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La sordera política contra la que claman los jóvenes del 15M verde hace que se aceleren los efectos del cambio climático

Marcha del 15M verde en la Puerta del Sol en Madrid.

Raúl Rejón

La activista sueca de 16 años, Greta Thunberg, abroncó a los europolíticos el pasado 21 de febrero en el Consejo Económico y Social de la UE. Les afeó que no estén a la altura del reto que supone el cambio climático. “Hemos hecho los deberes. Háganlos ustedes”, acusó. Contra la sordera climática, este viernes, miles de jóvenes en España (y muchos más en todo el mundo) han exigido acciones concretas. “Queremos que hablen con los científicos”, resumió Thunberg.

En realidad, más que hablar, los mensajes que han recorrido el 15M verde demandaban medidas concretas y efectivas para atajar la catástrofe climática que avanza en múltiples frentes: subida de nivel del mar, pérdida de biodiversidad, escasez de agua disponible o avance de la desertificación. Al fin y al cabo, todos los compromisos juntos y sumados de todos los países que han firmado el Acuerdo de París contra el cambio climático no son suficientes para cumplir con el texto rubricado por 197 partes. Con las contribuciones planteadas en cuanto a reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, es imposible contener el calentamiento global por debajo de 2 ºC.

Se alcanza el récord de CO2 

Es más, tras la revisión de esos documentos (remitidos por los propios gobiernos), la ONU calculó en septiembre de 2018 que el esfuerzo debería triplicarse para llegar a ese mínimo umbral de seguridad a final de siglo. Y quintuplicarse si la temperatura límite fueran los célebres 1,5ºC. De hecho, las emisiones en 2018 dieron un salto adelante tras años de moderación. Lejos de rebajarse, alcanzaron un pico histórico de 41.500 millones de toneladas atribuidas por los científicos a la actividad humana. El 89% provino del uso de combustibles fósiles debido, sobre todo, al repunte en el carbón, el gas y el petróleo. Grandes emisores como China y EEUU incrementaron el CO2 que lanzaron a la atmósfera.

Ningún dirigente podrá escudarse en falta de contundencia de los técnicos: “La energía a base de combustibles fósiles tiene que abandonarse”, explicó la directora del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, Corinne Le Quére, tras calcular el aumento de gases liberados al aire.

Los científicos a los que hacía referencia Thunberg, y a los que han apelado los manifestantes de Fridaysforfuture, no paran de poner evidencias encima de la mesa de los responsables políticos. Los investigadores del Panel Científico Internacional para el Cambio Climático (IPCC) han dejado claro que deben rebajarse en un 45% las emisiones de CO2 para 2030 y que las renovables supusieran hasta un 85% de la generación eléctrica a mitad de siglo si se pretende realmente paliar los peores efectos del calentamiento global de la Tierra. Esos horizontes temporales son cercanos en el proyecto vital de los que han protagonizado las marchas del 15M.

Cosa bien distinta es en qué se traduce la evidencia científica que se acumula. Los últimos cuatro años han sido los más cálidos jamás registrados (2015, 2016, 2017 y 2018) y la cantidad de CO global acumulada en la atmósfera ya está asentada por encima del, en su día, icónico límite de 400 partes por millón (ppm). “La escala y ritmo al que el cambio climático está llevando los ecosistemas de los que depende la Humanidad a terreno desconocido conlleva impactos severos e irreversibles incluso si se consiguen los objetivos del Acuerdo de París”, ha analizado la OCDE. “Los Gobiernos solos no pueden solventar el problema, pero pueden enviar señales poderosas”, remata la organización.

Sin embargo, la inacción climática no se circunscribe a políticos negacionistas como el estadounidense Donald Trump o el presidente brasileño Jair Bolsonaro que han revertido políticas ambientales. En un campo de juego aparentemente más propicio como la Unión Europea y, en concreto, España, el simple borrador de ley de cambio climático presentado por la ministra de Transición Ecológica socialista Teresa Ribera en el que se incluyó el fin de la matriculación de vehículos de combustible fósiles para 2040 revolvió al comisario de Acción Climática Miguel Arias Cañete (del Partido Popular) que aseguró no ver con buenos ojos esta medida. Tampoco brindó su apoyo la patronal de fabricantes de vehículos, Anfac, que llamó a la idea “excesiva y acelerada”.

El movimiento de jóvenes por el clima en España ha tenido en este viernes “un antes y un después”, como han analizado los propios participantes durante la jornada de huelga y movilización. En las distintas marchas que se han vivido en casi 50 ciudades han asegurado la intención de mantener el pulso. A España también le hace falta tomarse más en serio los daños que el cambio del clima ya ha disparado.

España, víctima del calentamiento

España es uno de los países más vulnerables a la subida de la temperatura global. Se deja sentir en el avance del terreno árido que desertifica el territorio y empuja a grupos de población. Pero también en la reducción de agua disponible que incide de manera directa en sectores muy demandantes como la agricultura de regadío. Con el agua de por medio, las precipitaciones torrenciales asociadas a los nuevos patrones que impulsa el cambio climático aumentan el riesgo de que se produzcan riadas e inundaciones, el fenómeno natural más mortífero en España.

De igual manera, la caída de biodiversidad y recursos marinos impacta sobre la flota pesquera española que es la primera por volumen de la Unión Europea. Además, la alteración climática se traduce en olas más agudas de calor y frío que conllevan una factura, ya certificada, en vidas humanas y esfuerzo sanitario.

Irene, una de la manifestantes, resumía así el sentir de sus compañeros: “No pedimos nada excepcional: que se nos escuche y que haya medidas para frenar el cambio climático. Porque hablamos de una emergencia, algo que ya está aquí, no que vaya a llegar”.

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