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La cara oculta del plan de Facebook para llevar Internet a todo el mundo y que lo volvió “una bestia” en Myanmar

Mark Zuckerberg presenta el proyecto internet.org

Carlos del Castillo

Mark Zuckerberg quiere que Facebook sea Internet. No quiere que su red social sea un canal más de la nueva televisión, quiere ser toda la televisión. Primero, Facebook fue solo para contactos y sentimientos. Luego llegaron las fotos, chats, gestión de comunidades, juegos, aplicaciones, información, vídeos, directos, retransmisiones de fútbol. La red social ha ido absorbiendo competidores para que los usuarios no tengan necesidad de salir de ella. En los países occidentales esto no ha ocurrido de repente, pero sí en los que se están en vías de desarrollo, donde millones de personas ni siquiera saben que usando Facebook están navengado por Internet.

Todo comenzó (a ser público) en 2013. Lejos de las críticas actuales, Mark Zuckerberg surfeaba entonces la cresta de la ola. No había cumplido los 30 y dominaba una empresa con ingresos equiparables a los de Portugal. Todavía con la tez adolescente con la que Time le había retratado como “personaje del año” en 2010, decidió que había llegado la hora de que Facebook tuviera un impacto verdaderamente global: sería la empresa que cerraría la brecha digital y llevaría Internet a todo el mundo, incluidos aquellos que se estaban quedando fuera por motivos económicos.

Vistió su plan como una iniciativa altruista. Al igual que Bill y Melinda Gates colaboraban para llevar medicinas al tercer mundo, él llevaría la conexión a la red de redes, al mundo del siglo XXI. Llamó a la iniciativa “internet.org” (con la extensión que suelen utilizar organizaciones sin ánimo de lucro, a pesar de estar integrada en Facebook Inc.) y llamó a la acción al resto de grandes tecnológicas para que se unieran a su proyecto. Ninguna lo hizo y no se tardó demasiado en intuir por qué.

Un jardín vallado

Un jardín vallado Zuckerberg no quería conectar a Internet a todo el mundo. Zuckerberg quería que todo el mundo usara Facebook. Su plan era convencer a los operadores de datos que operaban fuera de los países occidentales de que permitieran a sus usuarios en países en desarrollo conectarse gratis, o por muy poco dinero, a una app con funciones limitadas. Les convenció de que muchas personas no podrían conformarse con ese pequeño chute de conectividad y en seguida querrían más, por lo que contratarían paquetes de datos, esta vez sí, pagando. Lo consiguió.

Esa app es Free Basics. Solo incluye Facebook y servicios como información del tiempo, gubernamental o de salud. Según explica una portavoz de la red social a este medio, el servicio Free Basics está disponible en más de 50 países. “Estamos comprometidos a conectar a los más de 3.800 millones de personas que no están en Internet actualmente. Nuestros esfuerzos de conectividad han ayudado a conectar a más de 100 millones de personas en línea hasta la fecha”, asegura.

Aunque Facebook asegura que Free Basics incluye 1.500 servicios además de la propia red social en todo el mundo, lo cierto es que las únicas concesiones a agentes externos suelen ser la Wikipedia y el buscador de Google. En este, para pinchar en los resultados de las búsqueda, hay que tener contratado un paquete de datos. El impacto de esta situación en los usuarios de los países desarrollados no se hizo esperar. Según una encuesta de Quartz en 2015, un 65% de los entrevistados en Nigeria, un 61% en Indonesia, un 58% en India y un 55% en Brasil estuvieron de acuerdo con la afirmación de que “Facebook es Internet”. En EEUU, la cifra fue del 5%.

Los datos, siempre los datos

Los datos, siempre los datosLos datos personales de los usuarios en países en desarrollo dejan ingresos mucho menores a Facebook que los de ciudadanos estadounidenses, los más valiosos. Sin embargo, los paquetes de información que puede recopilar sobre ellos eran mucho más amplios. Todo el tráfico de Free Basics pasa a través de internet.org y es controlado por Facebook.

“Este sistema proporciona a Facebook un único nodo a través del cual recolectar y almacenar temporalmente los metadatos de los usuarios. Esto significa que los usuarios, ya sea accediendo a Facebook o a otro servicio dentro del programa Free Basics, están compartiendo datos con Facebook sobre qué sitios visitan, cuándo y durante cuánto tiempo”, avisóun estudio de Global Voices: “Free Basics otorga a Facebook acceso a flujos únicos de datos sobre los hábitos e intereses de los usuarios en los países en desarrollo”.

Con internet.org (que para entonces ya se llamaba “internet.org by Facebook”), la red social se colocó como el único servicio digital disponible para millones de usuarios. Se convirtió en su única ventana al mundo. No existe actividad fuera de Facebook para ellos. Gracias a ello, el perfilado que la multinacional tecnológica tiene de ellos es completo. Entonces Facebook hace lo que la ha convertido en una de las empresas más valiosas del mundo: hace negocio al vender paquetes de datos a agentes que quieran influir en esos usuarios. Estos suelen ser agencias publicitarias, empresas que quieren colocar sus productos o campañas políticas.

Hasta qué punto puedan influir estos actores en los usuarios de Facebook usando los datos recopilados por Facebook no es problema de Facebook.

Odio descontrolado

Odio descontrolado2018 ha demostrado que ni siquiera Mark Zuckerberg era capaz de controlar la capacidad de influencia que puede llegar a tener un agente dopado con la información la propia red social vende. Donald Trump, Cambridge Analytica, las granjas de bots rusas y las elecciones de EEUU manipuladas han sido la gran alerta en el mundo occidental sobre esta situación. Pero no la único, ni la más grave.

En 2014 menos del 1% de la población de Myanmar tenía acceso a Internet. En 2016, Myanmar tenía más usuarios de Facebook que ningún otro país del sureste asiático. A principios de marzo, el equipo de investigación de la ONU para investigar la violencia contra los rohinyá advirtió de que Facebook “se ha convertido en una bestia” y tiene un papel clave en la limpieza étnica que se da en el país. “La situación del discurso de odio e incitación a la violencia en los medios sociales es desenfrenada, especialmente en Facebook. En gran parte, pasa desapercibida”, denunció Marzuki Darusman, jefe del equipo de investigadores.

“Facebook es posiblemente la única fuente de información online para la mayoría de Myanmar”, denunció un analista de ciberseguridad a The Guardian. Zuckerberg intentó disculparse alegando la falta de personal que pudiera comprender birmano y anunciando contrataciones. En agosto la red social reconoció en un comunicado oficial que “tardó demasiado” en actuar para evitar que ser usada como para plataforma de difusión del genocidio contra los rohinyás.

Free Basics no está disponible en Myanmar desde finales de 2017 debido a una regulación que el Gobierno pactó con los operadores para prohibir los servicios gratuitos. No obstante, el horror que ha provocado que la única herramienta digital con implantación en el país no cuente con capacidad de controlar lo que se publica en ella ha aumentado las críticas contra el plan de Facebook de convertirse en el Internet de los países en desarrollo. “Free Basics necesita ser prohibido en todo el mundo”, denuncia a The Wired The WiredNikhil Pahwa, periodista reconvertido a activista digital tras ser una de las voces clave que impulsaron que la India prohibiera la aplicación en 2016.

Pahwa defiende que es preferible dejar que Internet se desarrolle localmente a entregar las llaves de la conexión a la red Facebook y someterse a ese colonialismo digital: “Facebook creó esta elección engañosa entre el acceso y la neutralidad de la red. Eso es esencialmente una mierda”.

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