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El Madridismo Político

Amadeu Mezquida

Si hablamos de fútbol tendremos que reconocer que, en España, para la prensa, la información sobre el deporte rey gira en torno a y para el Real Madrid. Habrá quien dirá que en realidad las secciones de deportes y las portadas el Madrid se las reparte con el Barça. Bien, pero no nos engañemos, el Barça tiene espacio porque es el antagonista del Madrid. En toda película se necesita un villano, un alter-ego del protagonista que hace que la película mantenga el interés del espectador. El Barça tiene espacio en la prensa española porque cumple ese papel: es el alter-ego del Madrid. El resto de equipos, para la prensa española, son solo comparsa.

Lo preocupante es que esta realidad “madrileñizante” trasciende lo meramente futbolístico y es que, en las últimas décadas, hemos visto como Madrid ha pasado de ser la capital política y administrativa de España a ser también su capital económica, mediática y su centro total: el kilómetro cero de todas las cosas. Cuando los políticos y los medios de comunicación hablan de España, de sus intereses, de sus necesidades, de sus retos… cada vez más el concepto “España” se utiliza como eufemismo de otro bien distinto: “Madrid”.

Solo así se entienden cosas como el notable aumento de información sobre el ayuntamiento de Madrid en las televisiones estatales, institución a la que se refieren muchas veces ya como “el ayuntamiento” a secas o que digan “la presidenta de la comunidad” cuando hablan de Cristina Cifuentes, Presidenta de la Comunidad de Madrid. Esta deriva va in crescendo. Acostumbrados estamos ya desde hace décadas a que, por ejemplo, cuando se habla de la “operación salida” en vacaciones, se hable en realidad de la operación salida de los madrileños hacia otras comunidades o que cuando dicen eso de: “hoy hemos salido a la calle para ver qué opinan los españoles” todos los entrevistados tengan como decorado de fondo la calle Serrano y la Puerta del Sol. “Cuéntame” la serie bandera de la televisión pública, la que lleva más años emitiendo, nos cuenta la vida de una típica familia española en nuestro pasado colectivo reciente, una típica familia española… de Madrid. El filtro centralista llega a tal extremo que una serie como “El chiringuito de Pepe” que transcurre en Peñíscola, nos muestra una realidad más cercana a un Carabanchel teletransportado junto al Mediterráneo que a la verdadera idiosincrasia, cultura y tradiciones de esta localidad castellonense.

Esta madrileñización de los medios estatales, como valenciano, se me hace todavía más clara al carecer de una televisión pública valenciana que me informe sobre las cosas que pasan en mi tierra, ya que en las teles estatales solo hablan de València para denunciar la corrupción del PP (señores a ver si se van enterando que los corruptos hace 2 años que ya no gobiernan València) o para informarnos de que hace tan buen tiempo en Benidorm que ya hay gente en la playa a pesar de estar en el mes de abril (mucha de esa gente son turistas madrileños, por supuesto). Por no hablar de los continuos errores en la rotulación de los telediarios donde no pocas veces se pueden leer fallos garrafales como: Morella (Alicante) u Orihuela (Murcia) mostrando no solo desconocimiento sino carencia total de interés y respeto.

Pero no solo de medios de comunicación va la cosa. En los últimos años, hemos asumido también, con lastimosa resignación,que toda la política de transporte se haga a mayor gloria de la capital, los AVE conectan diferentes puntos de España con Madrid, y así el madrileño puede irse el fin de semana a la playa de Gandia a tomar el sol o a Sevilla a hacerse fotos frente a la Giralda con mayor comodidad mientras los cercanías de València, por ejemplo, sufren de recortes y horarios imposibles. El tráfico aéreo se concentró también en la flamante T4 de Barajas, y así, para realizar la mayoría de viajes internacionales, todos los españolitos deben pasar por Madrid. Por no hablar de las M30, M40 etcétera que distribuyen el tráfico y lo desvían hacia todos los rincones de España o las ruinosas autopistas que ha habido que rescatar, que también están en Madrid, aunque las hemos acabado rescatando todos los españoles.

Muchas de las principales empresas, sean valencianas, catalanas, andaluzas o cántabras, tienen su sede central en Madrid y es allá donde tributan. Así pues Madrid se convierte en succionadora de recursos de las periferias. Los Ministerios, la estructura general del Estado, los tres poderes, las dos cámaras de representantes, el Tribunal Constitucional… todo está en Madrid, la que es, por supuesto, la comunidad que más ministros ha tenido en la historia de la democracia.

