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Un joven denuncia que un guardia urbano de Barcelona lo apalizó tras negarse a ayudarle por un hurto

Oriol Solé Altimira

Difícilmente podía imaginar Carlos Marco hace una semana cómo terminaría la noche de Halloween. Según explica este joven tocándose la herida que todavía tiene debajo del labio, un agente de la Guardia Urbana de Barcelona le golpeó con la porra en los dientes y, una vez en el suelo y mientras sangraba por la boca, le pegó en varias partes del cuerpo. Segundos antes, Marco le había reprochado que no quisiera tramitar una denuncia por el hurto que había sufrido, lo que generó una discusión.

Marco, que vive en Santa Eulàlia de Ronçana (Barcelona), bajó el pasado 31 de octubre a Barcelona con unos amigos. Aparcó el coche en el barrio del Poblenou y, disfrazado de payaso –era la noche de Halloween– y acompañado de una decena de personas, se dirigió al barrio del Poble-sec. Pasada la medianoche, notó que un joven chocaba con él en la calle y que le robaba la cartera. Cuando lo perseguía, el teléfono móvil cayó al suelo y se rompió.

“Decidí que la noche se había acabado para mí y fui a buscar el coche. Después de casi una hora caminando pasé por la comisaría de la Guàrdia Urbana de la Estació del Nord y pensé que podía denunciar el robo antes de volver a casa”, recuerda el joven en conversación con este diario.

Marco explica que dos personas estaban en la puerta de la comisaría fumando. Una de ellas era un agente de la Guàrdia Urbana de Barcelona –“veterano”, añade el joven. Le acompañaba otra persona más joven que no llevaba el uniforme. Les preguntó si podían tramitar una denuncia por el hurto que había sufrido. Le dijeron que no podían.

“Entonces les dije si me podían acompañar a una comisaría de los Mossos, y me contestaron que ellos no estaban allí para hacerme de taxi”, rememora el joven. Frustrado, el joven les recriminó su actitud. “Reconozco que estaba encendido”, dice. Tras el cruce de reproches, según Marco, los agentes lo llevaron hacia la parte menos iluminada de la plazoleta donde está la comisaría. Y allí fue donde presuntamente le agredieron.

Marco denuncia que el agente uniformado le propinó un golpe de porra que le rompió dos dientes, lesión que avalan los informes médicos. “Me cagué encima del miedo”, señala el joven. Una vez en el suelo y sangrando por la boca, añade, el mismo agente le clavó varios golpes en hombros y piernas. Terminó en el calabozo de la comisaria de l'Estació del Nord, denunciado por un supuesto delito de atentado a la autoridad.

Como continuaba sangrando por la boca, la misma pareja de agentes le llevó al CAP Manso. En el centro sanitario, pese a que explicó lo qué le había pasado, los médicos que atendieron a Marco no incluyeron ninguna referencia a la supuesta agresión policial. Le cosieron la herida de la boca y constataron que tenía dos dientes rotos. Una vez atendido, volvió al centro policial de l'Estació del Nord.

La Guàrdia Urbana le trasladó de madrugada a la comisaría de Les Corts de los Mossos d'Esquadra. “Los Mossos me trataron bien: me dejaron ropa nueva y llamar a mi madre”, asegura. A las seis de la tarde del día 1 de noviembre Marcó quedó en libertad. Su familia fue a recogerlo a la comisaría y le llevaron al Hospital de Granollers, donde los sanitarios constataron varias contusiones en la espalda, las piernas, la mano y la muñeca. 

El pasado 2 de noviembre, Marco acudió a la Ciutat de la Justicia para denunciar los hechos ante el juzgado. Pero sobre Marco también pesa una denuncia por un supuesto delito de atentado a la autoridad que tramitaron los agentes la noche de los hechos. La División de Asuntos Internos de la Guàrdia Urbana está investigando qué ocurrió exactamente esa noche de Halloween. Como el caso está judicializado, el Ayuntamiento dice que no hace declaraciones. 

Resultarán claves los vídeos de las cámaras de seguridad de la comisaría para comprobar si el guardia urbano llevó a un chico disfrazado de payaso al rincón más oscuro de una plaza para clavarle una paliza. “Yo sólo quería volver a casa”, concluye Marco.

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