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“En Cataluña la izquierda social va mucho más allá de la izquierda política”

El exdiputado y exteniente de alcalde de Barcelona, Jordi Borja. /CARMEN SECANELLA

Jordi Subirana

Barcelona —

Jordi Borja (Barcelona, 1941) es licenciado en sociología, doctor en geografía y tiene un máster en urbanismo por la Universidad de París. Su trayectoria política empezó, durante el franquismo, en el PSUC en la clandestinidad, hecho que le obligó a exiliarse en París. Después de la muerte de Franco, fue diputado en el Parlament y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona. Borja fue uno de los artífices de la descentralización y organización de la capital catalana en distritos. A mediados de los años 90 dejó la política institucional. Ahora es el director del máster sobre Gestión de la ciudad de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y preside el Observatorio DESC (derechos económicos, sociales y culturales). Acaba de publicar Cartes de lluny i de prop, incerteses i propostes de reconstrucció democràtica (Cartas de lejos y de cerca, incertidumbres y propuestas de reconstrucción democrática) (Editorial L’Avenç).

En su libro Cartes de lluny i de prop (Cartas de lejos y de cerca) habla de una Crisis de Estado, habla de lacras en la Judicatura, en el Tribunal de Cuentas... Nos encontramos ante una situación social muy grave tanto en Cataluña como en España.Cartes de lluny i de propCartas de lejos y de cerca

Hay una crisis, el agotamiento de un sistema político, de la Constitución. Estamos ante una Crisis de Estado. La transición estuvo llena de ambigüedades, con muchos pactos explícitos e implícitos. En el caso concreto de Cataluña es evidente que el artículo de la Constitución que habla de la “unidad indisoluble” no tiene ningún sentido. Desde el 23-F ha habido una progresiva regresión, degradación y reinterpretación a peor de la Constitución. La Constitución dejaba unas puertas abiertas a ir hacia un Estado español federal, a que hubiera una Judicatura democrática e independiente. Estas puertas, sin embargo, se han ido cerrando. Esta Crisis de Estado empezó con el gobierno socialista de los años 80. No se aprovechó el fracaso del golpe de Estado del 23-F para que los militares golpistas quedaran desplazados. Tampoco se supo aprovechar el hecho de que había un empresariado, con gente como Carles Ferrer Salat, con quien se podía tratar. Era gente liberal, pero demócrata. También se había encontrado una solución momentánea para Catalunya y el País Vasco, pero no se fue más allá. En muchos aspectos hubo una regresión político-cultural, de valores.

¿Y aquella regresión nos ha llevado donde estamos ahora?

Exactamente. Como consecuencia de todo eso tenemos la situación de ahora. Hay militares que ahora dicen cosas que no se hubieran atrevido a decir en 1985. Si cualquier persona dice que quiere ocupar una zona no tiene ninguna trascendencia, pero si lo dice un militar tiene trascendencia. El problema de Cataluña y el País Vasco es que el Estado nunca ha aceptado que España es un país plurinacional. No estamos ante una crisis económica, estamos ante una destrucción del Estado de Derecho. Un Estado de Derecho no es sólo que haya una Constitución que establezca que hay autonomías, una serie de libertades políticas, unas elecciones, etc. Este aspecto político ya es dudoso. La norma dice autonomía, pero se supone que se trata del reconocimiento de un pueblo: Cataluña, el País Vasco, Galicia, el que sea. Es absurda la distinción entre nación y nacionalidad. O se es un pueblo que puede expresarse colectivamente o no.

Siga con su análisis.

Por otra parte, la Constitución fija los derechos de los trabajadores, pero se hace una reforma laboral que es claramente anticonstitucional. Cuando están diciendo que la gente tiene derecho a la vivienda, a la sanidad, y se privatizan, esto se convierte en que si lo puedes pagar lo tendrás y si no lo puedes pagar no lo tendrás. España no es un país democrático. España no es un Estado de Derecho. España es un Estado políticamente oligárquico y socialmente y económicamente antidemocrático. Democrático quiere decir que se hacen políticas públicas a favor de las mayorías, y si hay desigualdad social, las políticas públicas tienen que ir encaminadas a reducir estas desigualdades sociales. Si hay gobiernos que hacen aumentar estas desigualdades sociales, se trata de gobiernos no democráticos.

