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The Guardian en español

Estatuas de Lenin, purgas y cierre de medios en las ciudades ucranianas ocupadas

Militares rusos frente a un mural con una mujer dibujada sosteniendo una bandera soviética, en Donetsk, en el este de Ucrania, el 30 de abril.

Luke Harding

Kiev (Ucrania) —

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Hace unas semanas, una figura familiar volvió a la plaza principal de la ciudad portuaria de Heníchesk. Vestido con un traje de tres piezas, y luciendo su conocida perilla y bigote, Vladímir Lenin volvió a su pedestal. Una estatua del líder bolchevique había sido erigida frente al edificio principal del Ayuntamiento. En el tejado ondeaban las banderas rusa y soviética. Todo a tiempo para el 152º cumpleaños de Lenin, que se celebraba el 22 de abril. 

Sin embargo, Heníchesk no es una ciudad rusa. Es, o era, hasta la invasión de Vladímir Putin, una apacible ciudad del sur de Ucrania. Esta ciudad portuaria, de 20.000 habitantes, tiene una casa de la cultura, una larga franja de playa y un hotel con temática de Las Vegas. También tiene nuevos amos imperiales: los rusos. Llegaron desde Crimea el 24 de febrero en vehículos blindados, pasando por un paisaje resplandeciente de lagunas y dunas.

Una lugareña no parece estar impresionada: “¿Qué coño hacéis aquí?”, le preguntó a un soldado enemigo, en un intercambio grabado con un teléfono. “¡Sois ocupantes! Sois unos fascistas. Habéis venido a mi tierra sin invitación”. Luego intentó entregarle un paquete de semillas. “Son para que crezcan girasoles cuando estéis bajo tierra. ¡Desde este momento estáis malditos! Eres una mierda”.

A pesar de los deseos de sus habitantes, Heníchesk podría pasar a formar parte de la llamada “República Popular de Jersón”. Según el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, Moscú está planeando celebrar un falso referéndum de independencia en el óblast o provincia del sur, en las próximas semanas. De celebrarse, los votantes expresarían su deseo de “separarse” de Ucrania.

Ese es, al menos, el guion. Es un modelo que Moscú utilizó por última vez en 2014, cuando instigó y armó una rebelión separatista en la región prorrusa del Donbás. Escenificó pseudo-votaciones en las ciudades de Donetsk y Lugansk, que se convirtieron en “repúblicas populares”. El ejército ruso pretende ahora apoderarse de más territorio ucraniano y ampliar las “repúblicas”.

Los difusos objetivos bélicos de Putin evolucionaron hace unas semanas tras su infructuoso intento de tomar Kiev. Ahora se habla poco del objetivo que esgrimió en un principio: “desnazificar” y “desmilitarizar” a Ucrania y a sus dirigentes. En su lugar, los generales rusos hablan abiertamente de conquista. La invasión se ha convertido en un proyecto colonial para remodelar el mapa de Europa y arrebatarle la costa a Ucrania.

El nuevo objetivo aparente es crear un corredor terrestre que se extienda desde el este separatista a lo largo del mar de Azov hasta Crimea. Esto incluiría los puertos del Mar Negro de Odesa y Mikolaiv, futuros objetivos una vez ganada la batalla por el Donbás. El corredor enlazaría con Transnistria, un territorio escindido de estilo soviético en Moldavia que ya alberga a “fuerzas de paz” rusas.

Mientras tanto, el Kremlin está consolidando el control en Heníchesk y otras zonas del sur. Su táctica es la intimidación y la cooptación de quienes están dispuestos a servir a los intereses rusos. Detienen a funcionarios, activistas y periodistas ucranianos. Algunos desaparecen. En la ciudad de Kakhovka los rehenes son golpeados y torturados con descargas eléctricas en una comisaría, según el Defensor del Pueblo ucraniano sobre derechos humanos.

Censura y purgas políticas

Las nuevas autoridades han cerrado los medios de comunicación independientes y han apagado la televisión ucraniana. En cambio, han activado los canales de propaganda rusa que emiten desde Crimea. El mensaje: la vida ha mejorado con la llegada de las fuerzas rusas. “Tenemos un vacío informativo”, afirma un lugareño. Señala que a veces se quedan sin internet por períodos de hasta una semana. 

