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'Vértigo', la obsesiva e inquietante mejor película de la historia, celebra su 60 aniversario

'Vértigo (de entre los muertos)' celebra su 60 aniversario

Laura García Higueras

El tiempo es una dimensión poderosa, en parte porque las consecuencias de su paso no siempre son predecibles. La perspectiva permite cambiar el ángulo con el que se analizan, sienten y recuerdan los acontecimientos. Y también las obras de arte. En 1958 se estrenó una película que, aunque valió a su creador para recibir Concha de Plata al mejor director en el Festival de San Sebastián, no fue recibida con buenos ojos por el público. Sin embargo, cincuenta años después, logró desbancar a la hasta entonces imbatible Ciudadano Kane como mejor filme de toda la historia, según la lista que elabora la revista Sight and Sound. Las más de cinco décadas que transcurrieron desde su estreno terminaron por poner a Vertigo (De entre los muertos) en el lugar que le correspondía.

Ahora en 2018, con motivo de su 60 aniversario, va a ser proyectada en salas acompañada de la prestigiosa Orquesta Sinfónica Camera Musicae, dirigida por Anthony Gabriele. La primera cita será este sábado 15 de diciembre en el Cine Capitol de Madrid, y posteriormente en los Arribau Cinema de Barcelona y los Cines Palafox de Zaragoza.

No es el primero, ni será el último ejemplo de largometrajes a los que envejecer les ha sentado muy bien. Juega a su favor el factor intangible de tener la capacidad de convertirse en inolvidable. Una cualidad al alcance de muy pocos y que precisa de paciencia para comprobarlo. En su caso, la huella no la dejan solo la inquietante, cautivadora y agridulce historia contada por Alfred Hitchcock o las interpretaciones de James Stewart y Kim Novak. La banda sonora compuesta por Bernard Hermann es imprescindible en la calificación de Vértigo como obra maestra.

La partitura del músico neoyorkino, cuyo debut fue precisamente en la citada película de Orson Welles, es determinante en el desarrollo del filme. Su lirismo y la relación que establece con las imágenes a las que acompaña hacen de la cinta un clásico indiscutible de la música cinematográfica. Es posiblemente la mejor colaboración entre Hithcock y Hermann, y también una de las más inolvidables creaciones de su compositor.

Suyas son también las melodías de otros ocho títulos célebres del cineasta británico como Marnie, la ladrona, Psicosis o Con la muerte en los talones. Fue Cortina rasgada (1966) la que provocó el desencuentro entre ambos artistas, al rechazar el cineasta la partitura compuesta por el norteamericano para sustituirla por otra más comercial. La circunstancia no supuso el final de la trayectoria del compositor, que colaboró posteriormente con otros directores como François Truffaut en Farenheit 451, Brian de Palma en Hermanas o Martin Scorsese, a quien regaló la igualmente memorable banda sonora de Taxi Driver.

Los elementos hipnóticos deVértigo

VértigoAlfred Hitchcock ha pasado a la historia como uno de los cineastas más obsesivos a la hora de tener bajo control cada mínimo detalle de sus creaciones. En el caso de Vértigo, todo está dispuesto para otorgar a la película un carácter hipnótico, que mantiene al espectador tan mareado, atrapado y absorto como le ocurre al personaje principal, Scottie, cuando conoce a Madeleine, esposa de un antiguo compañero de estudios que le pide que la vigile. El protagonista es un policía retirado voluntariamente del servicio por el trauma que le generó ver a un colega precipitarse y que le ha dejado miedo a las alturas como secuela.

El espectador le acompaña en su sufrimiento en la primera parte del largometraje, en la que el cineasta coloca al público en su punto de vista. La espiral juega un papel determinante en este sentido, ya que desde los créditos servirá para anticipar su miedo, y se repite en elementos como el moño con el que recoge su cabello Madeleine o la escalera al campanario que Scottie debe subir para evitar que su amada se lance desde lo alto de la torre.

Con la secuencia de ascenso al campanario, el cineasta realizó una aportación técnica a la historia del séptimo arte. El policía decide subir detrás de su amada intentando evitar mirar hacia abajo. Sin embargo, en un instante de flaqueza no es capaz de resistirse y se soma a la barandilla. Con un plano subjetivo, se muestra cómo el suelo se aleja más y más de él. Es un efecto hipnótico pero que refleja el pánico al vacío haciendo partícipes a los espectadores de su miedo. Fue tal el hito que ha pasado a la posteridad con la denominación “Efecto Vértigo” o Dolly Zoom.