Ante esta situación de recortes, crisis de las instituciones y decepción hacia los políticos, algunas plataformas y colectivos han iniciado en Catalunya un proceso constituyente.

Cuando se habla de proceso constituyente en Cataluña a menudo se da por hecho que habrá una consulta, que seremos independientes y que entonces se podrá hacer una mejor política social, económica y cultural. La consulta es algo perfectamente legítimo. Pero no sabemos cuándo, ni cómo se podrá hacer, ni qué efectos tendrá. Tampoco sabemos si de todo eso saldrá independencia o saldrá alguna otra cosa. Todavía no sabemos ni siquiera cuál será la pregunta de la consulta. Creo que una Cataluña independiente es algo que puede estar en el horizonte pero no en la inmediatez.

¿Entonces, nos olvidamos del proceso constituyente?

Lo que hace falta es iniciar un proceso constituyente en España. Si no cambian las cosas en España, ni Catalunya será independiente ni tendrá un Estatut mejor. Para que Catalunya progrese, la independencia no es la única salida. Ésta es la falsedad del soberanismo. Es tan idiota decir que Catalunya es soberana como decirlo de España. Lo que se llama economía nacional hace años que ha dejado de tener sentido. Militarmente dependemos de la OTAN; económicamente, de la Unión Europea. Un estado soberano se basa en el control de estos dos elementos: el control de la moneda y el control de la fuerza, del ejército. España no es un país soberano. En Catalunya no tiene sentido hablar en términos de soberanía. Estamos todos en unas relaciones de interdependencia. Creo que lo que hay que hacer es ver cómo Catalunya y el País Vasco, los dos pueblos de la península que tienen una expresión política diferenciada, se relacionan con el Estado español. Como una comunidad autónoma, con un federalismo simétrico o asimétrico, con una relación confederal como proponía Ibarretxe. Hay muchas posibilidades. Pero ante todo hay que cambiar el gobierno español, cambiar sus políticas sociales y económicas.

¿Cómo se puede cambiar un gobierno, como el del PP, que tiene una mayoría absoluta?

Con Franco muerto, el franquismo hubiera podido durar, pero se acabó. Se creó una situación tal que, como dijo el expresidente, Adolfo Suárez, lo que hacía falta era hacer normal en el Estado lo que ya era normal en la sociedad. Ahora la prioridad tiene que ser poner en crisis el régimen político español. Tenemos que establecer con los sectores sociales y políticos democráticos y progresistas unos ideales, un entendimiento, una coordinación, que ellos nos entiendan a nosotros y nos acepten. Vengo de hacer una gira de conferencias por Andalucía y no he notado ningún tipo de animosidad por el hecho de ser catalán. Y no he encontrado a nadie que estuviera contento con el gobierno español actual, ni con el bipartidismo actual, PP-PSOE.

¿Ve usted necesario un frente común de izquierdas?

Lo veo indispensable. Pero no se trata de que sólo sea un frente de partidos. Hace falta que sea un frente en el que participen activamente CCOO y UGT, que estén también las asociaciones y federaciones de vecinos y vecinas, la plataforma de los desahuciados, colectivos sociales, la CUP... Podría ser un bloque electoral o podría ser un programa común compartido aunque se presentaran listas diferentes. Cuando en Francia ganó François Mitterrand había aquello que se llamaba el programa único de la izquierda. No creo que sea indispensable que tenga que haber una sola lista de izquierdas, pero sí lo es hacer un frente común, un programa con una serie de puntos básicos.

¿Cuáles tendrían que ser estos puntos básicos?

