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Más España que nunca y qué España

Suso de Toro

Hoy me toca escribir sobre lo que no se debe, sobre España y Madrid, así que ya me he puesto el casco. En cuanto a mis muertos, esos ya saben de sobra en que país vivo y están acostumbrados.

Es cierto que el sistema político de alternancia bipartidista está en crisis y no sabemos cómo se reformulará, pero no podemos saber hasta qué punto habrá cambios profundos, por ahora sólo hay encuestas y conjeturas, pero lo que es seguro es que la pretensión catalana de tener Estado propio es el verdadero desafío concreto y directo al Estado tal como es. Y la reacción desde el Estado al proceso catalán se ha venido dando a todos los niveles, también en el plano ideológico y político. De hecho la campaña electoral estará marcada por un motivo que van a compartir todos los partidos estatales, enarbolar el nacionalismo español. Lo harán el PP, el PSOE, UPyD, Ciudadanos y Podemos. Esperemos que no lo haga también IU.

Antes de nada hay que constatar que lo que ya prefiguran esas encuestas es una rearticulación política de España como Estado. A estas alturas el PP y el PSOE se han transformado en opciones minoritarias y camino de ser insignificantes en Euskadi y Catalunya, las consecuencias son que en la práctica son dos espacios políticos independientes. Pero es Podemos consiguiendo allí apoyos significativos que perdieron PSOE e IU quien ocupa ese papel de bisagra, reincorpora así esos espacios políticos al espacio del Estado. Y a esa nueva articulación ayuda también la otra nueva opción que ocupa por la derecha el espacio perdido por el PP, Ciudadanos. Con la gran crisis del PSC y la desaparición del PP de Alicia Sánchez Camacho, sin Ciudadanos y Podemos Catalunya aparecería como un espacio político independiente.

Podemos por la izquierda y Ciudadanos por la derecha son la garantía política de la continuidad territorial del Estado español. Aunque sus posiciones tienen diferencias importantes al respecto, Ciudadanos es, por nacimiento y definición, el españolismo en la sociedad catalana y por extensión en España, pues es claro que los poderes de la capital ya han señalado al prometedor Albert Rivera como el elegido para esa función, dejando de lado a la veterana Rosa Díez.

Podemos tiene muchos aspectos, alguno es encarnar un deseo de regeneración nacional, cosa no pequeña y que, lógicamente, pretenden anular sus acusadores. Y con respecto a Ciudadanos admite matices importantes, como recuperar la cita ocasional del derecho de autodeterminación de las nacionalidades, reconociendo la existencia así de dos fenómenos políticos consolidados históricamente como son el nacionalismo vasco y el catalán. Sobre eso y entre la fronda ideológica que es hoy ese partido, prevalece su carácter estructurador del Estado tal cual está.

Pablo Iglesias resume con claridad su idea nacional: “A mí lo que me importa es que haya una sanidad pública para todos, que se esté atendiendo en catalán, en euskera, en gallego o en castellano es para mí una cuestión secundaria”. Define un espacio homogéneo desde el punto de vista de la administración del Estado y sitúa la diversidad nacional en un plano puramente lingüístico en el que deja que funcionen las leyes del mercado. Aunque en este mercado de las lenguas una es la lengua del Estado, de conocimiento obligatorio para los súbditos de este reino, y las otras lenguas sin Estado, de conocimiento no obligatorio, y que compiten desde otro plano. No, tampoco aquí hay verdaderamente libre mercado, siempre pierde el comercio local frente a los monopolios.

Esa visión la reafirma otra dirigente, Carolina Bescansa, en una visita a Galicia: “El problema fundamental de Galicia no tiene que ver con su identidad cultural”, sino con la situación económica: “Eso es lo que hay que arreglar aquí y en el conjunto del Estado”. No entro aquí a explicar las causas de los problemas económicos de Galicia, seguro que en la Universidad Complutense de Madrid hay profesorado de Historia Económica que habrá leído a Robèrt Lafont, Frantz Fanon y Samir Amin, que sabe más que yo de esas cosas y que podrá explicar, por ejemplo, por qué Galicia perdió la mitad de su población en un siglo y sus recursos financieros en los últimos cuarenta años mientras otras zonas del Estado duplicaban población y concentraban recursos financieros. En todo caso el modelo de Podemos es un Estado homogéneo centralizado desde el kilómetro cero de la Puerta del Sol y articulado a través de sus provincias y comunidades con sus peculiaridades culturales y lingüísticas, aunque teniendo que reconocer las evidencias nacionales vasca y catalana.

Pero, por si Podemos y Ciudadanos, junto al PP, fueran poca garantía de que España no se rompe, no va a faltar el PSOE. Aunque escribir a estas alturas de ese partido resulta involuntariamente cruel. Sobre lo que nos espera fue elocuente el candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, Antonio Carmona, quien ha presentado su proyecto ideológico para la capital del Estado (tengo que confesar que tomé las citas siguientes de un periódico barcelonés, pues no las encontré en la prensa madrileña). Su concepción de Madrid es clara: “Esta villa fue capital de un imperio. Seis siglos después somos responsables del devenir histórico en unos momentos histéricos de nuestra historia. Madrid es capital de España. Por eso, para tener un proyecto para Madrid hay que tener un proyecto para España”. El proyecto para España: “En estos momentos nuestro país es una nación que quieren disolver y cuya disolución trataremos de evitar cada día en nuestro devenir político. Si para los antiespañoles España es una nación en proceso de disolución les prometo que mi labor política tratará de impedirlo”. Atento el mundo a la recuperación de “la anti-España”, quedamos a la espera de la “conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”. Pero, como el candidato se debió sentir en confianza en su auditorio, continuó: “El otro día un independentista me dijo: es usted un nacionalista español. Y yo le contesté... ¡Efectivamente!”. “¿Cuáles son los disolventes de nuestra nación?” “Los nacionalismos periféricos como disolvente de nuestra nación”. “Aquellos a los que abrió la puerta el título VIII de la Constitución y han convertido el debate político en una especie de bacanal”. Me abstengo aquí de recordar lo que fue el antifranquismo y la lucha por la democracia, así como los pactos y la redacción de la tal Constitución, sé por experiencia que no sirve de nada y que cuando se recuerde eso conviene llevar el casco.

Pero el candidato no oculta su ánimo: “Les prometo que durante los próximos ocho años se hablará tanto de Madrid como se ha hablado de Catalunya durante los últimos ocho años”. “Barcelona jamás podrá copiar a Madrid en lo que es (...)”, “Con todos mis respetos a las capitales autonómicas, Madrid se compara con París. Y es que Madrid no es sólo una capital autonómica, es una gran capital europea”. Es cierto, constata que Barcelona no es capital de un Estado y le dice “¡chínchate!”. De lo que muchos catalanes deducirán nuevamente la necesidad de tener Estado propio. Pero el candidato socialista madrileño ya ve un horizonte: “Muchos votantes del PP me han dicho que me van a votar”. Es cosa que no parece extraña. “Madrid le volverá a dar a España la unidad que necesita. Madrid, en medio de la patria”. En fin, quien esté familiarizado con la retórica franquista sabrá situar esas declaraciones, les doy mi palabra de que son declaraciones pronunciadas por un candidato socialista según recoge un periódico solvente.

Ya me dirán qué dialécticas nos esperan y en qué términos. Como les decía, los próximos meses los partidos estatales irán con la camiseta de la selección de fútbol y la bandera rojo y gualda con el toro. Algunos seguiremos con el casco.

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