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La nueva líder británica, Theresa May, no se lleva bien con la ciencia

May ha defendido políticas que se contradicen con la evidencia científica

Teguayco Pinto

La pasada semana, durante un discurso en Birmingham, la nueva Primera Ministra de Reino Unido, Theresa May, aseguró que quería desarrollar “una mejor política de investigación y desarrollo que ayude a las empresas a tomar mejores decisiones”. Que un político reconozca la importancia de la ciencia en la sociedad actual es más que loable. Sin embargo, resulta paradójico que sea precisamente la dirigente conservadora la que lo haga, cuando muchas de las decisiones que ha apoyado a lo largo de los últimos años han sido contrarias al consenso científico.

Crítica con las medidas contra el cambio climático

De entre todas las medidas anticientíficas de la primera ministra, probablemente la más espinosa es su posición con respecto al calentamiento global. En numerosas ocasiones May ha votado en contra de las medidas propuestas para luchar contra los efectos del cambio climático, algo que ha disparado las alarmas en varias ONG ecologistas.

Pero el problema no se queda ahí. Es sabido que la salida del Reino Unido de la UE obligará a “recalibrar” el acuerdo de París y que los británicos tendrán que volver a negociar los compromisos medioambientales a los que se habían suscrito cuando eran miembros de la UE. Una tarea que May ha encargado al exalcalde de Londres Boris Johnson.

Conocido como uno de los principales promotores del Brexit, Johnson también es un famoso crítico de las medidas para la lucha contra el cambio climático y a menudo se ha rodeado de expertos que aseguran que no existe tal fenómeno o que no es de origen humano, a pesar de que el consenso científico indica lo contrario.

Por si esto fuera poco, el pasado 14 de julio May nombró como secretaria de Medio Ambiente a Andrea Leadsom, política conservadora conocida por haber afirmado que necesitaba preguntar si el cambio climático era real cuando accedió al cargo de secretaria de Energía en 2015.

También ha levantado suspicacias la nueva reorganización administrativa que May ha llevado a cabo, eliminando el Departamento de Energía y Cambio Climático, cuyas competencias han sido absorbidas por el nuevo Departamento de Negocios, Energía y Estrategia Industrial.

Todos estos movimientos hacen dudar de la posición de la nueva primera ministra con respecto a la defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático y, aunque el pasado 1 de julio se aprobó un paquete de medidas medioambientales independiente de la UE, la realidad es que todo parece indicar que el compromiso del nuevo gobierno con el medio ambiente no será tan fuerte como cuando los británicos pertenecían a la unión.

Una relación anticientífica con las drogas

Pero el empecinamiento de May por sacar adelante políticas no apoyadas por la ciencia no termina ahí. A principios de este año, los parlamentarios británicos votaron la nueva ley para regular el consumo de sustancias psicoactivas. Dicha norma, que ha contado con el voto favorable de May, pretende prohibir cualquier droga que tenga el potencial de alterar el estado mental de una persona, una definición que los científicos han calificado como carente de sentido y potencialmente peligrosa.

La campaña llevada a cabo por May y los suyos se apoya en la afirmación de que el consumo recreativo de drogas legales provocó la muerte de más de 90 personas en 2012, algo que ya fue desmentido por un estudio independiente publicado en la revista médica The Lancet.

May también apoyó recientemente la prohibición del khat, un estimulante natural, enfrentándose a la opinión de su propio Consejo Asesor sobre el Abuso de Drogas, cuyos expertos aseguraron que no había pruebas que indicaran que mascar esta hierba causara problemas de salud u otro tipo de problemas sociales que justificaran su prohibición.

Los asesores científicos que prepararon el informe tampoco hallaron pruebas de que el comercio de esta sustancia estuviese vinculado al crimen organizado o que las ganancias de su venta se utilizaran para financiar grupos islamistas, tal y como se había alegado.

Dudas entre el colectivo LGTB

Por último, cabe destacar que May tampoco se ha destacado por atender a las evidencias científicas a la hora de abordar cuestiones relacionadas con los derechos civiles. Pese a que May apoyó en el año 2000 el matrimonio entre parejas del mismo sexo, tal y como lo hicieron la mayor parte de sus compañeros de partido, en 2002 votó en contra de la posibilidad de adopción por parte de parejas LGBT

Hoy en día, el consenso científico indica que los niños criados por estas parejas se desenvuelven igual de bien que aquellos criados por progenitores de distinto sexo, algo que es reconocido por la mayor parte de las instituciones de investigación en psicología, pediatría y psiquiatría.

Aunque May aseguró años más tarde que había “cambiado de opinión respecto a que los gay puedan adoptar niños”, su ambigüedad durante los últimos años ha provocado que se haya ganado la desconfianza de muchos, máxime cuando otro miembro de su gobierno, la escéptica climática Andrea Leadsom, sigue criticando abiertamente el matrimonio homosexual.

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