En primer lugar marcar como premisa acabar con el actual régimen político español y, por lo tanto, un cambio de la Constitución y modificar la Ley electoral. En segundo lugar, habría que establecer un nuevo encaje de Catalunya en sus relaciones con España. Y en tercer lugar, un conjunto de medidas nuevas en el ámbito social y económico. También pienso que habría que impulsar un control público de la banca y del suelo para hacer una buena política de vivienda. Otras prioridades tienen que ser garantizar una buena educación y sanidad públicas. Y, por descontado, anular el concordato con la Iglesia y que España fuera un Estado laico.

¿En el caso concreto de Cataluña cómo ve la izquierda?

En Cataluña la izquierda social va mucho más allá de la izquierda política. Está muy bien el arraigo y la actividad que hacen partidos como la CUP, ICV o Izquierda Unida. El PSC ya es un partido muy institucional y su relación con la sociedad es desde los ayuntamientos. Está bien que estén CCOO y UGT, pero hay una izquierda social que va más allá de la influencia directa de los partidos políticos. Hay mucha gente que no vota. Indignados, por ejemplo, no sólo son las personas que ocuparon las plazas, también hay una población que está harta de todo. Lo que hace falta, ahora, es encontrar como se expresa todo eso. Iniciativas como la de Teresa Forcades y Arcadi Oliveres están bien, pero tienen el peligro de llevar a un camino sin salida. Si se da por hecho que Catalunya será independiente y que todo se arreglará, vamos mal. Catalunya tiene un capital social muy importante. Puede dar una imagen de fragmentación, pero en cualquier parte, en los pueblos, en los barrios, encuentras una gran cantidad de plataformas, iniciativas, colectivos. Ahora bien, una cosa es que la gente que quiere cambiar las cosas vaya más allá de los partidos y otra prescindir de ellos.

¿Por qué cree que no se ha producido este reagrupamiento de la izquierda?

En primer lugar tenemos un sistema electoral que favorece la fragmentación y al mismo tiempo favorece a los partidos que tienen más votos. El segundo motivo es que durante mucho tiempo, todavía ahora, ha habido dos partidos dominantes con corrientes muy diferenciadas. En Convergència también pasa. A mucha gente que vota Convergència eso de la independencia le da miedo. En tercer lugar, están los partidos minoritarios. Cuanto más minoritario es un partido más fácil es que se fragmente o que surjan otros que ocupen el mismo espacio. En estos casos, lo que mejor funciona es el matrimonio de interés. Cuando un partido tiene muchas expectativas de ganar o de crecer este matrimonio no funciona, pero cuando se trata de partidos más minoritarios es mucho más habitual. Una opción sería establecer un programa común y que cada uno se presentara con sus siglas. Ahora les conviene a muchos, conviene a los socialistas, conviene a ICV. Los únicos que piensan que no les conviene es la CUP. Ven que pueden crecer más. El problema de los socialistas es que hay una fractura interna, hay gente como Pere Navarro que no sabe dónde está.

En su libro dice que el PSC tiene vocación suicida. ¿Cree que puede desaparecer?

A mí me cuesta mucho pensar que un partido con historia pueda desaparecer. UCD era un partido sin historia y desapareció. Vengo de un partido [el PSUC] que se suicidó a comienzos de los 80. En unas elecciones pasamos de tener más de un 20% de los votos a tener sólo un 4%. Es fuerte. El PSC no creo que desaparezca, pero puede pasar que en unas elecciones al Ayuntamiento de Barcelona no llegue a un 5%, puede pasar que en unas elecciones autonómicas se quede por debajo de los 10 diputados cuando las expectativas eran sacar entre 15 y 20. El PSUC quedó con 4 o 5 diputados cuando había llegado a tener 23 o 25. Cuando me presenté a las elecciones municipales al Ayuntamiento de Barcelona en un intento de salvar los muebles pasamos de 9 concejales a 3 con el temor de no llegar al 5% y quedar fuera.

¿O sea pronostica al PSC un futuro incierto?

