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Y un día las noticias fueron desapareciendo de los medios

Los presidentes autonómicos del PP Juanma Moreno, Fernando López Miras, Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Fernández Mañueco, junto a Alberto Núñez Feijóo en el acto del Día de la Constitución.
6 de diciembre de 2022 22:38 h

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Primero, “gas que asfixió a muchas personas, luego un soldado le golpeó en la nuca y, cuando no podía respirar, otro soldado saltó sobre su pecho con sus botas”: el sueño de Anwar terminó a las puertas de Melilla. Tenía 27 años y había salido de su país natal, Sudán, decidido a cruzar el Estrecho, conseguir trabajo y. con él. dinero para tratar a su madre y que pudiera volver a  caminar. Es el hombre al que dan por muerto en el lado español del puesto fronterizo de Melilla, en la nueva masacre para impedir a la fuerza la inmigración.

 La historia la contaron con todo detalle en El País, el domingo, y pensé cuán sorprendente resulta ya encontrar noticias de ese tipo. Lo son y llevan a reflexionar sobre las vidas que se lleva la injusticia y cómo lo soslaya la hipocresía. Anwar no merecía morir y menos de esa manera, ni su madre -que trataba de impedir su marcha- la carga de perder a su hijo y de este modo.  Es obvio decir -¿o ya no?- que cada iniquidad que se consiente abre la puerta a muchas más. Inadmisible la actuación del actual ministro de Interior Grande Marlaska, cuya dimisión pidió un PP que ha salido impune de las muertes del Tarajal, cuando la Guardia Civil a su mando impidió el acceso a la playa a inmigrantes a nado con resultado de muerte para 15 de ellos.

¿Anwar? Hoy toca difundir, como todos los días, las declaraciones de los políticos. En esta ocasión, con motivo del 44 aniversario de la Constitución. ¿Son noticia? En líneas generales no, apenas aportan nada nuevo. Y desde luego no todo lo que dicen los políticos es noticia. Lo más relevante (aunque no sea ninguna novedad), que Vox certifica su talante antidemocrático con el gesto de no acudir al homenaje. A veces, gestos iguales tienen diferentes significados. Sí es noticia en cambio que Juan Carlos I haya conseguido la inmunidad para el periodo anterior a su abdicación en 2014, en la demanda civil que interpuso contra él Corinna Larsen. La jurisdicción inglesa sigue adelante con el presunto acoso denunciado desde esa fecha a 2020. Es importante la matización.

Conviene estar informado. Y utilizar la información para tomar decisiones de ciudadanía. Actualmente, sin embargo, se disuade alcanzar ese conocimiento esencial. En numerosos medios y en los buscadores que como Google ofertan noticias por su cuenta entre lo “más popular” –por las buenas o provocado-. No digamos ya el guirigay tuitero que amplifica lo que ya se está convirtiendo en terrorismo mediático para tumbar a enemigos de sus intereses. Una ministra, por ejemplo, a la que siguen sacudiendo al punto de querer inhumarla, es decir, enterrar su cadáver. Sin que pase nada. Sí, que se pueble el panorama mediático de más agresiones verbales, porque se puede hacer sin consecuencias. Y eso es una anomalía.

Mucha gente piensa si no será mejor evitar su difusión… en twitter. Es como poner puertas al campo cuando las revistas “de prensa” de radio y televisión las publicitan en un amplio eco, formando una cadena de desinformación que se nutre en círculo. Veamos el caso de ayer mismo: TVE se hace una pieza con su pizarra y todo para amplificar una encuesta de El Mundo, el periódico que ha entrevistado ese mismo día al Yoyas, un maltratador huido de la justicia, para dar la versión del agresor machista frente al veredicto y la víctima. TVE le compra la encuesta sin pestañear. Es sobre la Ley del Ministerio de Igualdad naturalmente y la ilustra con esta pasión:

Manipulaciones al margen, a veces me pregunto si algunos periodistas saben todavía qué es noticia y si lo saben los ciudadanos que no se escandalizan, ni siquiera se asombran. Pero ni siquiera es ése el único problema, aun siendo éste enorme; es que un gran número de medios apenas traen noticias auténticas. El mismo día que El País nos contaba la tragedia de Anwar, La Razón lanzaba una portada intragable: titulando “La ley que libera a los violadores”, entre otras barbaridades. Una más en su trayectoria. A la tergiversación de la Ley solo sí es sí, se añadía “El drama de las listas de espera en los bastiones socialistas”. Ahí queda eso. De pasmo, cuando es el Madrid de su protegida el que principalmente se encuentra en entredicho.

