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El catecismo revolucionario del primer terrorista moderno

Lámina que retrata el atentado contra Alejandro II de Rusia/ El catecismo revolucionario

Carmen López

Hay personas cuyo motor vital es la pasión y ese es precisamente el mecanismo que impulsa a La Felguera a materializar sus proyectos editoriales. Servando Rocha, cabeza más visible del sello, lo explica sin dejar resquicio de duda: “Creemos que sin fanatismo, sin obsesionarnos, no hay nada en el arte o en la literatura que salga adelante”. Esta frase se da en medio de una conversación acerca del último libro que ha publicado la editorial, titulado El catecismo revolucionario. El libro maldito de la anarquía. En el volumen, además de incluir el perverso documento firmado por Nechayev y Bakunin, han añadido notas casi desconocidas de Dostoievski, así como cartas suyas y del barbudo líder anarquista.

Para entender la proyección e importancia del documento en su complejidad hay que conocer la historia que rodea a su escritura y a sus protagonistas. El menos conocido de todos quizás sea Nechayev, pese a ser su principal instigador. Este joven ruso fue un nihilista líder de la sociedad secreta La Justicia del Pueblo, que en 1869 llevó a cabo el asesinato de Iván Ivanovich Ivanov, causando el estremecimiento de la sociedad de la época. Con el claro objetivo de la destrucción a través de la revolución y gracias a su obcecación y capacidad para la manipulación, acabó conociendo a Bakunin en Ginebra, quien firmaría con él El catecismo revolucionario tiempo después.

Esta relación entre ambos fue poco menos que arrebatadora y finalmente poco favorable para Bakunin, quien acabaría siendo expulsado de la Internacional como consecuencia de esta amistad (que hasta llegó a considerarse casi “amorosa”). Nechayev tenía el don de la devastación -tanto en términos revolucionarios como personales- y acabaría pasando a la historia como “el primer terrorista”, pese a que otros lo intentaron antes.

“En la historia de las ideas siempre se construye todo así: el primero, el segundo, el último... claro que hubo anteriormente terroristas. La palabra terrorismo, por ejemplo, hasta los años 70 del siglo pasado no se utilizaba, por lo que cuando sucede todo esto en Rusia la palabra aún no está en el hablar de la gente. Se utiliza otro tipo de ideas como nihilistas, salvajes, bárbaros...” explica Servando Rocha.

La importancia de Nechayev en la trayectoria de Bakunin, la fuerza del manifiesto del terror y que “Dostoievski lo convirtiese en el ser más despiadado del momento con el retrato que hace de él en Los demonios. Esas son las razones de que se le llame el primer terrorista”, asegura Rocha, coautor del prólogo de libro, junto a Alberto Eiriz.

Casualmente, esta reedición y publicación de El catecismo revolucionario a manos de La Felguera coincide con una efeméride relacionada con el documento: el bicentenario del nacimiento del propio Bakunin (30 de mayo de 1814). Sin embargo, no ha sido algo hecho a propósito pese a que lo pueda parecer. Según explica Servando Rocha: “Es curioso porque mientras lo preparábamos vi que era el bicentenario. pero fue casi casualidad, sinceramente. Ni me acordaba y de hecho, en España tampoco ha recibido muchísima atención”.

El documento que pasó a la historia

El subtítulo de El libro maldito de la anarquía es un añadido que La Felguera ha puesto al original, además de completarlo con el prólogo (muy explicativo) y con las anteriormente mencionadas notas y cartas de Dostoievski. Estos agregados ayudan a que el lector comprenda el revuelo que en su momento y posteriormente causaron sus doctrinas. “Está escrito prácticamente a tres manos: Bakunin, Nechayev y Dostoievski. Ni Dostoievski ni Bakunin soñaron nunca con estar metidos en la misma cama y en esta ocasión los hemos juntado en la misma obra”, comenta, divertido, Servando Rocha.

De El catecismo en sí puede que lo que más sorprenda sea la falta de conmiseración o de solidaridad que se le pide al revolucionario quien, según el documento, debe olvidar cualquier relación emocional con la sociedad y centrar su esfuerzo en un solo objetivo: la revolución. De hecho, sus seguidores más acérrimos no fueron los anarquistas sino que militaban en otro tipo de corrientes, como pudo ser el nihilismo, mucho más cercanas a sus planteamientos de terror y aniquilación.

Para Servando Rocha: “El catecismo revolucionario no es El Libro Rojo de Mao ni El Libro Verde de Gadafi pero yo creo que está en la cabeza, o al menos su espíritu, de los grupos terroristas más importantes del terrorismo contemporáneo”. Desde su publicación a finales del siglo XIX el manifiesto se distribuyó por todo el mundo llegando a los planteamientos de grupos como el Ejército Simbiótico de Liberación o los Panteras Negras, quienes lo reeditaron en la década de 1970. “No ha sido el único texto de ese estilo pero sí fue el más representativo. Su legado es el que es y pertenece a una tradición en la que se venía a reafirmar la idea de que el fin justifica los medios”.

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