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Las normas de la nueva normalidad: “No dicen nada nuevo, pero no es lo mismo que impongan la mascarilla”

Rosa y Diana después de su clase de baile, que ahora hacen con mascarilla y respetando la distancia social.

Marta Maroto

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Rosa y Diana, de 51 y 40 años, salen de hacer su clase de baile con mascarilla. “Estás más agobiada que sin ella, pero bueno… es la nueva normalidad”, cuentan mientras caminan cada una en un extremo de la acera. Entrada la fase 2 en la Comunidad de Madrid, su grupo de baile volvió a juntarse, aunque extremando las medidas: varios metros de distancia marcados en el parqué y mucho gel desinfectante.

Ahora, terminado el estado de alarma, pocos en la calle conocen la publicación en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) de la orden que regula la vida en la nueva normalidad, que establece a su vez dos fases progresivas, y que más allá de las reducciones de aforo —generalmente al 60% hasta el 5 de julio—, pide a la ciudadanía el uso de mascarillas, distancia social y sensatez. La mayoría no conocen los detalles pero aseguran, como Teresa, profesora universitaria de 60 años, que las normas “ya las tenemos interiorizadas después de tres meses”.

Teresa se recoloca la mascarilla mientras entra al mercado Vallehermoso, en Chamberí, donde Laura, Marga y Sergio, de 28, 36 y 33 años conversan en la barra de un bar. “No conozco la orden pero supongo que será la mascarilla, la distancia de seguridad…”, comienza Laura. Ninguno de los tres lo cumplen en este momento: “Somos vecinos y nos vemos casi a diario. Dentro de un sentido común la usamos. Pero entre amigos la distancia social no se cumple”, apostilla.

“No dicen nada nuevo, pero no es lo mismo que ahora te impongan la mascarilla”, explica Ágata, de 23 años, paseando a su perro. A su lado, su pareja, no la lleva puesta porque la calle está despejada, y centra su crítica en la hostelería: “Noto los bares como si no hubiera una pandemia. Estoy seguro de las que mesas pueden tener los dos metros pero con las sillas es imposible”. Entre las medidas anunciadas, los bares y restaurantes podrían abrir con un 60% en el interior y un 80% en terrazas, unos números que a partir del 6 de julio ascienden al 75% y al 100%.

El protocolo regula otras facetas como el uso de las piscinas comunitarias, cuya reapertura está causando polémica entre los vecinos; el del transporte público, que todavía muchos no se atreven a coger a pesar del uso obligatorio de mascarilla; o de los parques infantiles, para los que el Ayuntamiento de Madrid todavía ultima un protocolo de desinfección pese a la reapertura progresiva de muchos desde el pasado lunes.

“Creemos que han sido padres los que han quitado las cintas. El parque está sucísimo, todo lleno de cristales, no lo han limpiado”, explica Inés, de 42 años, mientras su hijo de cuatro corretea entre los toboganes.

El sábado se colocó un cartel para que los padres conocieran el aforo: “Una persona por cada cuatro metros cuadrados de espacio”, además de que “deberán establecerse las medidas necesarias para mantener la distancia de seguridad interpersonal de 1,5 metros o, en su defecto, la utilización de medidas alternativas de protección física”, reza la orden de la Comunidad de Madrid.

Pablo, de 42 años, trata de llevar al parque a sus hijos, de 3 y 6 años, en las horas que menos niños hay. “No sé de aforos y no hay nadie controlando”, arguye, “de todas formas, esto es en función del sentido común de cada padre”.

Los hay que evitan “ver las noticias” y se enteran “por la gente”, como Diana, que al salir de su clase de baile cuenta que ha vivido esta pandemia con mucho miedo porque su madre es persona de riesgo, y otros, como Charo, de 73 años, conoce al pie de la letra el BOCM. “El aforo al 60 y luego al 75%”, explica mientras pasea con su hija y nietas. Dice que la preocupación le ha hecho buscar más información: “Estoy encantada, ojalá lo haga todo el mundo, porque esto tenemos que llevarlo mucho tiempo”.

A quienes no les queda otra que conocer las normas es a quienes deben controlarlas. En los centros comerciales el aforo se limita al 60%, una proporción que también debe cumplirse en cada planta y en cada tienda.

A la entrada del Plaza Río 2, sin que nadie vigile el aforo, dos trabajadoras conversan: “Seguimos sin estar acostumbrados a la mascarilla, la gente no se cubre nariz y boca y para hablar se la quitan”. Son ellas las que hacen de policías en la tienda, contando los clientes a cada momento. “Lo más visible de la nueva normalidad es que la gente lleva mascarilla y hay carteles que indican el número máximo de personas”, sentencia Jorge, 34 años.

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