Las autoridades rusas han puesto en marcha una purga de políticos ucranianos. El alcalde de Heníchesk, Oleksandr Tulupov, fue visto por última vez el 9 de marzo. Él y sus colegas posaron para una foto en el parque de la ciudad junto a una estatua de Taras Shevchenko, el poeta nacional de Ucrania. Era el cumpleaños de Shevchenko. No está claro si el alcalde ha compartido la suerte de otros cargos electos que han sido secuestrados.

El mes de marzo, los rusos piratearon la página web municipal de Heníchesk y anunciaron que Tulupov había “dimitido” voluntariamente. Lo sustituyeron por un nuevo alcalde, Gennady Sivak, que llevaba ocho años viviendo en la Crimea anexionada. En la ciudad ocupada de Jersón, Moscú nombró como alcalde a un diputado ruso del partido gobernante de Putin, Igor Kastsyukevich.

En declaraciones a The Guardian, los vecinos explican que ha habido una campaña en toda regla para borrar la identidad nacional de Ucrania. Las banderas ucranianas han desaparecido de los edificios públicos. En Melitópol se está obligando a los profesores a utilizar el ruso y a enseñar el plan de estudios del Kremlin. Las autoridades dicen que algunos docentes pueden tener que ser “reeducados” en Crimea. Unidades de la “policía militar” rusa han destruido literatura y libros de texto ucranianos.

La historiadora Anne Applebaum señala que los métodos del Gobierno ruso en Ucrania le resultan sombríamente familiares. El Moscú de hoy está reproduciendo lo que las fuerzas soviéticas hicieron en la Polonia ocupada, los países bálticos y el resto de Europa central en 1939, así como al final de la Segunda Guerra Mundial. Es una “repetición inquietantemente exacta del comportamiento de la NKVD [policía secreta soviética] y del Ejército Rojo”, dice.

En este sentido, explica que “tienen listas de personas a las que detener: alcaldes, directores de museos, líderes locales de todo tipo. Violan y asesinan sistemáticamente a la población civil para sembrar el terror. Deportan a otras personas en masa a Rusia, para aumentar su propia población mermada. Erradican los símbolos locales –estatuas, banderas, monumentos– y los sustituyen por los suyos”.

Un “traslado” al pasado

Applebaum matiza, sin embargo, que se observa “un nuevo giro” en la toma por parte de Rusia del sur y el este de Ucrania, ahora escenario de una brutal batalla por el Donbás: “Debido a que la Rusia moderna no representa nada más que la corrupción, el nihilismo y el poder personal de Putin, han traído de vuelta las banderas soviéticas, así como las estatuas de Lenin para simbolizar la victoria rusa”.

Ucrania retiró sus estatuas de Lenin en 2014, a raíz de la llamada Revolución de la Dignidad o Euromaidán. Los monumentos desaparecieron de las plazas de Járkov, Kiev y otros lugares. Las consignas comunistas fueron prohibidas en virtud de las leyes de “descomunización” aprobadas por el Parlamento ucraniano. Heníchesk y otras zonas ocupadas son ahora testigos de la “recomunización” forzada. O, dicho de otro modo, están volviendo a la URSS.

En este sentido, Yurii Sobolevskyi, vicepresidente primero del consejo regional de Jersón, ha declarado que los “orcos” rusos están colocando monumentos conmemorativos de la época comunista y “trasladándose al pasado”. En su opinión, esta situación se produce en un contexto de empeoramiento de la crisis humanitaria, de supresión estricta de la disidencia y de represión de todo aquel que exprese una postura política pro-ucraniana.

“Sus motivos son completamente evidentes. Intentan parasitar los sentimientos nostálgicos de la población. El problema es que éstos casi no existen en la zona [de Jersón]. Nuestra gente vive en el presente y tiene un futuro muy real y exitoso. Pero los ocupantes no lo entienden. Por lo tanto, el ”espectáculo de la URSS“ continuará hasta que las fuerzas armadas de Ucrania liberen nuestro territorio”, dice.

Pequeñas brechas entre una oposición general

Marina, una mujer que vive en el puerto sureño ocupado de Berdiansk, explica que los nuevos amos de la ciudad planean organizar un desfile de la victoria al estilo de la Plaza Roja el 9 de mayo. “Es como una pesadilla. Fui una pionera y estuve en el Komsomol [organización juvenil comunista]. No echo de menos a Lenin”, dijo. “Es el mismo escenario aquí que en el Donbás hace ocho años. No han aportado nada nuevo”.

