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Montano, el “mal lector” que comparte su inspiración para leer

Montano, el "mal lector" que comparte su inspiración para leer
Madrid —

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Madrid, 14 ago (EFE).- El columnista y escritor José Antonio Montano dice que es un “mal lector” porque hasta con los libros que sabe que le gustarán necesita “inspiración para leer”. Y este mismo es el título de su primera obra, donde abre ventanas para asomarse a autores como Savater, Octavio Paz, Javier Marías o Nietzsche.

Son cien artículos literarios, filosóficos y culturales, publicados en medios o en blogs, que el periodista malagueño, en realidad un lector excelente y voraz, ha pulido y ordenado hasta convertirlos en capítulos de “Inspiración para leer”, editado por JDB. “Mi idea es que aunque el lector pueda picotear sin ningún orden haya una coherencia si quiere leerlo de un tirón”, explica en una entrevista con Efe.

Relata cómo se demoró años hasta conseguir entregarse a autores que sabía que iba a disfrutar mucho, como Bernhard, Jünger, Proust o Montaigne, de los que fue acumulando libros sin avanzar más allá de unas páginas hasta que “la conexión entre la literatura y la vida” -señala- le empujó a devorarlos casi febrilmente.

Agatha Christie fue su “primer amor literario” o “preliterario”, pues la leyó “con la misma alegría que los tebeos” y “aún sin los pruritos de la profundidad y el estilo”. Con ella se produjo “el clic” que le empujó a ser la única novelista a quien acudió voluntariamente entre los 13 y los 16 años.

Un autor al que nunca ha dejado de acudir fielmente es Fernando Savater. Cuenta que empezó a admirarle de manera muy temprana, igual que a Francisco Umbral, aunque la evolución ha sido distinta.

“De inmediato fueron mis dos ídolos. Pero Umbral se me fue desmoronando, porque lo basaba todo en el estilo y a veces me he tenido que tomar vacaciones de él”, asegura. En cambio, en Savater “un 50 % era su escritura y otro 50 % su relación con el mundo y siempre me ha interesado lo que ha dicho”, explica.

Otro caso de admiración sin cesar es el que le producen Octavio Paz o las reflexiones de Borges. “Mi relación es más fluida cuando son escritores y otra cosa, escritor y filósofo, o escritor y poeta. Cuando es pura literatura, aunque yo también estoy ahí, me satura un poco”, confiesa.

Y por eso añade a su nómina de destacados a las poetas Emily Dickinson y Wislawa Szymborska o al Nietzsche “vitalista” que “alarga el camino de la Ilustración pero corregido por la vida” frente a la visión oscura del filósofo alemán del “superhombre”.

Montano analiza asimismo a autores como Paul Auster, al que califica como novelista “menor”, aunque disfrute de un éxito “acrítico” en España sin reflejo en su propio país, EE.UU.

Admite que consigue que uno se reencuentre con el placer de la lectura desde la primera línea, atrapado en sus laberínticas tramas. Pero llega un momento en que “no sabe qué hacer con lo que ha montado” y la novela “desemboca en una vía muerta”, señala.

“Ese no saber qué hacer con todo lo que ha creado es un fracaso para el público, pero es un triunfo literario, porque se mete en la vida, en la que no hay propósitos ni conclusiones claras”, reflexiona finalmente.

Salvando las distancias, cree que la última novela de Javier Marías, “Tomas Nevinson”, estaba “muy inflada” y en un momento dado perdía interés. Lo que no obsta para que le considere el mejor escritor español vivo, el contemporáneo que perdurará, junto a Trapiello.

“Es un escritor manierista y el lector le tiene que consentir la manera. Cuando escribió 'Los enamoramientos', Iñaki Uriarte me dijo que le había parecido al borde del ridículo. Y es que Marías se pone al borde del ridículo pero sin caer, juega en ese límite”, dice sobre determinados elementos del estilo del narrador.

Montano ha dejado fuera de su libro sus artículos políticos, una preocupación a veces polémica que le ha hecho conocido en Twitter. “Estoy enfadado, porque vivimos en una especie de guerracivilismo absurdo y eso me irrita bastante”, remarca.

Aunque participa en las peleas en la red social -muchas veces por aburrimiento y en busca de “diversión de mala calidad”- cada vez está más convencido de que “el ambiente está muy embrutecido y hay que elevarse”, que es lo que ha pretendido con este libro, asegura, “salir un poco del fango”.

Por Marina Estévez Torreblanca

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