El invento corrió a cargo del director de fotografía de la segunda unidad Irmin Roberts que, sin embargo, ni si quiera aparece acreditado en el filme. La técnica consiste en la combinación de un zoom – out con un travelling hacia adelante. Es decir, se disminuye el zoom al tiempo que se mueve la cámara en el sentido contrario. El efecto ha sido utilizado en otros filmes como Tiburón, de Steven Spielberg, Toro salvaje, de Scorsese o El odio, de Mathieu Kassovitz.

Deseo, necrofilia y suplantación de identidad

“La señorita Novak llegó al estudio con la cabeza llena de ideas que, desgraciadamente, no podía compartir”, explicó el británico a Françcois Truffaut en la entrevista que dio lugar al libro -y manual de cine- El cine según Hitchcock, que también fue llevado al cine. La relación entre cineasta e intérprete no fue precisamente idílica. El papel de Madeleine estaba pensado para Vera Miles, pero su embarazo no le permitió participar en la producción. La doble personalidad que adquiere el personaje de Novak, desdoblada en la supuesta esposa a la que debe vigilar Stewart y la impostora que se hace pasar por ella para engañar al policía, se convierte en la obsesión del protagonista masculino.

Vértigo aborda con la relación entre ambos la violencia y el control ejercido por el hombre sobre la mujer. Cuando Scottie cree ver morir a su amada se deprime. No obstante, al encontrarse en una tienda a otra fémina muy parecida a ella, decide hacer todo lo posible por invisibilizar su identidad para transformarla en su amor perdido. “Me permití una insinuación de necrofilia”, admitió Hitchcock a Truffaut, al ser preguntado por la retorcida escena en el hotel en el que acaba por transformar a Judy en Madeleine.

La convence para que se tiña de rubia inmersos en la segunda parte de la película, en la que se rompe con la empatía con su personaje. La reconstrucción que impone al papel de Novak es llevada a cabo para saciar su propia obsesión. “Todos los esfuerzos de James Stewart para recrear a la mujer, cinematográficamente son representados como si intentara desnudarla en vez de vestirla”, explicó el británico al cineasta francés. Y no se conforma con que cambie su color de pelo, sino que le exige que se lo recoja en el mismo moño que la fallecida.

El legado irrepetible

Los protagonistas de Vértigo volvieron a coincidir dos años más tarde en Me enamoré de una bruja, pero ninguno de los dos volvió a trabajar a las órdenes de Hitchcock. Vértigo fue la cuarta cinta en la que Stewart y el director trabajaron juntos, tras La soga, La ventana indiscreta y El hombre que sabía demasiado. Su colaboración permitió que el intérprete, aunque ya contaba con un Oscar en su haber por Historias de Filadelfia en 1940, mostrara una vis más oscura que la acostumbrada imagen de americano ejemplar que había podido mostrar en otros títulos como Caballero sin espada (1939) o ¡Qué bello es vivir! (1946), ambas de Frank Capra.

Al cineasta británico todavía le quedaban por rodar películas de la envergadura de Los pájaros o Psicosis, pero para muchos ninguna logró superar la profundidad, capas y complejidad de Vértigo. 60 años después la cinefilia celebra que su aniversario llegue de la mano de su proyección con música en directo. Quizás sea un buen momento para leer sus fotogramas con los ojos del presente cinematográfico marcado por el me too, los escándalos sexuales ejercidos por figuras de poder dentro de la industria y la revolución dentro de la exhibición de cinematográfica a nivel internacional.

Aquí la celebración tendrá lugar en una sala de cine, para donde fue concebida ser proyectada. El mejor escenario para caer embelesados una vez más los que ya se hayan rendido a la maestría tras la cámara del director, o tener la suerte de poder hacerlo por primera vez. Para todos, Vértigo tendrá la capacidad de sumergirles en su espiral de intriga, misterio y obsesión. La fórmula con la que, seis décadas después, se recuerda, experimenta, sorprende y admira.

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