Creo que puede tener un bajón. Pero en política puedes morir y resucitar. Creo que hay un espacio político para los socialistas, pero ahora creo que están absolutamente desmontados. Tengo muchos amigos socialistas: Jordi Martí, Isidre Molas... Los veo muy abiertos. Pasqual Maragall, cuando ya se le había declarado el alzhéimer, me dijo que con un PSUC dirigido por mí y por Xavier Folch, y con una gran parte del PSC que hubiera ido con él, se habría podido hacer un partido fantástico. Esta posibilidad ya pasó. Al principio de la democracia el PSC y el PSUC se hubieran podido entender muy bien si no hubiera sido por el PSOE, por el papel sectario del PSOE. Ahora es una situación diferente. Entiendo que el PSC no sea un partido independentista, pero éste no es el problema. Sufre una fractura interna importante.

Relaciona una mejora de la situación de Cataluña a una situación de mejora en España. ¿No ve posible, pues, una Cataluña independiente a corto plazo?

Ver ahora el independentismo como una cosa que tenemos muy cerca, como defiende Teresa Forcades, no es realista. Lo que sí que es realista es que haya una movilización social independentista que ponga de manifiesto que no queremos vivir con esta relación con España, con esta sumisión al Estado español. Eso no sólo es legítimo sino que es necesario. Con un cambio de régimen político español, podemos buscar una solución. Seamos independientes o cualquier otra cosa, una relación especial con España la tendremos. Hace falta ver y analizar cuál es la relación que más nos conviene. En lo que no estoy de acuerdo es en exaltar la independencia como si estuviéramos en el siglo XIX.

No hace demasiado una encuesta publicada en El El Periódico pronosticaba que ERC ganaría ahora unas elecciones al Parlament de Catalunya. ¿Qué lectura hace?

Lo que veo es que en una situación de cambio como la que estamos viviendo, de la única cosa que se puede estar seguro si se hace una encuesta electoral es que se equivocará. ¿Por qué? Porque probablemente en los próximos meses y en los próximos dos o tres años habrá movilizaciones sociales importantes. Las cosas pueden cambiar mucho. Espero que este bipartidismo PP-PSOE en España se acabe. Creo que el bipartidismo CiU-PSC en Catalunya se acaba, no digo que desaparezca, sino que se acaba. Hay una movilización importante de gente que no tiene una adscripción partidaria. Los resultados hoy por hoy son muy imprevisibles.

Predice un nuevo mapa político. ¿Hacia dónde irá?

Es muy importante que la gente pueda expresarse cada día y no sólo cada cuatro años. Si lo dejamos todo en manos de las instituciones, será muy difícil salir adelante. Hay muchas demandas sociales, aspiraciones de cambio. Por eso han surgido tantas plataformas. El problema es que no tienen una representación política bastante adecuada. Hay mucha gente que no sabe qué votar. El conjunto de movimientos sociales tendrían que encontrar la manera de definir algunos objetivos comunes. Lo que dicen unos y otros es similar o es complementario. Cada fin de semana hay reuniones de éstas, sobre la energía, la banca, el agua, la sanidad, la vivienda. Tendrían que hacer un frente común, hacer una gran asamblea de movimientos sociales con una serie de puntos básicos. También haría falta que hicieran un trabajo de elaboración, con una serie de propuestas, un trabajo que tuviera una mayor elaboración política. Y en tercer lugar tendría que haber una adscripción política y eventualmente electoral.

¿Y el proceso independentista aquí dónde queda?

Se tiene que poder exigir que Catalunya tenga derecho a la independencia, pero eso pasa por una consulta y por una negociación con el Estado español. Se tiene que buscar uno solución pactada y esta solución supone un cambio de régimen político en España. Se tendría que hacer una nueva transición. En los años 80 perdimos la oportunidad de hacer una segunda transición. Pienso que eso se tiene que tener en cuenta. El proceso constituyente en Catalunya sería posterior.

¿Cómo ve que se pueda hacer la consulta el próximo año?

