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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Comed República”: de la venganza contra los jornaleros al asesinato de Blas Infante

Campesinos sin tierra ocuparon fincas durante la República.

Juan Miguel Baquero

Sonaba en los campos un grito de venganza: “Comed República”. Hambre, miseria, violencia callejera y parlamentaria... cualquier arma sirvió a las oligarquías conspiradoras para crear un propicio clima prebélico. Y el ajuste de cuentas, tras el estallido golpista, pasaría de la penuria al terror.

De la carencia al desquite a balazos. Con Sevilla como una de las primeras plazas teñidas de sangre. Viviría la ciudad una violación sistemática de los derechos humanos más elementales, con las tropas del exgeneral Queipo de Llano ejecutando revanchas teñidas de muerte que tendría uno de los exponentes más conocidos en el asesinato de Blas Infante, el Padre de la Patria Andaluza.

En un país conducido al desastre, el intento republicano de subvertir el orden social establecido era un 'delito' imperdonable para los conspiradores. El poder terrateniente aplastaba, en los años previos a la guerra, a campesinos arrastrados a una existencia famélica.

Unos días después de aquel aciago 18 de julio que abría por el sur la victoria fascista, los barrios obreros de la capital de Andalucía capitulaban ante el imparable avance rebelde. Triana, San Julián, Macarena... la 'Sevilla roja' ahogada en un rastro de muerte que ha cumplido 80 años.

España pasó, en apenas un lustro, de abanderar un proyecto democrático de referencia a vivir el primer intento fascista de exterminio del rival ideológico. El golpe de Estado de julio del 36 no fue accidental. Ni el fruto de su fracaso, la guerra civil, inevitable. La sublevación contra la República respondió a un plan tramado por las oligarquías económicas, militares, eclesiásticas… que no dudaron en usar todo tipo de artimañas en la tarea conspiratoria. Desde la violencia al pan. De discursos incendiarios y atentados terroristas –cometidos por paramilitares de extrema derecha– a la miseria ciudadana.

“No desconocía la bárbara política que seguía el Gobierno ni la conducta de los propietarios con los braceros del campo, reduciéndolos al hambre”, relataba Manuel Azaña el 2 de enero de 1934 tras una reunión con Fernando de los Ríos. “Ya sé la consigna”, reveló: “Comed República” o “Que os dé de comer la República”.

En pleno 'bienio negro', con la República en las manos reaccionarias de una coalición de partidos derechistas (CEDA), el anterior presidente no ignoraba “los desquites y venganzas que, en otros ramos del trabajo”, estaban haciéndose. “¿En qué pararía todo? En una gran desgracia, probablemente”, vaticinaba Azaña. Décadas más tarde, el Ayuntamiento de Sevilla colocará en Triana una placa a quienes murieron “resistiendo el fascismo”, ha condenado el golpe de Estado y pide sacar los restos de Queipo de la basílica de la Macarena. Pero el fascismo ya empuñaba la represalia como discurso previo. Antes de sembrar los campos andaluces de fosas o de descerrajar un par de tiros en la espalda de Blas Infante. Mucho antes de bañar de sangre la 'Sevilla roja'.

Braceros hambrientos que mendigan por las calles

Aquella tentativa por retocar la tradicional división de clases llevó a paradigmas como la ocupación de tierras o multitud de huelgas y otras reivindicaciones jornaleras. La republicana Ley de Reforma Agraria fue un proyecto ambicioso con un objetivo claro: combatir la desigualdad. Pero la aspiración nunca satisfizo los deseos. Ni de unos ni de otros. Quienes osaron cuestionar el orden social, no obstante, recibieron cumplida represalia. Antes y después del alzamiento golpista.

Cuenta el hispanista Paul Preston en El holocausto español cómo “los campesinos hambrientos mendigaban por las calles de los pueblos”. Tropas de braceros famélicos, en los que “el raquitismo y la tuberculosis estaban a la orden del día”. Un dato: en mayo de 1934, cerca de 150.000 familias carecían de los productos más básicos. “A quienes se resistían a romper el carnet del sindicato se les negaba el trabajo”.

El “boicot de los patronos” y el famoso grito terrateniente, 'Comed República' o 'Que os dé de comer la República', fueron diseñados “para restablecer las formas de control social anteriores a 1931”, escribe Preston. Una garantía de que no volvieran las amenazas reformistas del primer bienio republicano.

“La derecha nunca perdonó” el espíritu reformista

En el tramo regido por las derechas “lo que había era el deseo de revertir las impugnaciones de las modificaciones legislativas implantadas en el primer bienio”. Combatir la vuelta atrás del “los gobiernos radical-cedistas”, explica el historiador Ángel Viñas a eldiario.es/andalucia. La izquierda deseaba “retomar el espíritu de una República laica, transformadora y modernizadora” ante la deriva involucionista.

“La derecha”, destaca Francisco Espinosa Maestre, “nunca perdonó esto y se lo hizo pagar duramente a quienes promovieron este proceso”. Y con más dureza, si cabe, “a los campesinos asentados en las tierras expropiadas”. Al propósito de cambio siguió “una verdadera contrarrevolución que conllevó una vuelta al pasado y la consideración del campesinado como mano de obra esclava”.

“La patronal española, la oligarquía, no aceptó las reformas modernizadoras económicas y sociales”, confirma José Luis Gutiérrez Molina. El golpe de Estado “y el exterminio de los revolucionarios y reformistas moderados” fue “la opción que eligieron” los rebeldes. “Las reformas del Gobierno republicano –continúa– fueron sistemáticamente boicoteadas”.

Toda venganza, puntualiza Espinosa Maestre, pese a que la reforma agraria sólo “tuvo su momento álgido en los meses del Frente Popular”. Desde el triunfo frentepopulista en las últimas elecciones de la Segunda República en febrero de 1936 hasta el alzamiento militar del que ahora se cumplen 80 años. Pero el castigo a los osados estaba servido, y planificado, a golpe de hambre. Y, más tarde, bajo el yugo del terror franquista.

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