Ante todo esto, lo que ya cuesta más de digerir es que ahora se pretenda que también el corredor mediterráneo, ese que había de conectar todo el arco por la costa desde Algeciras a Francia, pasando por los principales puertos de España, se quiera hacer pasar por Madrid y, por consiguiente, añadir una nueva infraestructura radial que redunde en beneficio del centro y en detrimento de los territorios mediterráneos. Otra vez. Que nadie dude que tan brillante idea seguramente surgió entre copas y puros en el principal espacio de toma de decisiones político-económicas de España: el palco del Santiago Bernabeu.

Espectáculo bochornoso es también ver como en los Presupuestos Generales del Estado el que parte y reparte se lleva la mejor parte y contemplar cómo los gobiernos autonómicos van pasando de ministerio en ministerio implorando algunas migajas para llevarse al plato. Todo esto mientras las comunidades que tienen mayor capacidad de presión se llevan el gato al agua ante la mirada famélica de sus hermanas menos afortunadas. Luego vendrán a hablarnos de la igualdad entre todos los españoles los que mercantilizan las inversiones del Estado y las venden al mejor postor provocando diferencias abismales entre ciudadanos de diferentes territorios, fracturando así la cohesión social del país que aseguran defender.

Lo que pretendo hacer ver con todo esto es algo muy simple: España ya no es España. España es Madrid ampliada. Han convertido en universales sus intereses particulares. El españolismo, ya de por sí un nacionalismo monolítico de corte conservador y acastellanado, mutó primero en centralismo descarado y ahora es ya otra cosa: es madridismo político. En España ya no hay estadistas, la mirada de sus políticos, esos que dicen defender los intereses de la nación mientras la exprimen y la fragmentan, no alcanza a ver más allá de la M-30.

Luego, los hay que dicen haberse enterado de todo esto, que desde la Complutense de Madrid han comprendido que España es plural, que hay gente viviendo y trabajando más allá del Manzanares con problemas diversos y circunstancias diversas y que con ellos un cambio de relato para España es posible. Pablo Iglesias empezó hablando de procesos constituyentes (en plural), luego pasó a hablar de proceso constituyente (en singular) y ahora habla de echar a Rajoy y hacerlo rápido. Pablo Iglesias que, cuando Compromís se ha desmarcado de su moción de censura, se ha apresurado a hablar de deslealtad política y ha insultado a la formación valenciana tachándola de muy conservadora. Y hasta aquí llegó su comprensión complutense de la pluralidad de España. Un Pablo Iglesias que parece no entender que allá donde obtuvo mejores resultados electorales fue donde se coaligó con fuerzas del terreno (En Marea, En Comú Podem, A la valenciana…), un Pablo Iglesias que debería preguntarse porqué el congreso del Podem valenciano lo ha ganado, enfrentándose a dos aparatos, la candidatura que enarbolaba la bandera de la autonomía organizativa respecto a Madrid.

Pero no, todo esto no se entiende en la dirección central de Podemos. Tampoco se entiende en la de Ciudadanos, que ha destituido a su portavoz en les Corts Valencianes, Alexis Marí, por denunciar lo obvio: la infrafinanciación valenciana y la complicidad de su partido en un reparto de recursos claramente discriminatorio. Acusado de hacerle el juego al nacionalismo valenciano se le ha apartado y ahora se le quiere forzar a abandonar el partido.

No lo entienden. No lo entienden los que durante años han gobernado en España y la intentan convertir en el Gran Madrid, no lo entienden los que en teoría venían a cambiar el estado de las cosas: señores, aquí los que intentan imponer al conjunto una visión de parte son ustedes. Operan bajo los parámetros de una España oficial, artificial y homogénea de corte madrileño que no se corresponde con la España real, plural y diversa, y están agudizando problemas territoriales en lugar de resolverlos. Y es que señores, permítanme que les diga que aquí el principal problema de nacionalismo lo tienen ustedes. Ustedes han creado, son y representan el madridismo político.

Amadeu Mezquida es politólogo y asesor de Compromís en el Ayuntamiento de Valencia.

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