El otro día estuve en Madrid. Estaba en una reunión en la que había gente del PP y del PSOE. Entre ellos estaba Rodolfo Martín Villa. Muchos coincidían en que la consulta es una cosa absolutamente ilegal, una burrada, y decían que el gobierno la declarará ilegal y ya está. También creen que el gobierno de Rajoy no hará ninguna concesión. Ahora bien, todos daban por hecho que la consulta se hará. El gobierno hará campaña diciendo que es ilegal, y que cuesta dinero, más que decir que no se tiene que ir a votar. Se trata de gente con una mayor inteligencia política que Rajoy y compañía. Pero de lo que decían tengo algunas dudas. No me imagino al gobierno español diciendo que es una animalada, pero que la consulta se haga porque no servirá para nada. No digo que envíen al ejército, pero habrá mucha presión, que puede hacer, incluso, que los mismos convocantes, hagan marcha atrás. En caso de que se haga, no creo que se haga y no pase nada. Es muy probable que los que estén en contra no vayan a votar, es decir que si va a votar el 50% de los que tienen derecho a voto y de este un 80% vota independencia, alguna cosa pasará. Las fuerzas que lo hayan promovido podrían hacer una declaración unilateral de independencia. No sé si la consulta se hará. No tengo ni idea, pero lo veo difícil. Creo, incluso, que ahora mismo Convergència no sabe como desconvocar la consulta. Ya están diciendo que se pueden plantear unas elecciones que tengan un carácter plebiscitario. ERC continúa con la idea de la consulta, al igual que la Assemblea Nacional Catalana. Veo bastante difícil de que se haga. Pero vengo de las ciencias sociales y ya se sabe que las predicciones son muy aleatorias y arbitrarias.

Con tantos años que estuvo usted en el Ayuntamiento de Barcelona no me puedo estar de preguntarle cómo ve la ciudad.

Es muy difícil opinar sobre una ciudad, en este caso Barcelona, sobre la que has tenido responsabilidades. Es muy difícil ser objetivo y sobre todo es muy difícil que los otros piensen que eres objetivo. No acostumbro a opinar, pero entre los años 2007 y 2009 hice un libro, Llums i ombres de l'urbanisme a Barcelona (Luces y sombras del urbanismo en Barcelona). Diría que la gestión de Pasqual Maragall fue excelente; con Joan Clos y Jordi Hereu como alcaldes, la nota fue bajando, pero se hicieron cosas interesantes, más en la época de Clos que de Hereu. Por ejemplo, la reforma del centro histórico de Nou Barris, a finales de los 90. Ahora bien, algunos de los proyectos de después de los Juegos Olímpicos, como Diagonal Mar, o la Ordenanza de civismo, más propia de la extrema derecha, son cosas de gobiernos socialistas que se hicieron muy mal.

¿Y qué valoración hace de la gestión del alcalde Xavier Trias?

Ahora o no se hace nada o las cosas que se plantean son pésimas. El gobierno de Trias, con el apoyo del PP, ha endurecido la Ordenanza del civismo. Hay un exceso normativo. Lo quieren controlar todo. Para llevar el urbanismo se escogió a Vicente Guallart [en 2012 fue destituido como gerente de Hábitat Urbà, pero sigue como jefe de los arquitectos municipales] que representaba a un grupo de arquitectura avanzada. Representa la ideología del neoliberalismo llevada al suelo. Lo primero que pensó este señor fue hacer una actuación, que después no ha servido para nada, al pie de Collserola. Tenía un discurso ecológico, pero lo que buscaba era generar un proceso especulativo en Collserola. Era una barbaridad. Lo mismo ha pasado en el Port Vell. Se privatizarán trozos del puerto, con hoteles en los barcos, etc. Al actual Ayuntamiento de Barcelona le pondría un cero. Las pocas cosas que hacen son inaceptables. Pero las ciudades tienen mucha resistencia. Barcelona durante el franquismo aguantó muchas cosas. El alcalde Josep Maria de Porcioles se cayó porque la ciudad se le oponía. A finales de los 60, los conflictos urbanos pararon todos los grandes proyectos de Porcioles. Incluso, en aquella época, se llegó a plantear hacer desaparecer la Rambla. Hubo un proyecto que era hacer una vía rápida que fuera de la Gran Vía al puerto. La idea era hacer una gran autopista que atravesara la ciudad y después un ramal que sustituyera a la Rambla.

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