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IDA, la dolorosa del BeMate

Díaz Ayuso, durante una Conferencia de Presidentes.

Elisa Beni

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“No hay otra guía que un poderoso instinto de probidad, de honestidad, de bondad, de honradez”

F. Nietzsche

Hace ya muchos años asistí con estupor a una escena que se desarrollaba junto a la barra de un bar céntrico y próximo a los juzgados. En provincias, ya saben, se conoce todo el mundo y una ronda se paga con ganas. Así es como el dueño de un importante concesionario de la ciudad, entre caña y caña y ronda y ronda, les comentó a un grupo de jueces, con los que estaba orgulloso de alternar, que tenía una partida de Audi 6 preciosos que acababan de llegar. Como buen comercial hacía el producto con fruición, no hacía mucha falta, eran cochazos sin remisión. El choteo fue grande porque, como alegaron varios de los destinatarios de la información, con un sueldo de juez de provincias el precio de ese coche era “mucha tela”. Bajando la voz, el avispado empresario afirmó: “Bueno, estos os los puedo dejar en… -póngase un precio irrisorio- porque se me han caído del trailer al descargarlos”. Ustedes ya entienden y los magistrados que escuchaban entendieron también. No puedo asegurarles que alguno no cayera en la tentación, pero sí que la mayoría entendió que les estaban ofreciendo una bicoca por ser quienes eran y que eso, pues mire, no es ni honesto ni legal ni se puede aceptar.

La anécdota viene a colación de las suites con terraza que se le han caído a Sarasola delante de Isabel Díaz Ayuso sin que por ello hayan sufrido ni un rasguño. Lo mismito que los audis, vamos. Es un paripé tan viejo como el mundo. A los presidentes de la Comunidad de Madrid les suele pasar con los alquileres, se les desploman ante los pies como ya le sucedió a Ignacio González con el del ático de Marbella, que le costaba según él 2000€ al mes cuando el precio de mercado era de 6000€. No es de extrañar que acaben por no saber los apuros reales que tienen los madrileños para pagar un lugar donde vivir. O el famoso chalet de Porcelanosa que sus propietarios dejaban a Aznar en Oropesa mientras era presidente del Gobierno o al ministro Soria, al que le salían los hoteles a pedo de burra en República Dominicana.

Ayuso está metida en un buen lío o la han metido. La probidad y la experiencia política le deberían haber hecho saber que si alguien tiene que mirarle el diente al caballo regalado es un cargo público y que, a posteriori, ese diente debe ser mostrado ante los electores y debe lucir perfectamente limpio. IDA, la dolorosa de La Almudena y de El Mundo lloraba pero sólo por un ojo, porque por el otro debía contemplar admirada las vistas increíbles del Madrid vacío sobre el que reinaba. Las penas con pan son menos penas y el encierro y la enfermedad con terrazones son menos dolosos. Tal vez por eso dijo ella misma el otro día que esta pandemia “ha sido lo peor y lo mejor que me ha pasado en la vida”.

Ahora se tiene que explicar. De las dos opciones posibles, la menos mala sería que se hubiera considerado que precisaba de un lugar con prestancia institucional para poder telegobernar sin acudir a la Puerta de Sol -¿tal vez porque hubiera sido preciso arriesgar a mucho personal para abrir la sede?- y que su pisito de 80 metros cuadrados no daba para eso, con lo que hubiera sido la Comunidad de Madrid la que hubiera alquilado la sede. Lo mismo que Carmen Calvo estuvo convaleciente en un piso oficial. Contrato público, se muestra y si se ha suscrito legalmente, a otra cosa mariposa. Pero hasta el momento los contratos aparecen y vienen y van. Esto debe quedar absolutamente aclarado y no vale un contrato simulado en diferido, ya saben.

La otra opción es que, como dice Sarasola, sea ella a título personal la que pague las dos suites y todos los servicios que recibe. Eso significa unas facturas pagadas por Isabel Díaz Ayuso (IDA) y una constancia de que han sido pagadas desde sus cuentas personales. Aún así nos quedaría el paso de asegurarnos de que la dádiva del bajo precio no ha incurrido en un delito de cohecho pasivo impropio. Un delito que saltó a la fama con otro pepero, Camps, y que sigue estando en el Código Penal. Como recordarán, que con el PP se aprende mucho derecho penal, consiste en la conducta de la autoridad que admite dádiva o regalo que le son ofrecidos en consideración de su cargo o función. ¿Le hubieran hecho este precio y este trato a cualquier otro que no fuera presidente de la Comunidad de Madrid? Esa es la pregunta y ese es el meollo del tipo delictivo.

Inicialmente no es legal que un presidente de Comunidad acepte una dádiva de miles de euros -haya pagado o no, porque el descuento es en sí un regalo- ya que se trata de uno de los supuestos claros incluidos en el artículo 54 del Estatuto del Empleado Público: “se rechazará cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya más allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en el Código Penal”. Es de manual. Dos suites tremendas no son una botella de vino. Es ilegal aceptarlo y puede ser delito porque además el señor que hace la dádiva es un empresario que o pretende contratar con la Comunidad o puede pretenderlo. No puede quedar sin ser investigado.

La comodidad, las vistas o la escenografía perfecta para los posados de su hacedor de imagen pueden acabar desembocando en lágrimas por la leche derramada. Aquí ya no hablamos de querellas importadas o relatos políticos presentados ante los tribunales. Aquí hablamos de unos hechos que no pueden quedar sin una aclaración que no basta con resultar aceptable para la opinión pública, sino también para los tribunales de Justicia.

Iba a hablarles de la gestión de Ayuso pero … será otro día.

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