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La jaula

Jaulas de un centro de internamiento de extranjeros en Texas para encerrar a adultos y niños.

Gabriela Wiener

Con muy pocos años un niño ya sabe que dentro de una jaula vive un animal feroz, como un león o un tigre. Incluso si no ha visitado nunca uno de esos horribles lugares llamados zoo, habrá visto alguna vez animales en cautiverio en libros o películas. A ese niño jamás podría ocurrírsele que existan jaulas diseñadas para niños. Mucho menos que alguien pueda verlo a él como un león o un tigre que necesita ser enjaulado. Quizá una niña española podría identificar el brillo de ese material llamado aluminio con el brillo del papel que usa su madre para envolverle el bocadillo que lleva al cole y en el que a veces se refleja y se ve bonita. No se le ocurriría pensar que hay niñas como ella a las que envuelven, cuando duermen o cuando alguien las rescata del mar, con mantas de aluminio como si fueran bocadillos.

Hay vídeos y audios de las niñas y niños alejados de sus familias a su llegada a Estados Unidos desde México, Guatemala, El Salvador, Honduras... En los vídeos no se les oye. En los audios no se les ve. Los audios son particularmente angustiantes, el fondo negro evoca la noche de los niños, la más oscura de todas. Oímos sus voces en la penumbra como si pidieran que entráramos a sus habitaciones corriendo para encender la luz. La voz de la niña que reclama la lleven con su tía, con una energía adulta, recién ganada, se superpone al llanto de un bebé que llama a su papá: ¡Papi! ¡Papá! ¡Mi papá! Alguien ha puesto subtítulos en español, para quienes no pueden o no quieren escuchar. Como la comitiva de sordos de la monarquía española y el Ministro de Exteriores del nuevo gobierno progresista, que han ido a hacer el paripé y a ponerse como ejemplo de buen hacer bilateral. Justo ahora que Trump acaba de salirse del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y enjaula niños, Borrell y los reyezuelos han considerado que es un buen día para darse un apretón de manos. Como para celebrar el día mundial del refugiado. Esos niños hablan en castellano, ¿saben? No como Trump, que no habla castellano, ni humano.

No se hagan los europeos ahora, no se hagan los suecos, dejen de mirar a Trump como si no fuera vuestro espejo, vuestro papel de aluminio. Como si sus jaulas y las vuestras no fueran para la misma especie animal. Si han salido juntos de cacería.

Si hablas de niños con Melania Trump, Letizia, que sea de vuestras princesitas. Te prefiero indiferente como tu rey, como ahora, que llorando lágrimas de cocodrilo por nuestros futuros latin kings. Resérvalas al menos para los bebés africanos arrancados de sus madres entre Ceuta y Melilla. Aquí en España también es legal, Borrell, como en Estados Unidos, detener bebés, separar bebés, ilegalizar bebés, deportar bebés. Ya lo dijo Marlaska, los del Aquarius recibirán el mismo expediente de expulsión que cualquier que llegue en patera, gracias a la Ley de extranjería. Dejen de presumir de su europeísmo, de su buenismo, de su falso progresismo. Ustedes no son modernos, no son el desarrollo. Al final la Ilustración era esto.

Si venden armas para guerras ajenas, luego el karma los persigue en sus propias costas y tiene forma de niño kurdo escupido por el mar. Entonces, ésta también es vuestra guerra y estos vuestros muertos. ¿Cómo va a condenar la gran Europa o la mejor España los crímenes de Trump, cómo va a romper relaciones? Tendrían que romperse, condenarse a sí mismas. Y no lo harán, porque la historia de la humanidad es la historia de su complicidad ante las injusticias. Que también les pertenece a sus súbditos, mientras sigan cultivando silencio y sumisión.

Las niñas y niños pequeños, como los que vemos llorar en esas jaulas, apenas habrán tenido a esas edades alguna mínima experiencia de desamparo, quizá los segundos que tardan en encontrar a sus padres, a los que han perdido de vista en medio de la multitud de un mercado. No se les ocurriría pensar que esos segundos de sentirse abandonados pudieran alargarse en el tiempo, sin limite, sin esperanza, hasta la resignación poco infantil de la pérdida total. Pero les está pasando. Y en ese mismo momento, aunque sigan vivos, Occidente los habrá asesinado.

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