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El Barrio de la Concepción lucha por su parque: “Salvemos el Calero, más mantenimiento y menos pavimento”

Zona aún en obras en el parque con zahorra

Luis de la Cruz

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Los árboles y las zonas verdes se han convertido el punto clave de este final de legislatura. Ha llegado un momento en que la ciudadanía no soporta la tala de un solo árbol más o la pérdida de un espacio verde y, aunque la movilización más sonora ha tenido lugar a propósito del intento de tala de cientos de árboles en Madrid Río en el contexto de las obras de ampliación de la línea de metro, las pequeñas revueltas vecinales contra la pérdida de masa arbórea se multiplican por toda la ciudad.

Un capítulo concreto de este movimiento ciudadano amplio por los espacios verdes en la ciudad es el que se enfrenta a los rediseños duros de algunos parques, cuyas obras avanzan inexorables hacia alguna inauguración preelectoral. Los primeros en movilizarse fueron los vecinos de Aluche, que han llevado a cabo numerosos actos de protesta contra el rediseño duro de su parque, que un día se encontraron recubierto de un material rocoso que se les antojaba cemento. Ahora, ha tocado el turno a los vecinos del Barrio de la Concepción, que sufrieron el mismo shock que los habituales del Parque Aluche. El Calero, siete hectáreas de parque en el distrito de Ciudad Lineal, también ha sido pavimentado con el manto grisáceo que, al menos en un primer momento, identificaron con cemento y que resultó ser zahorra.

Rubén fue uno de los vecinos que fue enmudeciendo a medida que iban abriéndose vallas de obra, pudiendo adivinarse el resultado final de la reforma, hará un mes. A la sorpresa siguió el enojo, que le llevó a contactar con otro vecino, José Luis de Lucas, que había empezado una petición en Change.org. Se dieron cuenta de que había más vecinos indignados con la  dirección que estaban tomando las obras del parque. Apareció en escena el tejido vecinal alrededor de El Sol de la Conce, una asociación cultural nacida al calor de la Asamblea del 15 M que ha dinamizado buena parte de la actividad en el barrio durante los últimos años, se pusieron en contacto con la Asociación de Vecinos del colindante barrio de San Pascual…El movimiento ya estaba en marcha y ha convocado una concentración vecinal en el propio parque este sábado a las 12 h.

 “Algunos se vieron en el propio parque con motivo de un pequeño acto feminista y, de forma muy rápida, ha empezado a armarse un grupo diverso de vecinos en cuyo grupo de WhatsApp ya hay más de un centenar de personas”, explica Rubén.

El movimiento tiene un lema por nombre, Salvemos el Calero, más mantenimiento y menos pavimento, y, tras una pequeña concentración el pasado lunes, consiguió una reunión con representantes de la Junta de Distrito (Ciudad Lineal) donde, según han trasladado los vecinos a este medio, quedó claro que la idea de parque de unos y otros no coincide. “Esgrimen como un logro que ahora se esté invirtiendo y antes no se hiciera, pero nadie dice que el parque no necesitara solucionar deficiencias, el problema es el cómo”, exponen.

Pronto supieron que el presunto cemento era zahorra. Hasta hace poco tiempo, la mayoría de madrileños no habíamos oído hablar de las zahorras, un tipo de relleno grisáceo y duro, formado por piedras compactadas, que se está utilizando actualmente en las reformas de distintos parques de Madrid. Una vez aplicado, se recubre de una fina capa apisonada de tierra –en El Calero en algunas partes es de solo cinco centímetros–, para darle la estética y la comodidad al paso del terrizo. El material cuenta con el visto bueno técnico de muchos jardineros, ingenieros agrícolas y diseñadores de zonas verdes, que valoran su capacidad drenante para evitar barrizales y aguas de escorrentías que acaban produciendo cárcavas en los parques.

Otros profesionales consultados por este medio apuntan que su uso debería circunscribirse solo a los senderos, pero no a las zonas estanciales (es decir, a la práctica totalidad del parque). Otros, como Ecologistas, van más allá, y creen que puede producir el cizallado de las raíces de los árboles–que en algunos casos se están rodeando del material hasta el propio tronco– y añaden que el procedimiento obedece a la lógica de facilitar la entrada de maquinaria y a un mantenimiento más barato.

En todo caso, el enfado de los vecinos va más allá de la primera impresión producida por ver su parque cubierto del manto gris. Incluso entendiendo que al parque le falta el acabado terroso, se oponen a la zahorra por motivos de diseño y, también, por la ausencia de participación del vecindario en la reforma radical de uno de los elementos vertebradores de la vida en el barrio. Por eso, piden la paralización de las obras y la apertura de un proceso de participación ciudadana.

Un parque como oasis urbano y como espacio democrático para el vecindario

Gonzalo es vecino del barrio y profesional del urbanismo. No ve por ninguna parte que el proyecto de rehabilitación duro de El Calero ayude a mitigar los principales problemas del Barrio de la Concepción:

“El barrio está muy falto de zonas verdes, de lugares de sombra, de agua, de sitios de encuentro, de tranquilidad…Hay aceras estrechas, calles atascadas de coches, con veranos cada vez más calurosos y largos. Es urgente plantear que haya otra idea de parque, por eso se está pidiendo la paralización de las obras”.