Tampoco son las mentiras a toda portada o todo titular, es el contenido mismo de lo que se oferta que parece destinado a cotillas de patio de vecinos. “Lo que le dijo Fulanito a Zutanita”, “Menganito habla claro de tal”. Sin contar que de Fulanito a tal nos han surtido las opiniones de personas verdaderamente irrelevantes. Añadan titulares sensacionalistas sobre gravísimos problemas de salud que nos acechan “por tomar eso que tenemos todos en la cocina” y que unas veces es la sal, otras el azúcar. La curación del cáncer en seis cómodos pasos, etc... En periodismo los titulares han de sintetizar la noticia. Así se hacía hasta hace poco, no eran un gancho para el clickbait. Y la publicidad encubierta, qué digo encubierta, tan a las claras que abochorna al periodismo. Todas las grandes cadenas tienen productos sorprendentes y baratísimos para cualquier cosa.

 Y ya, el meollo. Es el éste dice, el otro dice, de TVE en sus telediarios, sin aportar dato alguno de la realidad. Los de otros medios que incluso les superan. Son las declaraciones de políticos sin otro contenido noticiable que ver hasta qué punto son capaces de mentir y ponerse en ridículo. Ahí tienen a Cuca Gamarra, portavoz del PP, la Van Gaal de los portavoces, desparramada en sus conciertos de críticas sin fundamento.

 A poco que nos fijemos repararemos en que el porcentaje de noticias empieza a ser escaso frente al grueso del ruido que las disuade, siquiera por el tiempo que quitan para poder buscar información real. Acabamos agotados y estragados y habiendo perdido contenidos que nos conviene saber.

 Porque otra consecuencia del ya extendido vaciado de la información es que ocurren hechos terribles, medios responsables los publican, pero parecen encontrar al personal saturado y no producen reacción. No me digan ustedes que estar ante un desmantelamiento sin precedentes de la sanidad pública, tener en riesgo la salud y la propia vida, no hubiera provocado en otros tiempos una respuesta masiva. La manifestación en Madrid por la Sanidad Publica la tuvo pero fue tapada de inmediato por “otras noticias y declaraciones”, sobre todo por el inusitado interés que ha despertado en el machismo pata negra que –en algunos juzgados- se reduzcan las penas a los agresores sexuales en aplicación de la Ley. Como ya les conté, hasta en la emisora de la iglesia del “aguanta, hija mía”, apuestan ahora por defender a las mujeres si así dañan al Gobierno.

Lo que está ocurriendo tiene consecuencias. Millones de personas desinformadas creen que asuntos que les afectan son distintos a como realmente ocurren. Estos datos de una encuesta de El Periódico de Catalunya que ellos mismos destacaron son tan relevantes que obligan a pensar en la manipulación que está sufriendo esta sociedad. Y como consecuencia de ella al mantenimiento de situaciones objetivamente indeseables para la sociedad.

 

Con las mentiras que venden a la ciudadanía, les venden también la sustracción de la sanidad pública, el gravísimo secuestro de la justicia, los colegios para las elites pagados con el dinero de todos, cadenas interminables de bulos, autoritarismo, una especie de trumpismo franquista. Es una sensación insoportable para cualquier periodista decente. Una lucha titánica por informar, por mostrar  claves para formarse criterios propios, como hacemos todos de distintas fuentes, se vuelve irresoluble cuando tantas de ellas surten agua de la colada, barro, detritus de cloacas. Y no lo es. De entrada, habría que sancionar con firmeza a quien comete estos ultrajes al derecho a la información, porque tolerarlo no es libertad de expresión, es libertad de extorsión y libertad para cargarse la convivencia y en último extremo la democracia.

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