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600 formas de mirar una pandemia

Maniquís con mascarilla y el mensaje 'quédate en casa' para concienciar a la población.

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Hace unos días se han publicado los resultados de una encuesta hecha en Estados Unidos sobre la comunicación institucional de la pandemia. La encuesta buscaba detectar qué palabras o mensajes eran mejor recibidos por la población general y podían producir un mejor cumplimiento de las normas. Los resultados indican que la población responde mejor a mensajes que hablen de “quedarse en casa”, en lugar de “confinamiento” o “encierro”, y que preferimos los “protocolos” a las “órdenes”. E incluye una conclusión importante: el imaginario bélico (ese que se usa para hablar de la pandemia como si fuera una guerra) parece que no funciona.

La metáfora de la guerra ha estado presente en el discurso institucional desde el principio de la pandemia, también en España. Oíamos a Sánchez hablar de “moral de victoria”, se imponían “toques de queda”, “luchábamos contra el virus”, los sanitarios estaban “en primera línea”. El uso de la metáfora bélica para hablar de la adversidad es ubicuo pero espinoso, porque también puede resultar desalentador o amenazante, y ha sido de hecho muy criticado ya en otros temas (como el cáncer). Por eso, desde el principio de la pandemia un grupo de lingüistas (entre las que se encuentran las investigadoras Inés Olza, Laura Filardo-Llamas, Paula Pérez Sobrino e Iraide Ibarretxe) impulsaron la campaña Reframe Covid, una iniciativa que propone buscar otras metáforas para pensar y hablar de la pandemia desde otros puntos de vista. En un fichero abierto, investigadores de todo el mundo han compartido más de 600 símiles avistados a lo largo de estos meses que dan cuenta de lo que nos está pasando colectivamente más allá de la perspectiva bélica. Entre las comparaciones propuestas hay para todos los gustos: desde conceptualizar la pandemia como una partida de ajedrez, un incendio o la noción de que el virus es como la purpurina (por su capacidad para impregnarlo todo). No se trata de abogar por erradicar la metáfora bélica (puede resultar útil en algunos escenarios o puede ser motivadora para alguna gente), sino de encontrar nuevas comparaciones que den cabida a otras formas de entender una misma situación. Bajo el monocultivo de la metáfora única no es posible pensar ni dar cuenta de toda la complejidad de lo que nos está sucediendo.

Y es que uno de los peligros de las metáforas es su capacidad subrepticia para predisponernos de una u otra manera ante determinados planteamientos, algo bien conocido en Lingüística. Un famoso experimento de 2011 de la Universidad de Stanford mostró cómo, dada una noticia sobre el supuesto aumento de crímenes en una ciudad, los lectores tendían a apoyar que se tomasen medidas coercitivas y de castigo si la noticia hablaba de la criminalidad comparándola con una bestia acechante. Por el contrario, cuando la misma noticia se redactaba de tal manera que la criminalidad se comparaba con un virus en expansión, los lectores tendían a preferir que la ciudad tomase medidas de prevención contra el crimen. Trayéndonoslo de vuelta a la pandemia, pensemos en lo poco inocente que es hablar de los incrementos de la incidencia como “olas que vienen”, como si en las subidas de los casos tuviéramos tan poca responsabilidad como en las olas del mar, tal como apuntaba el periodista Javi Salas hace unos días en Twitter.

Pero no solo manipulación nos da la metáfora. También es una vía prolífica de creación léxica particularmente estable, aunque a veces tiende a pasarnos desapercibida. Durante el confinamiento duro se popularizaron algunos términos nuevos como “covidiota”, “confitamiento” o “balconazi”, neologismos todos ellos resultones y que reflejan bien el zeitgeist de aquellos meses, pero que tienen muchas papeletas para quedarse en flor de un día. Mientras tanto, a la chita callando, la mucho menos espectacular “burbuja” parece haber adquirido por la vía de la metáfora un flamante nuevo significado, el de referirse a los grupos estancos aislados frente a la COVID-19. Así lo apuntaba Miguel Sánchez Ibáñez, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid en una entrevista en RNE hace unas semanas. Señala Sánchez Ibáñez, además, algo curioso: la palabra “burbuja” ya tenía un significado metafórico previo, el de las burbujas económicas. En ese caso, el rasgo semántico predominante sobre el que se asienta la metáfora es el de entender que una burbuja es algo frágil y que crece hasta que explota. Mientras que en el significado de burbuja como grupo estanco entendemos que el rasgo característico de una burbuja es que es cerrada y aislada del resto.

Nuestra capacidad para establecer símiles y paralelismos desborda lo lingüístico y es posible verla en acción en los lugares más insospechados. De hecho, buena parte de los memes que se popularizan y circulan por internet operan de una forma que es, en último término, metafórica. Hace unos días tuvimos un buen ejemplo de esto a cuenta del encallamiento del barco Ever Given en el canal de Suez. La evocadora fotografía de una retroexcavadora diminuta excavando a duras penas junto al inmenso buque fue el punto de partida, y el jolgorio y la devoción internetera por la cuchufleta hicieron el resto: durante días, vimos circular todo tipo de reinterpretaciones de la imagen: el barco simbolizando cualquier tarea o asunto de gran envergadura para el que los medios a disposición (representados por la pequeña excavadora) apenas alcanzan y se ven desbordados. Así, el tándem barco-retroexcavadora fue reinterpretado como la pila de apuntes por estudiar a la que se enfrenta un estudiante el día antes de un examen o el reciclaje:

Estos memes no dejan de ser un ejercicio colectivo de estilística y todo un alarde de ingenio. Lo interesante reside en que, en este tipo de juegos metafóricos, la creatividad funciona en el sentido inverso al que suele hacerlo en la lengua: en lengua, el escenario habitual suele consistir en una situación o realidad novedosa a la que le asignamos una imagen que la representa y que utilizamos para nombrar: los grupos de convivencia aislados frente a la COVID-19 pasan a ser burbujas, porque están cerrados como las burbujas. En los memes, de lo que partimos es de una imagen (una foto, un gif, un vídeo) y el juego consiste precisamente en buscar qué otras situaciones en principio nada relacionadas con la imagen de partida podrían proyectarse de forma simbólica sobre esa escena bajo la premisa de “esto es como cuando”.

La capacidad para establecer comparaciones es uno de los mecanismos fundamentales con los que agarramos el mundo. Las metáforas en concreto son lingüísticamente poderosas, pero no están exentas de peligro. Si aceptan un consejo de lingüista: no pierdan de vista con qué metáforas hablan sus políticos, especialmente en campaña electoral. Por sus metáforas los conoceréis.

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