El proyecto supone la desaparición de una veintena de árboles (17 de ellos en la zona oeste del parque), que según los vecinos se deben sumar a los que se perdieron con la borrasca Filomena y que nunca llegaron a reponerse. En los grupos de discusión vecinal se habla de una cuarentena. La idea que ha arraigado en el sentir de los vecinos es que los áridos aplicados a su parque podrán, en el mejor de los casos, acabar con el problema de las cárcavas, pero imposibilitarán que el parque haga honor al color verde que todos asociamos al sustantivo. “Y no hablamos de césped, somos conscientes de que no es la opción más sostenible, pero no creemos que haya que elegir entre lo malo y lo peor, hay otras alternativas, queremos praderas, suelo fértil donde puedan asentar no solo las cuatro flores decorativas que hay incluidas en el proyecto”, dice Rubén.

“Fíjate en las zonas de mayores –con el típico pedaleo– que es una parte totalmente pelada, sin ningún elemento que proteja de la intemperie, me pregunto quién lo va a usar en invierno y quién lo va a usar en verano”, añade el vecino con indignación, refiriéndose a un área del parque donde no se ha repuesto único árbol que daba sombra a las personas mayores en el lugar. Algo similar sucede con otras áreas, como la canina, “que también es un erial”, y en cuyos alrededores se han eliminado mesas con bancos para grupos que se usaban mucho, explican desde la Plataforma.

El interés por su parque ha llevado a Rubén a empollarse su proyecto de rehabilitación, que “describe con gran detalle las actuaciones con áridos, pero no entra a valorar la pérdida de masa verde, de zonas de sombra, el deterioro de zonas de uso para mayores y la renovación de zonas infantiles y su pavimentación con tartán”, explica. Y añade desde la sensibilidad de padre que “las zonas infantiles de momento no han sido adecentadas y al menos dos de las cuatro que hay estaban muy deterioradas”.

Además de las zonas zahorradas, algunos senderos se han adoquinado, para desesperación de los vecinos más concienciados con el cambio climático y sus amenazantes veranos. Entre los áridos y el pavimento, explican a este medio, temen que el parque sea menos un refugio climático y más un lugar impracticable.

Participación y memoria

El otro gran debate sobre la mesa es el de la participación. En la reunión mantenida por representantes de la plataforma con un asesor de la Junta de Distrito, el Ayuntamiento esgrimió la propuesta de una vecina en los Presupuestos Participativos de 2018, pero los vecinos pretenden un proceso participativo digno de tal nombre.

En el barrio de la Concepción tiene muy reciente el precedente del SER (Servicio de Estacionamiento Regulado). Tras la chapuza de una primera implementación, que ocasionó grandes problemas de aparcamiento a los vecinos que vivían en las calles limítrofes entre zonas SER se repitió la votación. Si entonces las quejas pudieron hacer cambiar los planes del Ayuntamiento, ¿por qué no también ahora?

Volvemos a Gonzalo. Se pregunta quién ha preguntado a los vecinos cómo quieren que sea su parque. “La reforma ha llegado de repente, empieza la obra y nos quedamos sin la posibilidad de pensar cómo queremos que sean nuestros espacios en la ciudad. Es como una apisonadora que aplica un mismo modelo a un barrio y luego a otro. Primero Aluche, luego le toca el turno de la apisonadora de zahorras y cementos a Quintana y Pueblo Nuevo, y así todo el rato. Cada parque tendrá sus necesidades y los vecinos lo usarán de forma diferente. A lo mejor queremos un modelo de parque en el que nos embarremos, que un niño pueda tocar un charco de agua en algún momento, jugar con una fuente, la tierra, plantas, bichos, biodiversidad…”

Malu Cayetano, ingeniera de montes y paisajista, problematiza un poco el asunto: “la realidad es que a mucha gente la molesta el barro y los técnicos municipales, por lo tanto, responden a una demanda que está ahí. Lo que a veces la gente no sabes es que un suelo impermeabilizado es un suelo muerto, hace falta pedagogía”.

Cayetano llevó a cabo en 2019, junto con los artistas Nick Miller y Minty Donald, una investigación llamada Aguas Ocultas, Aguas Olvidadas. En el contexto de su trabajo, investigó el arroyo Calero,–origen del parque– constatando la amnesia sobre el agua que hay en el barrio, a pesar de que el cauce se selló con los escombros de las viejas casas bajas que fueron sustituidas por los pisos de realojo. Algunos de los vecinos que han empezado a movilizarse por su parque ahora quieren volver a coger el pulso de la memoria del barrio y no se reconocen en el nuevo diseño estandarizado que está desembarcando en El Calero.

El enfado en todos los vecinos con los que hablamos es notable. Empezó con la zahorra, pero se está convirtiendo en un movimiento por la participación vecinal y la conservación de los pocos espacios naturales con los que cuentan. Por eso gritan: “Salvemos el Calero, más mantenimiento y menos pavimento”.

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