A las pocas horas de llegar, los rusos se habían apropiado del canal de televisión local y del periódico. Asaltaron la oficina de pasaportes y robaron datos personales. Los soldados exigieron documentos en los puestos de control. Los vehículos blindados rusos marcados con una Z pasaban constantemente, según cuenta. Había alimentos disponibles, pero Berdiansk prácticamente no tenía medicamentos. Las entregas humanitarias desde las zonas controladas por Ucrania cesaron.

Señala que la mayoría de los residentes del sur se oponen a la toma de posesión por parte de Rusia. Sin embargo, el Kremlin ha encontrado algunos habitantes dispuestos a colaborar. El nuevo “alcalde” de Mariúpol es un veterano político del partido pro-ruso Bloque de Oposición. Vadym Boichenko, el verdadero alcalde, ha declarado que su homólogo ha aconsejado a los rusos sobre los objetivos de infraestructuras que deben bombardear.

La colaboración, sin embargo, puede ser peligrosa. El miércoles 20 de abril, Valery Kuleshov, activista prorruso y bloguero, fue asesinado a tiros en Jersón. Había salido de su bloque de viviendas a las 8:15 de la mañana y se había subido a su Mazda gris. No está claro quién acribilló la parte delantera de su coche con armas automáticas. Valery Kim, alcalde de Míkolaiv, dijo que era imposible impedir que los ciudadanos patrióticos eliminaran a los “traidores”.

Represión y pocas oportunidades de huir

Por ahora, los residentes pueden intentar viajar desde las zonas rusas al territorio controlado por Ucrania. No hay garantías de que puedan escapar. Yulia, una residente de Berdiansk, explica que los soldados sacaron a su tío de su coche y le amenazaron con dispararle en la rodilla. “Dijeron que era un nazi”, dice. También relata que al marido médico de una amiga suya se lo llevaron en un puesto de control y desapareció.

Yulia dice que “los ciudadanos de a pie están en contra de Rusia”. Esto es especialmente cierto entre los jóvenes. Sin embargo, reconoce que la televisión rusa está empezando a tener un efecto en pensionistas que crecieron en la Unión Soviética. “El abuelo de mi marido nos dijo que los rusos no estaban bombardeando Járkov. Ve las noticias rusas. Fue difícil convencerle de que era mentira”, dice.

Parece que el Kremlin no tiene previsto abandonar el sur de Ucrania a corto plazo. Un nuevo sello utilizado por la “administración militar-civil” de Berdiansk dice que el puerto forma parte de “Rusia”. Hay planes para sustituir la moneda ucraniana, la grivna, por el rublo y para reclutar por la fuerza a hombres para que luchen en el bando ruso contra el ejército ucraniano.

En uno de sus últimos discurso, el presidente Zelenski instó a los residentes de las zonas ocupadas a “oponerse” y dijo que no debían participar en el “espectáculo” electoral de Moscú. 

Al principio de la invasión, cientos de manifestantes pro-ucranianos salieron a las calles de Jersón, ondeando banderas azules y amarillas. Un hombre se puso delante de un tanque. Los actos de resistencia continúan. En Melitópol un transeúnte arrancó una bandera rusa.

Más recientemente, los soldados rusos han dispersado violentamente las concentraciones con gases lacrimógenos y munición real. Las protestas son cada vez menos numerosas. Es sólo cuestión de tiempo que se cierren los “corredores verdes” que permiten a los residentes huir de la ocupación. El Ejército ruso ha minado la principal carretera que conduce al norte de Jersón para impedir un contraataque ucraniano, según la información disponible.

De vuelta a Heníchesk, la estatua de Lenin parece que ha llegado para quedarse. Su improbable regreso es una muestra del vacío ideológico del proyecto imperial de Putin en las tierras fronterizas de Europa. En un artículo del verano pasado, el presidente de Rusia culpó a Lenin y a sus colaboradores de haber creado Ucrania al convertirla en 1922 en una república socialista autónoma, un acto que privó a Rusia, según Putin, de sus “tierras históricas”.

“No entienden lo que están haciendo”, dijo Marina, de Berdiansk, sobre los ocupantes rusos. “Nuestros chats locales se inundaron con una invitación a un evento cultural para celebrar el cumpleaños de Lenin. No fuimos”.

Traducción de Emma Reverter

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