mañana quisiera volver a nacer para el mismo error poder cometer”, cantaban Los Flechazos, algo en lo que se ratifica el autor del tema, Álex Díez Garín, o Álex Cooper como se le conoce por su más reciente encarnación musical, al repasar una carrera que ha decidido dar por acabada tras 35 años de actividad.

“Si he seguido hasta ahora ha sido por mis seguidores, pero la realidad es muy tozuda y no merece la pena empeñarse en continuar con una carrera que ya ha tenido sus mejores momentos”, alega en una charla con Efe celebrada este martes en Madrid, ciudad en la que el próximo 9 de noviembre realizará su último concierto.

Díez (Alicante, 1967), recién llegado de su casa en León, abre el turno de preguntas a los mismos periodistas que hace un año no acudieron a la presentación del que ya quedará como su último disco, “Tiempo, temperatura y agitación” (2018).

“No generábamos interés, seguramente porque toda la escena camina en otra dirección distinta”, lamenta, en una enumeración de las razones que le han llevado a su marcha, como “dejar sitio a otra gente” que rellene ese amor por la cultura “mod” a la que lleva entregado desde el inicio.

Es esa fidelidad, en su opinión, un error y al mismo tiempo un acierto. “Me empeñé desde pequeño en que mi carrera transitara por unas coordenadas muy concretas y en que eso era posible, coherente y rico artísticamente... y creo que lo he conseguido”, sentencia orgulloso.

“Y eso que con nosotros todo el mundo estaba esperanzo el tropezón, que cambiáramos de dirección y se nos cayera la venda”, añade quien fuera alma de Los Flechazos hasta 1997, con los que grabó seis discos y un mini LP de estudio, más dos discos en directo.

Fue muy recientemente de hecho cuando, ya desde su proyecto actual de Cooper, volvía a hacer suyo aquel material en un recopilatorio y gira que parecía despertar de nuevo gran interés. “Pero no recuperé la marca y seguramente eso marcó la diferencia, pero estoy muy orgulloso de mis propios errores, además de que no habría sido honesto”, argumenta.

Repasa en alto otras decisiones controvertidas de su carrera en su empeño por ser un verso suelto, fiel solo a sí mismo, como seguir aferrado al circuito de salas en tiempos de festivales o marcharse de Warner Music y fichar por la “indie” Elefant Records, que seguía editando vinilos en los peores tiempos de este formato.

“De lo que más orgulloso estoy es de la obra que queda, sobre todo de los cuartos discos de cada etapa, los dos grabados en el extranjero”, dice sobre “En acción!” (1992) de Los Flechazos, que incluía el éxito “A toda velocidad” y en el que “todas las canciones iban destinadas a reproducir el sonido de los años 60 desde nuestra perspectiva”.

También lo dice por “Mi universo” (2011), de Cooper, también grabado en Reino Unido y, como aquel, “algo más que un disco”, pues incluyó una gira virtual y un documental. “Además es el que mejor suena y el que más me gusta”, suscribe.

No es lo mismo que piensa de su último álbum, “Tiempo, temperatura y agitación” (2018). “Es el disco que me salió. No me ha dado todas las alegrías que esperaba, porque confiaba en esas canciones que tanto disfruto en directo, pero por problemas de agenda no le dedicamos todo el tiempo necesario para que sonara como debía”, reconoce.

¿Es esta una retirada como la de los toreros? “No, es definitiva, dentro de seis años estaré mucho peor que ahora”, dice con una sonrisa ante los proyectos que le aguardan, como seguir editando libros con su editorial, Chelsea.

Avanza que en breve publicará una obra de Delfín Fernández, batería de Los Salvajes, y también la autobiografía de Tony Fletcher, “testigo privilegiado y protagonista de la explosión de la escena punk en Londres en 1977”.

Pero sobre todo habla con entusiasmo de la creación de Fundación Club 45, que debe su nombre a los amantes de los singles (“porque no hay nada más pop que eso”, explica) y que podría estar en funcionamiento en dos años y medio, quizás tres.

Instalada en una casona con 200 años de antigüedad en mitad de la España deshabitada, en Santa Colomba de Somoza (León), en una región donde el tiempo parece haberse detenido, su propósito es que se convierta en el “archivo gráfico de la era pop”, pero también en un “interlocutor y generador de proyectos”.

Hasta entonces, las oportunidades de disfrutar de los últimos directos de Cooper serán varias: este sábado en el Teatro Albéniz de Gijón, el 2 de noviembre en el Palacio de Congresos y Exposiciones de León y el 9 de noviembre en Ochoymedio Club de Madrid.

Javier Herrero.

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